La relación problemática entre violencia de género y humor en el cine
Por Israel Ruiz ArreolaWachito | 14 de mayo de 2024
Sección: Ensayo
Temas: ComediaHermanos WayansHumorKikaMachismoPedro AlmodóvarScary Movie 2Violencia de géneroViolencia sexual en el cine
Hay un chiste en Padre de familia (Family Guy, Seth MacFarlane, 1999 a la fecha) donde Peter Griffin es una fresa que disfruta de un nuevo día. De repente, aparece un gusano que recorre su cuerpo. Peter fresa lo saluda cordialmente, pero el insecto lo ignora siguiendo su recorrido hasta posicionarse debajo de él. El gusano empieza a comerlo hasta introducirse dentro de él, penetrándolo con todo su cuerpo. Peter grita de dolor. Corte A: Peter fresa está debajo de la regadera en estado de shock: «¡Él era mi vecino y me violó! Ahora ya no podré ser parte de una tarta elegante». Jajaja… jaja… ja. Tengo que aceptar que la primera vez que vi este chiste me provocó la risa. La ridiculez de la situación y el remate me parecieron francamente graciosos. Pero el tiempo pasó (el episodio se transmitió en 2009), #MeToo surgió, la conversación cambió y la duda apareció: ¿Jajaja? ¿Por qué me reí de este chiste? ¿De quién se está burlando realmente? ¿De Peter Griffin, de las víctimas de violencia sexual, de las frutas? ¿Está bien reírse de un chiste sobre violación?
Más que responder si está bien o mal reírse de un chiste de este tipo, creo que puede ser más interesante el para qué. ¿Para qué queremos contar, ver, escuchar un chiste sobre violencia sexual?[1] Dicen que la comedia es subversiva, que puede y hasta debe tocar cualquier tema espinoso porque es sano reírse de las desgracias. Dicen que la comedia es una válvula de escape que ayuda a liberar esa presión ejercida por las leyes de la sociedad. Es verdad, entre sus múltiples funciones, la comedia sabe señalar las incongruencias del sistema (social, político, cultural) y las faltas a la norma de lo que supuestamente es correcto. Pero la comedia también es un área gris muy grande cuyos claroscuros van cambiando con el tiempo, y para que sea efectiva depende de cómo se cuente, quién lo cuente y en qué contexto.
En el caso de la violencia sexual en el cine, y más específicamente hablando de violación,[2] si hacemos una recopilación de chistes sobre el tema, evidentemente encontraremos muchos de muy de mal gusto que hoy dan vergüenza, otros que definitivamente ya no deberían de dar risa pero lo siguen haciendo y, sorprendentemente, también casos de chistes bien pensados que, antes de que los debates sobre la comedia se hicieran tan públicos, ya eran y continúan siendo subversivos. Propongo hacer un ejercicio que contraste dos chistes sobre violación sexual en el cine. Uno fallido, ofensivo y hasta lamentable, y otro efectivo, que sabe encontrar el humor en la desgracia.
Scary Movie 2: El fantasma violador
En la segunda entrega de la famosa saga de parodias de películas de terror hay una secuencia en la que se burlan de los ataques paranormales de Poltergeist: Juegos diabólicos (Poltergeist, Tobe Hooper, 1982) y en la que, a mi parecer, se comete una violación. El “chiste” es así: Alex (Tori Spelling), uno de los personajes femeninos secundarios, duerme en una de las habitaciones de una mansión embrujada. El fantasma de Hugh Kane, el propietario de la casa, entra en escena (obviamente no se ve, es fantasma), le quita las sábanas, le descubre las piernas y aprovecha un bostezo de la chica para introducir su pene invisible en la boca, todo mientras ella permanece dormida. Hasta este punto, podemos decir que estamos viendo una violación por el simple hecho de no haber consentimiento previo por parte de Alex. Además, los personajes ni siquiera se conocían entre ellos antes de esta primera interacción. Supongo que lo “gracioso” de este segmento sería ver cómo un fantasma excitado consume su impulso, pero el tono cómico no alcanza a esconder lo que realmente estamos viendo: un asalto sexual. Sin embargo, rápidamente cambian las cosas. A los pocos segundos, Alex despierta, se da cuenta de lo que le están haciendo y… ¡responde con agrado al acto sexual! El giro sorpresivo de consentimiento hace que el chiste se extienda, continúen la relación sexual y hasta se parodien los movimientos de Linda Blair en El exorcista (The Exorcist, William Friedkin, 1973). El recurso cómico de invertir la reacción de espanto por la de placer, sin embargo, no es realmente suficiente para desviar la atención del problema, primero porque nunca se asume como tal el acto de violación y segundo porque el uso de la figura paranormal está siendo usada para encubrirlo. En busca de la risa fácil, la escena termina por trivializar el abuso sexual.
