5 momentos fundamentales de Terry Gillia

5 momentos fundamentales de Terry Gilliam

Por | 17 de octubre de 2016

Sección: Historia(s)

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Terry Gilliam se ha dedicado a explorar los límites de la comicidad más oscura hasta llevarla a lo delirante. Su carrera, que fue catapultada por su participación en Monty Python, está conformada por filmes con tintes humorísticos y fantásticos que cuestionan a la sociedad contemporánea. Tanto narrativa como estéticamente, la obra de Gilliam (Mineápolis, 1975) obliga a plantear cuestionamientos sobre lo tradicionalmente aceptable. Aquí 5 cintas fundamentales en el trabajo de este cineasta transgresor.

 

Monty Python (1969-83)

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Monty Python es toda una institución del humor. Este grupo, compuesto por Eric Idle, Michael Palin, John Cleese, Terry Jones, Graham Chapman y Terry Gilliam, realizó obras de teatro, películas musicales, largometrajes y un programa fundamental en la historia de la televisión, Monty Python’s Flying Circus (1969-74). A través de personajes recurrentes, sketches, gags que siguen siendo identificables, e icónicas animaciones a cargo de Gilliam, el grupo satirizó la sociedad británica de una manera refrescante y muy profunda. El cineasta también codirigió, junto a Terry Jones, el largometraje Monty Python y el Santo Grial (Monty Python and the Holy Grail, 1975), que sigue al Rey Arturo (Graham Chapman) y sus caballeros en búsqueda del Santo Grial. Este filme, una de las mejores interpretaciones del grupo, los catapultó al éxito internacional y los convirtió en una influencia importante para cómicos de generaciones posteriores.

 

Brasil (Brazil, 1984)

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Es un futuro orwelliano y desesperanzador. En una sociedad donde el gobierno regula hasta las emociones, un burócrata llamado Sam Lowry (Jonathan Pryce) ve su mediocre existencia sacudida por Jill Layton (Kim Greist), una mujer misteriosa. La estética del universo construido para esta gran producción, la vertiginosa puesta en escena y el humor negro hacen de Brasil un filme desconcertante. Esta película enfrentó varios obstáculos para ser exhibida y tuvo que ser reeditada, pero hoy es considerada como una de las grandes distopías del cine, una específicamente situada en un mundo de hiperburocracia kafkiana, como las europeas y las latinoamericanas.

 

El Barón de Munchausen (The Adventures of Baron Munchausen, 1988)

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Basada en las novelizaciones de las desaforadas anécdotas narradas por Karl Friedrich Hieronymus, barón de Münchhausen, esta película es una verdadera muestra de los alcances de la imaginación de Terry Gilliam y de la metaficción: la cinta remite constantemente a su propia narrativa; y eso es muy divertido. Todo comienza cuando el barón (John Neville) interrumpe una representación de su vida para tomar las riendas del relato. Está plagada de momentos visualmente espectaculares, como su viaje la Luna, o a las entrañas de un monstruo acuático tan grande que puede alojar cómodamente a las personas que se ha tragado. Un ejemplo de barroquismo desaforado, donde una historia personal recuerda que quien narra, si no miente, al menos siempre adorna su relato.

 

Doce monos (Twelve Monkeys, 1995)

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Estamos en 2035 y hay un virus que amenaza con erradicar a la humanidad. Es entonces cuando un criminal llamado James Cole (Bruce Willis) es enviado al pasado en varias misiones para intentar solucionar la masacre. En sus viajes conoce a Jeffrey Goines (Brad Pitt), un activista de quien sospecha, y a la Dra. Railly (Madeleine Stowe), quien le ayudará a investigar el misterio. Conforme avanza la trama, todo se vuelve cuestionable, incluso la salud mental del protagonista. Sus viajes plantean preguntas intrigantes sobre el verdadero origen de la plaga y los responsables de semejante amenaza para la población del futuro, así como las implicaciones teóricas y filosóficas que conlleva la posibilidad de viajar en el tiempo. A través de planos holandeses y acercamientos que enfatizan la transformación psíquica del protagonista, este filme es fotografiado con una cámara tan arriesgada como su trama. Inspirada en La jetée (1962), de Chris Marker, esta segunda cinta distópica de Gilliam explora las ideas de tiempo y de la vida como condena.

 

Miedo y asco en Las Vegas (Fear and Loathing in Las Vegas, 1998)

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¿Cómo adaptar la prosa de Hunter S. Thompson al lenguaje cinematográfico? Sólo un director estrambótico y desaforado como Terry Gilliam podía haberlo logrado. El cineasta se apropia del texto y le imprime su estilo para lograr un relato psicodélico en el que el punto de vista pesa más que la anécdota: vemos el viaje que los personajes emprenden y aquello que los rodea desde su óptica influenciada por las drogas. Duke (Johnny Depp) y Dr. Gonzo (Benicio del Toro) protagonizan esta road movie que se convierte en toda una experiencia sensorial. La alteración de los sentidos se traslada a la pantalla de manera cruda y festiva a la vez.