Tras la borrachera de Star Wars

Tras la borrachera de Star Wars

Por | 19 de enero de 2016

Se anunció como el acontecimiento del 2015. Después de 32 años, la saga original y más querida, Star Wars, que abarca los ahora conocidos como episodios IV, V y VI (1977-83), tendría su esperada secuela y tal vez, muy tal vez, revelaría bastante de lo que quedó pendiente.

El compás de espera que fue ver los episodios I, II y III (1999-2005) en nada ayudó porque al parecer generó una expectativa mucho mayor de la necesaria.

Tras vender todos los bienes en su poder, George Lucas, el creador de la influyente saga, que se ha convertido en un culto único en la historia del cine, ante el resultado de Star Wars: El despertar de la fuerza (Star Wars: The Force Awakens, 2015), lanzó una verdadera diatriba en contra de los nuevos dueños de la franquicia, los estudios Disney, incluso llamándolos “esclavistas blancos”. La analogía, de la que luego se desdijo, por lo espontánea merece considerarse como una crítica profundamente amarga a una mitología que, seamos sinceros, en un mundo obsesionado con ella, no está funcionando porque decepciona más con las preguntas que no responde que con las que sí. Esto debido a su cínico carácter comercial.

Si bien el sentido del espectáculo que provee J. J. Abrams parece novedoso, en realidad es un reciclamiento de todos los clichés visuales de los episodios IV, V y en especial el final del VI. En efecto, lo que Lucas apunta como retro en el nuevo film, este episodio VII, es algo que ya había funcionado de mejor manera en los films que originalmente él produjo.

Abrams tiene el detalle de dejar sus buenos huecos dramáticos (y disculpará el fanático  -o el simple espectador-, que esto se llene a partir de aquí de spoilers, pero si a estas alturas no ha visto el film, es que no le interesó o no vivió en este planeta el mes de diciembre, cuando el film alcanzó en tiempo récord los mil millones de dólares en taquilla). Empezando por: 1) ¿cómo puede sobrevivir Poe Dameron (Oscar Isaac) semejante accidente y dar una ridícula explicación? ¿Se hizo tan sólo para que “conectaran” emocionalmente los personajes de Rey (Daisy Ridley) con Finn (John Boyega)? ¿O él, Poe, con Finn, como mucho se ha sugerido por el sugerente reencuentro entre los dos con sonrisa de labios mordidos y abrazo ajeno a la amistad viril tipo los films de Howard Hawks? Y continuando por: 2) ¿cómo esa chatarra, el Halcón Milenario, puede conservar su eficacia sin dar una mínima explicación, excepto que estamos ante… el Halcón Milenario? Estos son dos pequeños detalles en una saga que propone otras preguntas, a las que cualquier respuesta que no corresponda a lo que se sugiere será un fraude en los episodios VIII y IX. Porque para que Rey pueda “sentir” y utilizar tan intuitivamente el sable de Luke Skywalker (Mark Hamill) que aparece demasiado “mitológicamente” en el maldito último minuto sin diálogo alguno, sólo significa que Rey es su hija o su sobrina o la descendiente de su maestro Obi Wan Kenobi (Alec Guinness / Ewan McGregor). Cualquier otra explicación será una tomadura de pelo (y esta apreciación se basa en lo que la cinta propone, conste). Y si Kylo Ren (Adam Driver) es el nuevo Darth Vader, ahora adicto a hacer pataletas, al menos debe explicarse cómo pasó al lado oscuro: ¿tan malos padres fueron Leia (Carrie Fisher) y Han Solo (Harrison Ford)? ¿Infancia es destino?

Para crear una mitología muchas veces hay que conservar el control de cada elemento y no dejar nada al azar. Esto sucede a pesar de que el coguionista original de los episodios V y VI, Lawrence Kasdan, coescribió de nuevo este capítulo: las expectativas que levanta junto con la decepciones que deja, son suficientes para revalorar de nuevo los cada vez más lejanos episodios IV y V, sin duda los que siguen sosteniendo sobre sus espaldas el peso de toda esta mitología, intuitivamente realizada con eficacia pero comercialmente convertida en simple mercancía de fin de año para vender juguetes y gadgets. Nada más.


José Felipe Coria es autor de los libros El señor de Sombras (1995), Cae la luna: La invasión de Marte (2002), Iluminaciones del cine mexicano (2005), Taller de cinefilia (2006) y El vago de los cines (2007). Ha colaborado en medios como Reforma, Revista de la Universidad, El País y El Financiero.,