El fantasma violador de Scary Movie 2 (Keenen Ivory Wayans, 2001) representa al perfecto agresor sexual: es invisible, no hay forma de reconocerlo, por lo tanto, no hay a quien culpar. El personaje femenino no es consciente de lo que le han hecho previamente, ignora que el inicio del acto sexual comenzó sin su autorización, ignora o no le importa que haya sido violada. Y peor aún, ¡ella es el verdadero blanco del chiste! Primero se burlan de sus uñas largas, de sus calzoncillos, de cómo la felación invisible e involuntaria se imprime en su cuerpo. Y no conforme con la cosificación, resulta que Alex termina por gustarle y enamorarse al instante de su agresor. Incluso, más adelante en la película, la chica termina por obsesionarse y sentir celos de la esposa muerta del fantasma. Irónicamente, ella termina por convertirse en el monstruo que da miedo. Más que un chiste que quiere hacer mofa de cómo sería tener relaciones sexuales con un fantasma, se trata de la representación de una de las fantasías sexuales más cosificantes que se puedan imaginar. ¿A quién se le ocurrió tremenda idea?
Los hermanos Shawn y Marlon Wayans (Nueva York, 1971 y 1972) son los guionistas y actores principales de la franquicia. Por su parte, otro miembro de la familia, Keenen Ivory Wayans (Nueva York, 1958) se encargó de la dirección. El guion fue escrito por Shawn y Marlon, en colaboración con otro de sus hermanos, Craig Wayans (Nueva York, 1976), así como de Alyson Fouse, Greg Grabianski, Dave Polsky y Michael Anthony Snowden. En total: seis hombres y una mujer guionistas. Otorguémosles el beneficio de la duda, puede ser que en el momento no eran conscientes de que estaban promoviendo la cultura de la violación al escribir y filmar esta secuencia. Pero si recordamos que la película fue producida por Miramax Films, durante la administración de los hermanos Weinstein, es inevitable no concebirla como producto de una cultura de violencia hacia las mujeres hasta ese momento incuestionable en la industria cinematográfica estadounidense. Puede que no haya mucha sorpresa en lo que se está analizando. Esta película, así como otras obras populares de los hermanos Wayans de la misma época, está plagada de sexismo, machismo y homofobia. Tampoco se trata de condenarlos, creo que algunos de los chistes dentro de la misma película y otras como ¿Y dónde están las rubias? [White Chicks, 2004] han perdurado mejor en el tiempo. Pero en este ejemplo determinado queda registrado que el director y siete guionistas firmaron uno de los chistes más machistas del cine comercial estadounidense de las últimas décadas.
Kika: «No puedo estar todo el santo día esperando a que te corras»
Del otro lado de la moneda, un mejor ejemplo de cómo encontrar el humor en una situación tan lamentable como es una violación, lo hizo Pedro Almodóvar en Kika (1993). Como es característico del director español, la película es un melodrama extravagante con una trama enrevesada que gira en torno a Kika (Verónica Forqué), una maquillista de carácter alegre y positivo. La violación ocurre a mitad de la película ocupando un espacio de casi 15 minutos y la forma en cómo se desarrolla es mucho más compleja –y definitivamente mejor filmada– que el sketch de Scary Movie 2. Están involucrados muchos personajes en lo que termina siendo una comedia de enredos que incluye a Kika (la víctima), Paul Bazzo (el violador, ex actor porno y fugitivo de la justicia), Juana (trabajadora del hogar y hermana de Paul), Ramón (pareja de Kika y voyerista anónimo), dos policías y la presentadora de televisión Andrea Caracortada. Para analizar mejor la secuencia, dividámosla así:
- Paul Bazzo (Santiago Lajusticia) llega al departamento de Kika. Juana (Rossy de Palma) lo recibe y arma un plan para que su hermano robe algunas cosas y se vaya rápido.
- Paul entra en la habitación de Kika, la observa, se excita y se va.
- Paul regresa a la habitación. Comienza a violar a Kika. Ella despierta y pide auxilio.
- Ramón (Àlex Casanovas) descubre el crimen y llama a la policía.
