10 filmes fundamentales de Agnès Varda
Por Daniela Flores | 29 de agosto de 2016
Mejor conocida como «la dama de la Nueva Ola francesa», Agnès Varda es una de las directoras que mejor representa las cualidades del llamado “cine de autor”. Nació en Ixelles, Bélgica, en 1928, pero se mudó a París para formarse en fotografía e historia del arte. Conoció a directores como Alain Resnais y Jean-Luc Godard, con quienes quiso adentrarse en las posibilidades de la imagen en movimiento. Desde entonces, su obra abarca más de 40 cortometrajes, ficciones y documentales que muestran de forma íntima los intereses, inquietudes y preocupaciones de Varda; principalmente, en relación con el tiempo, la vida, la felicidad y la cotidianidad donde se desenvuelven. Un cine vanguardista, único, profundo y de corte feminista que busca lo extraordinario en los espacios más comunes.
La Pointe Courte (1955)
La idea de esta cinta surge cuando Varda visita la Pointe Courte, una barrio pesquero en Sète, al Sur de Francia, un paisaje fascinante para filmar su opera prima. Inspirada en la novela Las palmeras salvajes de William Faulkner, la historia se compone de dos narrativas que se interrelacionan por el espacio en el que se desenvuelven. A nivel macro, los pescadores de la región luchan por la protección de la costa y debaten por su derecho de aprovechar los recursos marítimos. Mientras tanto, una mujer (Silvia Monfort) reflexiona sobre el pasado de su esposo (Philippe Noiret) en esta villa, para decidir entre abandonarlo o salvar su matrimonio. Una cinta de influencia neorrealista en la cual cada cuadro adquiere una significación propia.
Cléo de 5 a 7 (Cléo de 5 à 7, 1962)
Cléo (Corinne Marchand) es una cantante reconocida que goza de los privilegios de la fama y la riqueza hasta que recibe la noticia de que podría padecer una enfermedad mortal. La espera de dos horas por el diagnóstico final le permite reflexionar sobre el sentido de su existencia y el valor de su belleza, mientras intenta gozar de los placeres de la vida burguesa y de una relación sentimental distante. En dicho tiempo, conoce a un joven soldado (Antoine Bourseiller), quien le devuelve, por unos minutos, las posibilidades de una sonrisa sincera y la acompaña hasta el final de su día para enfrentar juntos el rumbo de su destino. Esta cinta es una de las películas más representativas de la Nueva Ola francesa y le otorgó a Agnès Varda un lugar entre los directores europeos más importantes de su época.
Tío Yanco (Uncle Yanco, 1967)
Durante una visita a San Francisco, Agnès Varda se entera de que un familiar suyo vive ahí. Su tío Jean Varda, apodado por sus conocidos como Yanco, es un pintor que habita en un barco hippie y vagabundo que recorre la bahía estadounidense sin preocupaciones. Interesada por reconstruir su árbol genealógico, ella decide visitarlo y filmar el encuentro. Este mediometraje es una mirada íntima a la vida de la directora, quien busca demostrar que ningún ser humano se conoce por completo y que los detalles de su esencia se descubren día con día. El relato es totalmente subjetivo y plagado de simbolismos que evocan hacia la felicidad de una reunión familiar inesperada.
Daguerrotipos (Daguerréotypes, 1976)
El daguerrotipo es uno de los inventos que permitieron el desarrollo de una de las grandes aficiones de Agnès Varda: la fotografía. Sin embargo, para ella tiene un significado aun más grande. Casualmente, Daguerre es el nombre de la calle de París donde ha vivido durante décadas y donde instauró su compañía Ciné Tamaris. Este documental es un viaje por este sitio y sus habitantes, pequeños comerciantes y talentosos artesanos cuyas miradas son el reflejo de la cotidianidad en Francia. Mediante entrevistas y el testimonio de la cámara, personas convencionales hablan de su vida y sus sueños. Cada personaje tiene su propio momento estelar. Un homenaje a la magia e ilusiones de la rutina en las ciudades, a lo que la cineasta denomina “teatro de lo cotidiano”.
