Alamar

Alamar

Por | 1 de mayo de 2012

Sección: Crítica

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No es de extrañar que la primera secuencia de Alamar sea una lección de italiano que Roberta le da a Jorge, originario del Caribe mexicano. Años atrás vivieron juntos a orillas del mar y concibieron un hijo que llamaron Natan. Dicen que «el que vive en el mar vive feliz», pero Roberta no lo fue y decidió volver a Italia, llevándose con ella a su hijo. Después de esta breve introducción la película se concentra en las vacaciones de Natan con su padre en el mar de Quintana Roo y, particularmente, en el proceso de aprendizaje que experimenta el niño en un mundo opuesto a la vida cosmopolita que vive al lado de su madre en Roma, donde el pescado no se pesca, se compra. Durante este tiempo y gracias a los consejos de su padre, Natan aprende a pescar, a preparar la comida, a nadar e incluso a hablar con los animales.

Con el banco Chincorro —el segundo arrecife de coral más importante del mundo— como locación, el film pudo fácilmente optar por el camino de la fotografía postal y la propaganda turística. Afortunadamente, Alamar (Pedro González Rubio, 2009) logra evadir esta salida fácil y convierte la belleza del mar Caribe en el espacio ideal para plantear un discurso sobre el retorno a las raíces y la búsqueda del autoconocimiento. La cámara sigue a Natan en varias situaciones en las que siempre el consejo de su padre, su ayuda y enseñanza van trazando el aprendizaje del niño.

La película está llena de silencios, de sonidos naturales y de vaivenes de cámara que capturan el ritmo del mar. Al final de la película, antes de volver a Roma, Natan plasma en un dibujo lo que aprendió en su estadía en el Caribe, introduce el papel en una botella que deja a la deriva. Así es Alamar, una película sencilla, sincera y sin pretensiones que es proyectada para que el espectador pesque sus propias reflexiones en torno al mestizaje, la paternidad y la naturaleza.

«Pescar es una cuestión de suerte y de paciencia. Si no tienes paciencia, no eres pescador», le dice el padre a su hijo, y sin duda es una de las ideas que mejor resume las intenciones de la película.

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 0, primavera 2012, p. 59) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


Fernando Delgado está a cargo de las exposiciones de la Cineteca Nacional.