Pretty woman, Kawaii woman

Pretty woman, Kawaii woman

Por | 18 de febrero de 2016

Un muchacho del campo llega a la ciudad y mientras va por las calles observa a varios hombres que caminan acompañados de chicas hermosas, él ve todo esto con ojos de admiración. “Como es del campo”, él no sabe qué son las computadoras, nunca ha visto ni tocado una. Tal vez los lectores tienen en mente nuestras insulsas cajitas con teclas, o nuestras pantallas touch, pero no: las computadoras en esta ciudad tienen forma de mujer. Todos se sorprenden de que el muchacho no tenga una, a él parece no importarle tanto, está todavía recuperándose de la impresión de que esas hermosuras que se mueven por las calles son los famosos ordenadores. Un día se encuentra caminando por un callejón y descubre a una atractiva muchachita arrojada en un montón de basura. Es una computadora abandonada. Él la levanta y se la lleva a casa. Después de un rato de que el personaje intenta encenderla inútilmente (no encuentra al inspeccionar el cuerpo desnudo el botón adecuado), los espectadores ya tuvieron suficiente tiempo para extrañarse ante lo que están viendo, comienzan entonces a intuir qué será preciso hacer para poner a funcionar ese impactante aparato: sí, en efecto, el botón de encendido está en la vagina. Así comienza Chobits (Chobittsu), el manga creado por CLAMP en 2001 y convertido en anime un año después.

Es muy probable que cualquiera que haya visto un anime comprenda por qué se dice que el rol de la mujer en este tipo de audiovisuales obedece a una lógica machista, en que los cuerpos femeninos son objetivizados y las emociones e intelecto de las chicas son muchas veces ridiculizados, aniñados y creados para el puro placer y las fantasías de los adolescentes y adultos masculinos. No obstante, la diversidad de la cultura visual y audiovisual japonesa hace que esta problemática sea mucho más compleja: abarca desde las condiciones históricosociales de los adolescentes en la contrastante sociedad nipona, así como la situación cultural de lo femenino, hasta la campaña Cool Japan¹  que se ha extendido como política de estado en los años recientes y que para muchos resulta de lo más criticable.

Hablar sobre “el papel de la mujer” en la animación japonesa conllevaría reflexiones extensísimas, no únicamente por las rarezas que podemos encontrar al respecto, sino por la gigante apertura de los géneros en que las chicas tienen diferentes grados de presencia e importancia. Podemos citar algunos ejemplos que hacen visible esto: Midori, la niña de las camelias (Midori, Hiroshi Harada, 1992), basada en el manga de Maruo Suehiro, pertenece a un género que los japoneses llaman ero-guro (erótico grotesco), que es una especie de gore extremo donde la protagonista es una niña que al quedar huérfana de un modo horrible llega a trabajar a un circo donde una serie de caracteres grotescos la violan y humillan constantemente. En segundo lugar podemos mencionar algo mucho más popular y light como Candy Candy (Kyandi Kyandi), basada en el manga de Kyōko Mizuki e Yumiko Igarashi en los años de 1970, cuya historia ejemplar de sufrimiento (otra niña huérfana que cambia de hogar constantemente por conflictos injustos, cuyos dos amores se frustran y termina siendo enfermera en la guerra) pertenece al shoujo, producción destinada a adolescentes mujeres y que, a su vez, contiene otra amplia gama de subgéneros protagonizados por chicas. Por último mencionaré una serie “para hombres adultos” o seinen: Elfen Lied (Erufen Rīto, basado en el manga de Lynn Okamoto y dirigido por Mamoru Kanbe en 2004). Esta serie está protagonizada por los “diclonius”, mujeres que tienen cuernos y poderes sobrenaturales, que consisten en unos brazos extensibles e invisibles llamados “vectores”, con los que pueden fácilmente asesinar a quien se les ponga enfrente. El inicio de este anime es memorable: Lucy, la diclonius protagonista,² está encerrada y amarrada en un laboratorio, desnuda y con un casco en la cabeza, cuando comienza a asesinar a todo el staff del lugar de la manera más salvaje, sangrienta y creativa. Logra escapar, pero al hacerlo recibe un disparo que la hace caer al mar, desapareciendo en la oscuridad. Una de las particularidades de Lucy, además de ser una increíble, efectiva, y guapísima asesina, es que se transforma en “Nyū”, una criatura también con cuernos, pero que no sabe hablar, hace ruidos como una bebé, es tierna, inocente y muy “buena”. Conforme se va desenvolviendo la trama se plantea una serie de problemas existenciales que hacen de la serie una especie de drama gore con toques de comedia romántica, en una atmósfera clara de ciencia ficción.

