En Jackson Heights

En Jackson Heights

Por | 18 de mayo de 2017

El cine estadounidense, durante décadas, ha posicionado a la ciudad de Nueva York como algo cercano a la idea de capital mundial –es ahí donde todo ocurre por primera vez y en donde el mundo ha sido salvado incontables veces. Sin embargo, la representación hollywoodense de la ciudad, a pesar de su corrección política, evade siempre la verdadera inclusión del sector inmigrante que habita en el corazón de los Estados Unidos. Irónicamente, Jackson Heights –un barrio en Queens que presume que en sus calles se hablan más de 160 lenguas–, tal vez sea lo más cercano a aquella utopía: un lugar que, pareciera, celebra la extranjería, en el que hay espacio para todo ser humano y en donde distintas culturas y etnias conviven mientras luchan, hombro a hombro, por sobrevivir a la demencial vorágine de cambios que exige la vida actual.

En su nuevo documental, En Jackson Heights (In Jackson Heights, 2015), Frederick Wiseman (representante no oficial del cine directo) apunta su cámara hacia el barrio neoyorquino para reflexionar de manera sutil sobre la necesaria tolerancia a la diferencia. A través de sus poco más de tres horas de metraje, recorre el barrio y nos muestra la forma en la que se vive. Jackson Heights es un microcosmos en sí mismo, inconmensurable, y el cineasta opta por acercarse a sus habitantes de manera discreta, casi invisible, sin un hilo narrativo determinado pero permitiéndonos ser testigos de las múltiples problemáticas sociales que acontecen: mexicanos y centroamericanos en busca de mejores oportunidades laborales, movimientos a favor de la diversidad sexual y genérica, organización de pequeños locatarios frente a la presión de las grandes marcas producto de la gentrificación desbordada, la adaptación a la vida occidental de trabajadores bangladeshíes, entre muchas otras.

Lo interesante en Wiseman (Boston, 1930), es que su cámara no enaltece ni victimiza, solo observa, permitiendo a sus sujetos ser frente a ella. Su trabajo es menos un estudio teórico y más la recuperación y defensa del acto de ver y sus posibilidades. Como en sus filmes anteriores, la ausencia de narrador y sus tomas estáticas y duraderas, nos enfrentan al otro dentro de la pantalla, y en este caso, nos induce a reconocernos en su alteridad. El problema crucial con el mito de la integración, dice Jean-Luc Nancy, es su pretensión de indiferenciación entre los individuos, y la eventual aniquilación de sus particularidades, lo que resulta nocivo a largo plazo. En ese sentido, En Jackson Heights se erige como material necesario para la compresión de la extranjería a partir de la valorización de los rasgos individuales, aceptando al otro sin pretender medirlo a partir de uno mismo, discurso pertinente hoy más que nunca en el país vecino.

En Jackson Heights no es una película con un principio o un final claros, o que llegue a una conclusión. Es un segmento de vida sucediendo, capturado del tiempo y expuesto. Testimonio y documento de la actualidad. Es un cine que interfiere la realidad para permitirnos verla desde afuera.


Eduardo Cruz es ilustrador independiente y coeditor de la revista Correspondencias: Cine y pensamiento. Ha colaborado con el Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM), la gira de documentales Ambulante y la revista Crash.mx.