- Juana entra a la habitación. Las mujeres intentan convencer a Paul de que se vaya.
- Los policías (Jesús Bonilla y Karra Elejalde) llegan al cuarto. Paul los ignora. Lo separan por la fuerza de Kika.
- Paul se fuga.
- Caracortada (Victoria Abril) llega para entrevistar a Kika.
Se trata de una broma larga, muy larga, y eso es parte importante de su efectividad. La secuencia comienza con la alegre melodía “Mamá, yo quiero” de Pérez Prado. Se podría decir que Almodóvar (Calzada de Calatrava, 1949) nos está avisando que lo que estamos a punto de ver no debe ser leído con la solemnidad y terror con los que suele ser manejado el tema. En un principio, el cineasta juega peligrosamente con erotizar el encuentro: Paul Bazzo coloca un gajo de mandarina en el área sexual de Kika, ella lanza una risilla placentera y después Paul se lleva el pedazo de fruta a la boca para saborearlo. Afortunadamente, ¿afortunadamente?, el erotismo no pasa de ahí y el violador comienza a penetrarla mientras Kika permanece dormida, muy parecido a Scary Movie 2. Pero a diferencia de Alex, cuando Kika despierta se resiste inmediatamente al ataque y es consciente de que está siendo violada. Una reacción más realista, sin duda. Lo gracioso viene cuando Kika maneja la situación con su particular forma de ser. Reconoce al violador, se presenta a él, le dice que está muy mal lo que está haciendo. Le hace ver que no está en una filmación porno, sino en una violación auténtica y ¡hasta se ofrece a escuchar sus problemas! Es inverosímil mostrar cierta empatía por el violador y más durante el acto mismo, pero precisamente en eso radica el humor, en la sorpresa y la reacción fuera de lo esperado. Kika es una víctima, pero no se comporta como uno esperaría: sí, hay forcejeos y manotazos, pero en vez de llantos o gritos desgarradores o incluso un mutismo producto del shock, su lugar lo ocupa un razonamiento naíf con comentarios como: «Me imagino que no habrás tenido el detalle de ponerte un condón. Porque lo menos que puedes hacer si vas violando a la gente por ahí es ponerte un condón». Aunque esté siendo sometida debajo del cuerpo de su victimario, la inocencia de Kika está muy por encima de la bestialidad de Paul.
En la segunda parte del chiste, Ramón, desde otro edificio en su faceta de voyerista, descubre la violación y llama a la policía. A continuación, viene un segmento de descanso que presenta a dos personajes secundarios y que se burla de la ligereza con que es tomada la denuncia por parte de los policías con preguntas como «¿Y tú como sabes [que la están violando], eres el violador?» «Vale majete, a ver si te violan a ti también». Mientras tanto, la violación continúa y continúa. Los personajes se van sumando alrededor de la cama: primero Ramón desde la distancia, luego Juana amordazada, le siguen los dos policías y más adelante Caracortada. Es absurdo ver cómo Paul Bazzo no puede detenerse ante los reclamos, ni siquiera con un arma apuntándole en la cabeza. En el colmo de la situación, los policías intentan separar por la fuerza a Paul de Kika hasta que logran poner fin a la violación.
Almodóvar hiperboliza así el ataque sexual poniendo en ridículo a todos los involucrados, pero principalmente al violador. Paul Bazzo es una caricatura sexual, inmoral, impulsiva y violenta. Lo gracioso no es que viole a Kika, sino que su impulso sexual lo vuelve obtuso ante cualquier factor exterior. «Oye ¿no tienes bastante con dos orgasmos?», le pregunta Kika al violador. «Mi récord está en cuatro sin salirme, yo creo que lo bato, lo bato, lo bato». A pesar de que se sale con la suya, eyaculando por tercera vez y logrando escapar, la película, a diferencia de Scary Movie 2, nunca niega su condición de criminal. De hecho, se sabe que es un violador en serie que además de aprovecharse de Kika, ha abusado de su hermana Juana y otras mujeres de su familia. Paul es un personaje cómico dentro de los parámetros que establece el filósofo francés Henri Bergson: «el vicio que nos convierte en personajes cómicos es aquel que nos viene de fuera como un marco ya hecho al que debemos de ajustarnos, aquel que nos impone su rigidez, […] el que nos reduce».[3] El vicio de Paul Bazzo es la lujuria. El deseo desmedido lo reduce a una máquina sexual, a una erección que sólo sirve para la penetración mecanizada. Paul no pude advertir su ridiculez porque dejaría de ser gracioso; si toma consciencia de sí y de sus actos, se puede abrir espacio a la empatía y por ende al drama, terminando así con la risa a sus expensas.