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Los tres productos que hemos descrito pertenecen a denominaciones genéricas distintas, y cada uno se caracteriza también por poseer estéticas diferentes. Asimismo, están separados por décadas y por especificidades de creación y recepción: Midori forma parte de una cultura underground que raramente sería programada en la televisión en un horario infantil, como lo fueCandy durante mucho tiempo incluso en nuestro país; y Elfen Lied es claramente una historia para adultos que, al menos en Japón, sí se transmitió por televisión. Sin embargo, tienen particularidades que las unen en la construcción de la figura femenina: no únicamente se trata de que las chicas se la pasan sufriendo (lo cual podría analizarse con alta profundidad crítica), sino de esta mezcla entre lo infantil y lo erótico sexual que caracteriza al Cool Japan y que hace que miles de turistas nacionales y extranjeros se paseen por zonas “temáticas” de Tokio fascinados con la cultura pop japonesa.

En Harajuku, la calle Takeshita (la famosa “calle de las lolitas”), es una pasarela de adolescentes cosplayers que disfrutan comprando ropa de fantasía diminuta y zapatos brillantes de tacón, orejas y colas de gato, pelucas de colores y demás accesorios que, además de ayudar a que las niñas-mujeres parezcan inocentes personajes de anime, son parte de una dinámica política y cultural que colabora a construir y expandir un mundo de fantasía que alberga todo tipo de contradicciones y que, sin embargo, ha traspasado la frontera de lo real. Esto sucede a tal grado que en Akihabara, “la Meca del manga y el anime”, las chicas inviten a los hombres adultos a entrar a un café a verlas desfilar y bailar en traje de “made”. Las mujeres-niñas no son sexis por usar poca ropa o enseñar senos o culos voluptuosos, sino por vestir de uniforme, peinarse de colitas y portar calcetas con encajes.

Si bien Japón tiene una tradición representacional erótica muy “adulta” y artística, de la que elshunga³ da testimonio, podemos notar en la cultura pop contemporánea esta sexualización de lo infantil que a algunos fascina y a otros horroriza. Alrededor de esto existe en las construcciones de rol una conjunción de elementos que no puede pasar inadvertida y que ejemplificaré con una de las series más famosas de los años noventa. En Neon Genesis Evangelion ( Shin Seiki Evangerion, Anno Hideaki, 1995) hay tres personajes principales: Shinji, el chico postpuberto que es el más débil, llorón y miedoso (no obstante, está destinado a salvar el mundo); por otro lado, Rei y Asuka, dos chicas adolescentes, valientes y comprometidas cuyo trabajo es muchas veces ayudar a Shinji. Aparece claro el “mensaje” superficial de que el papel de la mujer es ayudar y sostener al hombre. Sin embargo, también está presente una cosa más macabra. Cuando las chicas tienen que luchar contra los enemigos de la humanidad lo hacen de forma activa y fuerte, como lo hacían personajes femeninos legendarios (Marin y Shaina en Los caballeros del Zodiaco [Seinto Seiya, Toei, 1986-89], por ejemplo). La diferencia es, que aunque cada vez que veíamos el busto de Saori Kido (Atenea) con una flecha enterrada, había un escote más pronunciado, era claramente una mujer adulta; en Evangelion, Rei y Asuka tienen que usar un traje que al apretar un botón se les ajusta entalladamente al cuerpo, y permite ver las curvas seductoras de un par de niñas que están convirtiéndose en mujeres adultas.

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La principal problemática que, a mi parecer, es importante plantear en este contexto no es solamente que a personajes como Faye Valentine (Cowboy Bebop [Kaubōi bibappu, Watanabe Shinichiro,1998]), que es una delincuente ludópata y una activa antiheroína, le veamos el culo cada episodio, sino lo siguiente: gran número de adolescentes sueñan con convertirse en seiyū (actrices de voz para series de animes), muchas de ellas lograrán ponerle sus voces a cuerpos de niñas que no son suyos, pero con los que seguramente cada día algún hombre (o mujer) adulto dejará correr sus impulsos sexuales.

Quizá los dibujos de adolescentes sexualizadas en pósters o la computadora de Chobits no van a levantar la voz (como no lo hacen muchas niñas, adolescentes y adultas de carne y hueso en todo tipo de sociedades); y probablemente el gobierno japonés continuará fortaleciendo el Cool Japan y el otakuturismo con toda la distorsión que conlleva. Pero lo más preocupante es la sinceridad en las palabras de uno de los personajes de Air Doll (Kūki Ningyō⁴): «Por eso compré una muñeca, porque las muñecas no se quejan».


¹  Soft power basado en la explotación del capital comercial de la industria cultural del país, de la cual el manga y el anime son partes fundamentales.

²  La película Lucy (Luc Besson, 2014), protagonizada por Scarlett Johansson, está claramente inspirada en esta serie.

³  Producción visual cuyo tema es la representación explícita del acto sexual que floreció en el período Edo (ss. XVII-XIX) y que incluía grabados y pinturas.

⁴  Manga sobre un juguete sexual inflable que cobra vida, llevado al cine por Hirokazu Koreeda en 2009.


Jessica Fernanda Conejo es licenciada en Comunicación (especializada en Producción Audiovisual), maestra en Historia del Arte y doctorante en Ciencias Políticas por la UNAM.  Es miembro del Seminario Universitario de Análisis Cinematográfico.