Mur muros (Mur murs, 1981)
A finales de los 70, Agnès Varda quiso explorar otras percepciones del mundo y la construcción de imágenes realizada desde culturas distintas a la suya. Llegó a Estados Unidos para buscar qué podía filmar y cómo podía presentarlo. De esta forma, surge la interesante narrativa del documental Mur muros: una caminata por los murales que decoran la ciudad y sus creadores. Arte urbano, anuncios publicitarios, graffitis y coloridas ilustraciones con dibujos que evocan protesta, descontento, diversión, juventud y esperanza. Todo ello en las calles de Los Ángeles. La formación de la cineasta como experta en historia del arte otorga una interpretación fundamental de lo que se percibe en cada imagen. Un estudio completo de las inquietudes, intereses y decepciones del sueño americano.
Documentira (Documenteur, 1981)
Después de su divorcio, una mujer francesa (Sabine Mamou) se encuentra varada en Estados Unidos acompañada únicamente por su hijo (Mathieu Demy). Sin muchas oportunidades de estabilizarse, deambula por Los Ángeles en busca de alguna esperanza que le permita volver a sonreír. Esta cinta muestra la faceta feminista de Agnès Varda, con mujeres que deben superar sus conflictos internos e inseguridades para fortalecerse. Los pensamientos de sus protagonistas son el hilo conductor de cada escena, haciendo uso del recurso cinematográfico que la cineasta denomina cinécriture (cineescritura): el diálogo se desprende de la imagen para darle un significado propio en relación con el ámbito visual.
Sin techo ni ley (Sans toit ni loi, 1985)
Durante el invierno en Nimes, Francia, una joven vagabunda muere a causa del frío. Un número más en la cifra de víctimas que carecen de un cobijo en tiempos de bajas temperaturas. Un evento frecuente en lugares con climas extremos. Sin embargo, ¿cuáles son las probabilidades de supervivencia cuando no se tienen recursos ni hogar a dónde ir? Esta es la historia de Mona (Sandrine Bonnaire), la chica que meses después de narrar su propia tragedia es hallada como un cadáver. La actuación de Sandrine es poderosa y conmovedora, un preámbulo para el arte feminista. Esta cinta le otorgó a Agnès Varda el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia.
L’univers de Jacques Demy (1995)
En 1990, el cineasta Jacques Demy, esposo de Varda, falleció de SIDA a la edad de 59 años. Su obra fue vasta y digna de decenas de homenajes que recibió tanto en vida como tiempo después de su muerte. Sin embargo, ninguno logra construir un retrato tan fiel de su figura como lo hace su brillante viuda. En este documental, la directora recopila algunos de los mejores momentos de la carrera de este artista brillante, al mismo tiempo que les alterna con testimonios de los actores que trabajaron con él y los momentos que marcaron su vida al lado del director francés, también exponente de la Nueva Ola francesa. Un recorrido por las virtudes y los demonios de un genio y por el camino que él y su esposa dibujaron para la historia del cine a nivel mundial.
Los cosechadores y yo (Les glaneurs et la glaneuse, 2000)
Aparentemente, el oficio de espigar quedó en el pasado con la sociedad rural del siglo XIX. Podría pensarse que, en un mundo industrializado, ya nadie se agacha entre los campos para recoger los frutos de una cosecha. Sin embargo, este documental prueba lo contrario. Existen recolectores entre los gitanos que por necesidad toman los objetos desechados por otros. Al mismo tiempo, en las grandes ciudades persisten los espigadores que buscan entre la basura aquello que podría convertirse en su comida del día. La pintura de Jean-François Millet Las cosechadoras, tiene más vigencia que nunca. En una visita por las calles y los campos de París, la cineasta demuestra que todos los seres humanos espigan, algunos recolectan comida, otros recuerdos y, unos cuantos como ella, imágenes.
Las playas de Agnès (Les plages d’Agnès, 2008)
A través de su lente, Agnès Varda abre las puertas de su vida mediante un relato autobiográfico. Mientras camina por las playas de París, reconstruye su pasado con la imaginación y los simbolismos como sus mejores aliados. Cada etapa de su cine y su crecimiento personal quedan registrados en los 110 minutos de duración: desde su salto de la fotografía al cine, hasta sus años a lado de Jacques Demy. Además, esta cinta retoma gran parte de los recursos cinematográficos empleados por Varda a lo largo de su trayectoria, muchos de ellos sustentados en su afición por las pinturas de los siglos XIV y XV y el estudio de la composición de imágenes.
Daniela Flores González es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Periodista cultural interesada en el cine, el arte, la música y la divulgación de la ciencia.
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