Beasts of No Nation

Beasts of No Nation

Por | 26 de noviembre de 2015

Sección: Crítica

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Después de una emboscada, un ejército de niños lleva a un sobreviviente enemigo ante su comandante (Idris Elba), que le pide a Agu (Abraham Attah) –a quien rescató en la selva– que mate al hombre. El hombre llora. Agu no quiere convertirse en un criminal, pero el jefe le grita que la persona que está frente a él es uno de los asesinos de sus padres. Acto seguido, Agu clava un machete en la cabeza del prisionero. Se acaba de convertir en un niño soldado, acabando con la vida de un hombre aparentemente inocente.

Beasts of No Nation (2015) es la primera cinta original producida y distribuida por Netflix. Basada en la novela homónima de Uzodinma Iweala (Washington, 1982) de 2005, está dirigida por Cary Fukunaga (Oakland, 1977), director de Sin nombre (2009), Jane Eyre (2011) y la primera temporada de True Detective (Nic Pizzolatto, 2014). La historia se desarrolla en un país africano sin nombre, y exhibe la transformación de un niño en soldado después de que la milicia mata a su familia. Como pocos, el filme es un eufemismo cinematográfico que expone una arista del horror bélico contemporáneo a través de una apuesta formal destacadísima.

Se calcula que en aquel continente existen alrededor de 300 mil niños soldados. Agu es su representante. El espectador asiste a la sublimación del terror donde un niño se convierte en una bestia. La naturaleza del poder se presenta degradante en distintos niveles, forjada a partir de la guerra, las armas, la transgresión y la capacidad de asesinar ora un niño ora una mujer. En cada personaje ese poder exhibe una alteración de la moral que deviene en violencia, acaso sin motivo ni expiación. Así, se despliega ante la pantalla un poderío que radica en las armas, el discurso alienante y frívolas decisiones políticas.

Beasts of No Nation tiene una fotografía deslumbrante mas no efectista. Su mayor mérito es su emotiva eficacia narrativa, que muestra la inocencia de un niño convertido en soldado en medio de una vorágine de extravagancias inhumanas al tiempo que ofrece vestigios de esperanza. A lo largo de la cinta una voz en off incesante funciona como una especie de conciencia que dota al filme de memorias visuales anhelantes.

La cinta de Fukunaga –que evoca a Alemania, año cero (Germania anno zero, 1947), de Roberto Rossellini y La infancia de Iván (Ivánovo detstvo, 1962), de Andréi Tarkovski, al presentar el carácter que un niño debe forjarse ante un conflicto bélico– expone hábilmente el problema de los infantes soldados de lugares como Sierra Leona, Liberia, Colombia o México. Beasts of No Nation sobresale no sólo por su historia y estética, sino por su ánimo realista que incomoda al espectador, alejándolo del didactismo moral.


Daniel Ángeles es comunicólogo por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha colaborado en Código y ha sido profesor adjunto de la UNAM. Fue parte del Jurado Joven de MICGénero 2015.