Ciudadano Trump

Ciudadano Trump

Por | 4 de octubre de 2016

A inicios del presente siglo Errol Morris emprendió un proyecto llamado Movie Movie. El propósito era preguntar a grandes personalidades del mundo cuál era su filme favorito. Aunque jamás se concretó, este proyecto nos heredó un documento tan oportuno e irónico como absurdo e hilarante.

En 2008 el cineasta dio a conocer un corte en el que en poco más de tres minutos Donald Trump “comenta” y “analiza” su película predilecta: Ciudadano Kane, de Orson Welles (Citizen Kane, 1941). El ahora rival de Hillary Clinton intenta desdoblar los pliegues no poco rugosos de la que muchos consideran la mejor película de la historia, en la que el protagonista es un empresario, millonario como él, con enormes pretensiones políticas –como él– y odiado y querido –como él.

No es arbitrario que esa sea su cinta preferida. Ambos forjaron imperios y enormes monumentos para sí mismos. Charles Foster Kane construyó Xanadu, «el monumento más costoso que un hombre ha construido para sí mismo», mientras que Donald Trump ha realizado la Torre Trump, el Castillo Trump, la Plaza Trump, etc.

Al inicio del trabajo de Morris (Nueva York, 1948), Trump comenta que la riqueza no lo es todo, que Kane poseía dinero pero no felicidad y que esto aísla a las personas hasta crear en ellos un mecanismo de defensa. Esta parte podría dilucidar su descabellada reticencia hacia todo lo que él cree como un peligro para su país y para su fortuna. Un mecanismo de defensa que se observa cuando pide que México pague un muro que divida la frontera con Estados Unidos.

Trump descubre un metáfora en la secuencia donde Kane y su esposa exhiben su progresivo distanciamiento cuando se sientan en un comedor que se hace cada día más grande. El candidato presidencial estadounidense reconoce humanamente que ella no es feliz, pero que goza de los beneficios del dinero. A estas alturas no es complicado saber sus motivaciones existenciales.

En cierto momento de la cinta de Welles, la esposa de Kane le reclama que él no es el presidente, a lo que él contesta: ese es un error que se corregirá cualquier día. Sin embargo, su camino a la Casa Blanca termina poco antes de que sea electo como gobernador de Nueva York cuando se desata un escándalo de infidelidad. Hasta aquí las similitudes políticas aspiracionales de ambos son evidentes, salvo que Trump puede decir frases como la siguiente sin ver afectada su aceptación en los electores: «Podría pararme en medio de la Quinta Avenida y disparar a gente y no perdería votantes».

El empecinamiento y la megalomanía de Trump se hacen evidentes cuando, al final del video, Morris le pregunta: «¿Qué consejo le darías a Kane?» «Consíguete una mujer diferente», responde el empresario.

Espeluznante.

Kane condensa su vida en una frase: si no hubiera sido tan rico, hubiera llegado a ser un buen hombre. ¿Trump podría decir lo mismo? Conocemos el final de la cinta y, si pensamos que la vida de Trump se parece a la de Kane, esperamos para su carrera política el mismo desenlace de la película de Welles.


Daniel Ángeles es comunicólogo por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha colaborado en Código y ha sido profesor adjunto de la UNAM.