Star TrekWars o Algo sobre la homologaci

Star TrekWars o Algo sobre la homologación

Por | 7 de octubre de 2016

¿En qué momento a alguien le pareció buena idea contratar a fanáticos de Star Wars para relanzar Star Trek?

No sé si Paramount Pictures quiso apelar a nuevos públicos, con eso de que según cuentan en Estados Unidos hay –o hubo– una muy marcada división entre los fanáticos de cada uno de esos universos ficcionales. En todo caso, si lo intentó ¿para qué permitir que se llenara Star Trek de referencias a Star Wars? Con tan sólo un repaso somero podrá notarse una serie muy amplia de citas directas. Aquí sólo dos de la entrega más recuente, Star Trek: Sin límites (Star Trek Beyond, 2016):

1) El Capitán Kirk vuela absorbido por un ducto de ventilación en la misma postura que Luke Skywalker cae hacia un ducto de basura en El Imperio contraataca (The Empire Strikes Back, Lucasfilm, 1980).

2) De nuevo Kirk, ahora volteando hacia la cámara con un moretón bajo el ojo derecho, que se parece demasiado a las heridas de Luke tras pasar la noche fuera de la base del planeta helado de Hoth.

Ambos ejemplos son irrelevantes; tan buenos como cualquier otro. Por ejemplo, los hangares copiados de la primera entrega de Star Wars y que se repiten en el episodio VII. Lo relevante, pues, no son las citas en sí. Tampoco que Star Wars (1977 a la fecha) tenga mayor presencia en el imaginario global que Star Trek (1966 a la fecha). Lo relevante, lo triste, es la homologación del cine de gran comercio estadounidense.

Hay que detenerse un poco para no confundir homologación con repetición. Las culturas populares, fílmicas y extrafílmicas, están basadas en la repetición. De modelos narrativos, de trazos formales, etc. Y la repetición como eje está abierta perpetuamente hacia la variación radical. Se trata de una clave referencial o de un punto foco, como el de la órbita de un cometa. Más o menos así pasa cuando se piensa en un, digamos, wéstern. Ahí algo muy lejano y básico que, como constante, hace al género, pero fuera de los caballos, las tejanas, los revólveres y los hombres blancos intentando dominar pueblos y tierras, hay espacio para todo.

La homologación en cambio es el acto de pasar las cosas por una iguala. Su fin es el control. El control de calidad, por ejemplo; esa idea de industria fordiana donde antes que certificar la producción de bienes con los mejores atributos posibles se garantiza su similitud. Lo notorio, en el cine estadounidense reciente, es que el control de calidad no es un fin empresarial sino industrial: los blockbusters de Disney, Paramount, Warner Bros.… están cortados con el mismo molde, o, con suerte, casi. Amplios grupos de tomas y movimientos de cámara, clichés narrativos y auditivos, tipos de personajes, de chistes y de metarreferencias… son perfectamente intercambiables entre una película y otra, como si antes que buscar la competencia, las grandes compañías tuvieran un acuerdo mafioso para repartirse a los públicos globales,  a quienes siempre se le asegura un solaz de mucha acción salpimentada con un poco de romance y comicidad y un poco menos, un mínimo, de profundidad. Y bueno, uno sale contento después de verlas. Todas son terreno seguro.

Naturalmente entre ellas hay algunas muy destacadas de vez en vez. Una o dos al año, quizá con un año desierto entre ellas. Pero lo escandaloso es que no hay, o casi, películas malas. ¿Por qué está mal que no haya blockbusters descaradamente malos? Pues, porque eso indica que no se toman riesgos. Cuando se arriesgan hay probabilidad tanto de conseguir algo como de fracasar. Sé que esa afirmación es una obviedad crasa, pero recuerda la distancia mínima entre un resultado y otro. En cambio, la falta de riesgo sólo indica mediocridad. Tratándose de las grandes productoras estadounidenses, hablamos de una mediocridad alejada de la malhechura, pero anclada en la seguridad económica. ¿Será consecuencia de que se piense que hay grupos de personas seguras de que dominan las artes de enseñar y vender cine? ¿Será que los emporios son demasiado grandes para fallar?

Creo que el próximo blockbuster es Doctor Strange. Ahí nos vemos.


Abel Muñoz Hénonin dirige Icónica e imparte clases en la Universidad Iberoamericana. Coordinó junto con Claudia Curiel los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014). @eltalabel