Las hijas de Abril

Las hijas de Abril

Por | 6 de julio de 2017

Sección: Crítica

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Michel Franco regresa con Las hijas de Abril a la que parece una de sus exploraciones primordiales: retratar el conflicto en el centro de personajes femeninos. Lo hace con su reconocible estilo en ocasiones escueto, de movimientos escasos y tomas sosegadas enmarcadas por el sonido ambiental. Michel Franco (Ciudad de México, 1979) es un cineasta que entiende el valor dramático del espacio y el silencio; es también un experto en rescatar una cierta frescura y una exquisita culminación trágica de las tensiones cotidianas, de las historias que ya hemos escuchado.

Abril (Emma Suárez), una mujer en sus cincuenta, viaja a Puerto Vallarta para reencontrase con sus dos hijas: Clara (Joanna Larequi), una mujer callada y gris batallando contra las incertidumbres de la adultez, y Valeria (Ana Valeria Becerril), desvergonzada y rebelde que ha quedado embarazada a los diecisiete años. La visita de Abril parece en primera instancia un esfuerzo por conectar de nuevo con sus hijas, un periodo de conciliación que llevará al nacimiento de su primera nieta. Detrás de su aparente actitud relajada, esconde una frialdad innegable, una afinidad por las apariencias que denota en su empeño por hacer que Clara baje de peso, por controlar la vida de Valeria y en sus propia vanidad desmesurada que le llevará a realizar acciones imprevisibles. Abril es quizá el personaje más perverso de Michel Franco, una mujer que oscila entre contribuir al crecimiento de sus hijas y el beneficio propio, y que parece siempre decantarse por el segundo con una desfachatez brutal.

En Las hijas de Abril (2017) las mentiras se apilan de manera vertiginosa y los giros en la trama no cesan de cambiar a cada momento el destino de una historia que parecía prometer un transcurso más bien templado. En su centro nos encontramos con tres mujeres atrapadas en los conflictos emocionales de sus respectivas edades, tres retratos íntimos y perceptivos que son quizá lo más valioso de la cinta; mujeres atrapadas en la abulia cotidiana, los problemas de envejecer y la impotencia de crecer anticipadamente. Las acciones del personaje de Abril son sin embargo las que dictan las transiciones. Sus esfuerzos apuntan a una regresión anhelada, la de vivir una segunda juventud a expensas de la de su propia hija.

La construcción minuciosa de personajes femeninos, la osadía en la trama —con el valor agregado de no caer en el melodrama— y la continuación de un estilo que acumula en su sobriedad una enorme cantidad de tensión, le han valido a Michel Franco su tercer reconocimiento en el Festival de Cannes y el mérito de salir victorioso una vez más después de adentrarse en algunos de los conflictos humanos más recónditos.


Vicente Rincón Gallardo estudia comunicación en la Universidad Iberoamericana. Ha colaborado en publicaciones como National Geographic TravelTierra Adentro y Mula Blanca.