Reflexiones sobre el cine mexicano: ¿Si

Reflexiones sobre el cine mexicano: ¿Sirven de algo los premios?

Por | 18 de octubre de 2016

Sección: Opinión

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Un distinguido distribuidor de películas comentó alguna vez, sin resabios de duda o sarcasmo, que cuando tenía una cinta con galardones, para evitar su fracaso en taquilla, nunca anunciaba que había ganado tal o cual premio. Si la copia, por ejemplo, traía de introducción unos segundos con «Ganadora de…», sin importar si fuera el Oso de Berlín o la Palma de Oro de Cannes, le quitaba esos metros de cinta porque «es veneno de taquilla». Su argumento era que a) la gente huye de películas premiadas al considerar que son invariablemente aburridas y b) el público común y corriente desea un entretenimiento y no una provocación ideológica o intelectual que podría haber sido del exclusivo gusto de un jurado de festival. Llamaba este distribuidor a los festivales como «cuevas» gobernadas por un mismo grupo «de talibanes», que decidían a nivel global qué era premiable y qué no, acorde con sus particulares puntos de vista y con una visión sobre cómo debe ser el cine durante cierta temporada… en lo que ellos mismos cambian los vientos hacia otras latitudes.

En pocas palabras, decía este distribuidor con bastantes años de experiencia en la noble labor de comprar películas en mercados internacionales para su exhibición local, que desafortunadamente muchos «críticos» siguen las directrices de los directores de festivales e imponen una tendencia. Por ello, su argumento es que durante un tiempo vimos el «gran» «éxito» que gozaron cintas de Irán y otros ámbitos musulmanes. Luego estuvo en boga el cine coreano. Antes el ruso. Y más antes, el chino. Con escaso éxito en taquilla doméstica.

Nuestro distribuidor decía que ese éxito, a veces atronador en los festivales, no se traduce en ingresos en taquilla. Mucho menos en nuestra cartelera. Caso en cuestión, la reciente cinta de Hou Hsiao-hsien, La asesina (Nie Yinniang, 2015), trae el laurel obtenido en Cannes como mejor director, uno de los 28 premios que ganó de 55 a los que fue nominado. El público le huyó a esta película.

Pero, ¿qué pasaría si la película fuera mexicana?, se le preguntó al distribuidor. Su respuesta fue contundente: «Lo mismo»: espantaría al público. Puso por caso las notables carreras de Amat Escalante y Carlos Reygadas, a quienes consideró consentidos de los festivales. Sin duda triunfan en el extranjero. Demuestran tener enorme presencia. Buena prensa. Aparecen unánimemente arropados por crítica y festivales. Ganan, no sólo compiten. Porque este es un punto que destacaba el distribuidor: algunas cintas compiten en una variedad enorme de festivales y el productor y/o el director quieren anunciar la cinta publicando en el cartel todos los laureles de los festivales en que concursó. Lo que tiene impacto negativo en el espectador: si ha participado en tantísimos festivales y no ganó ningún premio importante es porque la película no vale. Y si ganó alguno, dependerá del festival, porque no es lo mismo ganar en Uagadugú que en San Sebastián. Y mucho menos lo es ganar en un festival del tercer mundo tras haber concursado en otros quince festivales previos en los cinco continentes. A la larga se pierde el impacto de cualquier concurso.

Pero, directores como los mencionados, que ganan en festivales de verdad importantes, tampoco tienen respuesta en taquilla. Nuestro distribuidor ponía por caso el sonado ejemplo de Michel Franco. Ganó Cannes como guionista por El último paciente: Chronic (Chronic, 2015) y generó enormísima expectativa. Entre el premio y la fecha del estreno nacional pasaron demasiados meses. Sin embargo, no fueron meses muertos. Fueron meses activos donde Franco apareció por aquí y por allá dando entrevistas. El ciento por ciento de los comentarios fueron positivos. Cineasta provocador, cineasta de vanguardia, cineasta de presencia internacional, cineasta destacado que hasta comerciales hizo. No se le escatimaron elogios. La taquilla resultó otra cosa.

«El primer fin de semana fue apenas suficiente», decía el distribuidor. La gente salió decepcionada. Funcionó en contra el sobrevalorado boca en boca, entonces. «No, para nada». Lo que pasó es que nadie en realidad la recomendó. El público que asistió fue el único interesado en la cinta («No iba a haber más que un número limitado, digamos que doce mil espectadores y ya») pero no le causó impresión alguna, argumentaba el distribuidor. De hecho, muchos fueron por inercia. Y se decepcionaron o se salieron antes de diez minutos. ¿Por qué este fenómeno? Porque hay, en efecto, un público de festival que tiene presencia limitada y fuera de él, nadie se interesa por estas cintas. El público convencional, por definirlo así, no se impresiona con ningún premio. «Ni siquiera el Óscar. ¿Has visto cuando una película gana, la reestrenan y no va nadie? Pues eso». El público en general, «del que vivimos los distribuidores», decía, no acude al cine por premios, quiere ver algo entretenido. Si la película es lenta o tiene una narrativa diferente, renuncia a verla y prefiere algo más ligero, de ahí el éxito de las comedias mexicanas recientes. Ahí está la taquilla y por lo visto ésta estará siempre disociada del film que triunfa en algún festival. En resumen, ¿ganar un premio internacional tiene impacto en taquilla para una película mexicana? Según la lógica de nuestro distribuidor, por supuesto que no. (A este respecto el mentado Ariel ni digno de su consideración fue: «Por favor, no bromees»).


José Felipe Coria es autor de los libros El señor de Sombras (1995), Cae la luna: La invasión de Marte (2002), Iluminaciones del cine mexicano (2005), Taller de cinefilia (2006) y El vago de los cines (2007). Ha colaborado en medios como Reforma, Revista de la Universidad, El País y El Financiero.