Almodóvar termina la secuencia con la irrupción de Caracortada en la escena del crimen. La periodista quiere entrevistar a Kika para su programa de televisión sensacionalista. Aunque manifiesta cierta consideración por el estado la víctima, su objetivo es la exclusiva. El personaje es graciosamente insensible al atacar con una serie de preguntas cada vez más invasivas y fuera de proporción: «¿Cómo se comportó Paul durante la violación? ¿Cuántas veces se corrió él? ¿Y usted, llegó también al orgasmo? ¿Piensa que la fuga de Paul es una maniobra política de la oposición?» Kika la ignora y pide al policía que la saque de su departamento. Pero en la cúspide del cinismo, Caracortada le reclama: «Señorita, su conducta atenta contra la libertad de expresión». Caracortada tampoco puede ser autorreflexiva sobre su desvergüenza, sino se pierde el humor a sus expensas. Con este remate, Almodóvar critica los modos del periodismo y el morbo con el que se nutren los medios amarillistas. De paso, también evidencia la revictimización a la que son sometidas las víctimas de violencia sexual y la forma en cómo los medios lo convierten en espectáculo para consumo social.
A diferencia de Scary Movie 2, Almodóvar no hace de la mujer el objeto central de su burla. Se ríe alrededor de la violación, se ríe de la hipersexualización de Paul Bazzo, de la incredulidad de la policía, del acoso de Caracortada. El director y guionista es conocido por colaborar con mujeres y Kika es su décimo filme. Me parece que al trabajar de cerca con ellas y hacerlas sus protagonistas es más consciente y cuidadoso de cómo manejar temas como éste y el efecto que producen en sus personajes. Kika sabe que fue violada, desarrolla sentimientos al respecto y se indigna con justa razón cuando ve cómo su violación es utilizada para entretenimiento televisivo. Aun así, su condición de víctima sexual no termina por definirla. Su carisma se mantiene intacto y el guion le permite más posibilidades al personaje. Kika es más que su violación.
«Ahora todo es machismo, no se puede hacer ni un chiste»[4]
Naturalmente, lo que me hace reír a mí, no tiene por qué hacer reír a los demás. Es muy probable que a una víctima de violación no le parezca gracioso ninguno de los dos ejemplos mencionados. O tal vez sí. Para Bergson, «no hay mayor enemigo de la risa que la emoción. Para que lo cómico produzca todo su efecto exige una anestesia momentánea del corazón. Se dirige a la inteligencia pura».[5] Si se siente cierta pasión por el tema, si comenzamos a sentir simpatía por el objeto de la burla, la risa no puede brotar. Difícil separar la emoción cuando se ha sufrido un abuso sexual de esa magnitud, o cuando por el simple hecho de ser mujer son más altas las probabilidades de ser violada.[6] ¿A los violadores les parecerán gracioso este tipo de bromas? Y es que detrás de ambos chistes se encuentra una cuestión tanto de moralidad, como de género. Ambos ejemplos operan sobre el binomio hombre/mujer, ambos intentan encontrar el humor en un fenómeno histórico-social repensado por la teoría feminista como un acto de poder para perpetuar la dominación patriarcal sobre las mujeres. Ambas películas son dirigidas y escritas –en su mayoría en el caso de Scary Movie 2– por hombres y en ambas la víctima es femenina. Una lectura con perspectiva de género de ambas películas además de «apagar momentáneamente la emoción y apelar a la razón», nos permite identificar cómo funciona su humor y calificarlo de cómico u ofensivo.
