La balada del Oppenheimer Park

La balada del Oppenheimer Park

Por | 5 de octubre de 2017

Nos encontramos en Canadá, país considerado como uno de los más desarrollados del planeta. Varios automóviles se desplazan por las calles que rodean el Oppenheimer Park, en Vancouver, mientras, en su centro, un modesto carruaje de siglo desconocido es consumido por el fuego en medio de la noche. Dicho así, la discontinuidad espaciotemporal aprehendida, es decir, la modernidad representada por los edificios y los automóviles contrastada con el misterioso carruaje en el parque, pareciera ser pueril y sin trascendencia alguna. Sin embargo, el valor de dicho plano radica en el desentierro que Juan Manuel Sepúlveda realiza de la incómoda asincronía que contradice y molesta a la concepción de la historia como progreso. En efecto, la existencia de dicho carruaje acompañado de un grupo de indios canadienses rompe con una de sus tesis principales, a saber, que la humanidad se desplaza por etapas civilizatorias, mismas que ya han sido superadas por la civilización actual.

Si bien es cierto que las historias coloniales en América son cruentas en grado sumo, de tal modo que para no repetir sucesos históricos vergonzosos es necesario conocerlas, en La balada del Oppenheimer Park (2016) Juan Manuel Sepúlveda (Pachuca, 1980) no se preocupa por apoyarse en la entrevista acompañada del archivo histórico para intentar realizar una reconstrucción teniendo como finalidad hacernos saber cuáles eran las formas utilizadas en el ejercicio de la violencia en el pasado. Al contrario, el documentalista introduce la cámara en la cotidianidad de la vida de las personas sin techo que habitan el parque para que, a través de sus vivencias y pláticas cotidianas, nos acerquemos a los hábitos que les permiten soportar la violencia del presente. Entre estos hábitos, encontramos a organizaciones que se desplazan hasta Oppenheimer Park con el objetivo de llevar a cabo actividades recreativas, o un juego de naipes entre camaradas cuando el atardecer se prepara para recibir la noche. Asimismo, están presentes la drogadicción, el alcoholismo, y las discusiones que en sus momentos álgidos se permean del resentimiento acumulado por décadas de exclusión sistemática.

En La balada del Oppenheimer Park, mostrar la cotidianidad de los primeros pueblos radica en poner al descubierto el otro lado de la moneda del progreso y la modernidad en países considerados de primer mundo como Canadá, haciendo explícitas las formas veladas de violencia y exclusión en los procesos de identidad nacional efectuados en las naciones que alguna vez fueron colonias. Esa contradicción inmanente a la modernidad y el progreso, de la cual, nos guste o no, como sujetos históricos, somos parte, es la que Juan Manuel Sepúlveda nos invita a pensar, no desde una victimización del indígena producto de la maldad colonial moderna, sino en un ejercicio autocrítico, desde Canadá hasta Tierra del Fuego, de las formas en las cuales continuamos construyendo sociedad en nuestros países.


Eduardo Zepeda estudia la licenciatura en Filosofía en la UNAM. Fue ganador del VII Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes “Fósforo” 2017, categoría “Licenciatura”, en el marco del Festival Internacional de Cine UNAM.