En el caso de Kika, Almodóvar fue criticado por la secuencia desde el estreno de la película, siendo acusado por grupos de feministas de no tomarse en serio el problema. Yo creo que sí se lo tomaba en serio por lo anteriormente mencionado. Desde un principio él era consciente de lo que podía provocar una broma así, pero creía que el problema está en la lectura literal de sus películas: «Si quieren, puedo explicarles cuál era mi intención tras la escena de la violación, pero sería como explicar un chiste. La fuerza del chiste desaparece cuando tienes que explicarlo».[7] ¿A caso yo estoy haciendo lo mismo con el chiste de Scary Movie 2? ¿Lo estoy leyendo demasiado literalmente? Cada obra artística pone las reglas de su juego con las que debe ser entendida. El humor de los hermanos Wayans evidentemente no es el mismo que el de Almodóvar. La comedia de los primeros es más burda e infantil, lo que se conoce como sophomoric humor; el humor del español es más negro y sofisticado. Pero hasta para hacer “humor tonto” se necesita inteligencia y conciencia de lo que se quiere conseguir con la risa, si no se corre el riesgo de perpetuar mensajes retrógrados y reforzarlos. Y no es que los Wayans no sean capaces de hacerlo. De hecho, hay otro chiste de violación mejor ejecutado en Scary Movie 2 donde uno de los protagonistas, Ray (Shawn Wayans), abusa de un muñeco diabólico con forma de payaso. La secuencia comienza como otra parodia a Poltergeist: Juegos diabólicos con jump scare incluido para después convertirse en una sátira donde se invierten los papeles de víctima y victimario. La acción se desarrolla oculta debajo de una cama y sólo hay algunas insinuaciones sonoras de índole sexual, pero cuando aparece en escena un pene gigante que enrolla y atrapa al payaso, no hay duda de lo que está sucediendo: Ray está violando al payaso (aquí tampoco hay consentimiento e incluso el payaso muestra cara de sufrimiento). Me parece que este chiste está mejor direccionado que el del fantasma violador porque la risa surge a partir de un objeto despersonalizado. Además, es significativo que recurran al payaso, una figura resistente al pastelazo, construida históricamente para recibir la burla. En este caso, lo que se ataca con la risa no es la vulnerabilidad de un ser humano sino a los clichés del género de horror.
El filósofo austro-americano Alfred Stern considera «la risa como un juicio de valor, una estima negativa concerniente a una degradación de valores […] La sociedad se ríe de las debilidades humanas porque son degradaciones de fuerzas humanas que constituyen valores positivos; por esta razón castiga con su risa las debilidades humanas que el individuo podría evitar».[8] Para Stern, la risa implica una crítica que puede ejercer una función correctiva. Con nuestras risas decimos al individuo que ha cometido una tontería. En el caso de Kika, la risa expresa el valor negativo con el que juzgamos el crimen de Paul Bazzo y el acoso mediático de Caracortada. Primero se trata de una risa incómoda al saber que proviene de una “debilidad humana” muy grave (un crimen), pero la exageración le da espacio a la risa para dirigirse en contra del ejecutante. Nos reímos de este hombre porque sabemos que está mal violar, calificamos su deseo y potencial sexual (cuatro orgasmos sin salirse) no como una virtud, sino como lo que realmente es: un delito contra una mujer, un acto de poder avalado por siglos de dominación masculina. Con nuestra risa también estamos criticando el tipo de periodismo que representa Caracortada, uno carente de empatía y explotador del dolor ajeno (incluso se puede decir que Caracortada participa de una segunda violación simbólica al televisar el video del crimen sexual, revictimización una vez más a Kika).
En Scary movie 2, la risa opera sobre la degradación del valor del cuerpo de la mujer y de su personalidad. El problema no es que Alex sea un personaje unidimensional, pensado para ser objeto de burla, el problema es que todo recae en su condición de mujer, en la degradación de su feminidad. Y lo realmente preocupante es que los Wayans lo hacen desde un aparente desconocimiento, pues nunca asumen como tal que se trata de una violación. Así, la risa que puede llegar a provocar termina por afirmar la superioridad del valor masculino sobre el femenino. Se replica en pantalla el pensamiento machista, uno que banaliza la cultura de la violación y que refuerza la idea de que el hombre controla el cuerpo y placer femenino.
¿Jajaja?
Tanto para Bergson como para Stern, la comedia tiene una función social y la risa castiga con su crítica las costumbres de la comunidad. El segundo dice:
El individuo no puede escapar a esas presiones sociales, puede violarlas, pero con peligro de toda clase de sanciones sociales y aún penales. El individuo se venga, buscando degradar por medio de bromas los valores morales que todas esas prohibiciones y convenciones buscan salvaguardar. Su propia risa es para el individuo una liberación simbólica de una opresión social a causa de la cual sufre.[9]
¿Cuáles son las costumbres sociales que buscan castigar los hermanos Wayans con el chiste del fantasma violador? Ninguna. Al contrario, como ya se explicó termina por reforzar algunas de las más nocivas. Y tampoco es que sea su obligación hacer una crítica, pero es innegable que en el proceso de burlarse de los códigos del cine de horror terminaron por perpetuar códigos del patriarcado. ¿Y Kika? A mí parecer, Almodóvar tenía más claro su objetivo cómico desde un inicio: degradar los valores del machismo (hipermasculinización, violencia, poder, intimidación) exponiéndolos de forma radical para ridiculizarlos, e incluso para evidenciar la impunidad descarada que gozan los criminales sexuales. Es verdad que la risa es un arma poderosa, y si los cineastas no procuran ser más conscientes de la base moral sobre las que se construye su humor, corren el riesgo de atacar al oprimido en vez de las costumbres del opresor. Si se quiere hacer reír al público con un chiste de violación a una mujer, es necesario reconocer las leyes de dominación patriarcal que inherentemente forman parte de la situación. Hay que intentar discernirlas aunque no sean claras a simple vista, aunque intenten pasar desapercibidas, invisibles como un fantasma.
Pienso que se pueden imaginar escenarios donde lo verdaderamente políticamente incorrecto resulte gracioso sin ser ofensivo, donde la crítica de la risa apunte hacia el verdadero centro de poder. Pienso de nuevo en Peter Griffin convertido en fresa sufriendo porque un gusano lo violó. Pienso que todavía lo encuentro gracioso. Pienso que Peter es un personaje que encarna algunos de los peores vicios de la sociedad estadounidense, literalmente es una caricatura concebida para ser el blanco de burlas. Pienso que la tragedia y lamento de Peter fresa pueden ser leídos como una analogía de los estigmas sociales que una violación imprime en la víctima. Pienso que en este microchiste ahora la víctima de la violación es masculina (o supuesta violación, porque lo que realmente hace el gusano es comerlo). Pienso que tal vez estoy explicando demasiado el chiste y me estoy privando de una ¿simple? risa.
Israel Ruiz Arreola, Wachito, es uno de los editores de Icónica y forma parte del equipo editorial de la Cineteca Nacional desempeñándose como investigador especializado. @wachitoruiz
[1] Entenderemos el término de violencia sexual según la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia de México, artículo 6, fracción V: «cualquier acto que degrada o daña el cuerpo y/o sexualidad de la víctima y que por tanto atente contra su libertad, dignidad e integridad física».
[2] En términos jurídicos, el Código Penal Mexicano en el Artículo 265 menciona que «comete el delito de violación quien por medio de la violencia física o moral realice cópula con persona de cualquier sexo [cópula, la introducción del miembro viril en el cuerpo de la víctima por vía vaginal, anal u oral, independientemente de su sexo.]. El concepto ha ido evolucionado a la par del desarrollo de las teorías feministas que también lo entienden como un acto de poder, de dominación, y político, siendo Susan Brownmiller y su libro Against Our Will: Men, Women and Rape (1975) una de las referencias obligadas. Para Alicia Valdés, politóloga especializada en filosofía política feminista, «el consentimiento no es la condición sine qua non para mantener relaciones sexuales, sino que es el grado de violencia “lo que determinará en última instancia si estamos frente a un delito, llámese abuso o agresión”». Para los efectos de este ensayo, se consideran necesarios los elementos de cópula con persona de cualquier sexo, la falta de consentimiento y el uso de violencia física o moral para considerarlo como acto de violación, considerándolo también como el más grave de todos los delitos sexuales.
[3] Henri Bergson, La risa: Ensayo sobre la significación de lo cómico, Sarpe, Madrid, 1985, p. 15. Traducción: Amalia Aydée Raggio.
[4] Vega Alonso del Val, “Las frases machistas más controvertidas”, sitio oficial de Amnistía Internacional España, 6 de marzo de 2020.
[5] Bergson, op cit, p. 13.
[6] Según datos del INEGI, en 2021 se habrían cometido más de 88 mil violaciones a mujeres en México lo que significaría que, en promedio, cada día habrían sido violadas 243 mujeres mayores de 18 años en todo el país. Información publicada el 6 de agosto de 2023 en el sitio web del Senado de la República.
[7] Peter Bowen, “Political Correctness, Gautier and the Politics of Gay Cinema: Pedro Almodóvar Discusses Kika”, Filmmaker Magazine, primavera 1994.
[8] Alfred Stern, “La risa, el llanto y la filosofía,” Diálogos año 2, núm. 3, Universidad de Puerto Rico, San Juan, enero-julio 1965, p. 62.
[9] Ídem.