Las mujeres en Game of Thrones

Las mujeres en Game of Thrones

Por | 26 de febrero de 2016

Empecemos por hablar de equidad de género. Cuando, por ejemplo, un parlamento tiene la misma cantidad de hombres que de mujeres –el caso, como se ve, es totalmente hipotético– podría decirse que es equitativo. Ahora, si se diera el caso de que participaran más mujeres que hombres –aquí ya entramos al terreno de la ciencia ficción– ninguna mujer lo consideraría inequitativo (si un hombre lo hiciera sería mejor que se mantuviera calladito ante la inminencia de un castigo público). La verdad es que no importa. Equidad sólo hay una y no es numérica sino cotidiana, por más que los números nos den claridad geométrica. Si trasladáramos este argumento a la televisión estadounidense habría una sola serie que, en principio, podría considerarse equitativa: Game of Thrones (David Benioff y D. B. Weiss, 2011 a la fecha). Ahora, sería necesario cuestionarnos, ¿es realmente equitativa? Y, en caso de que lo fuera, ¿qué podría significar esto en las industrias audiovisuales anglosajonas?

¿Por qué podríamos considerar que Game of Thrones es un producto equitativo? En un primer momento, porque al menos en una balanza general hay una cantidad similar de personajes masculinos y femeninos con atributos similares. No obstante, más allá de un conteo geométrico aproximativo, es indispensable examinar más detalladamente los papeles que juegan las mujeres en la serie para hacer un dictamen informado.

La primera presentación de Sansa Stark (Sophie Turner) respondía al estereotipo de la princesa que bien conocemos –con vestidos elegantes, esperando a un príncipe, con el que además estaba comprometida. Sin embargo, jamás esperó que su príncipe fuera un sádico y que terminaría yendo de un lado a otro sin encontrar su sitio. Hay algo que se condensa en la figura de Sansa: en Game of Thrones no hay lugar para princesas. Esa ilusión e ingenuidad de ganarse todo por una cara bonita y una actitud sumisa siempre se frenará por el encuentro con un hombre abusador. Es una Princesa Disney® atrapada en el mundo real (como todas las Princesas Disney®).

Ahora, si bien las princesas no tienen lugar en los juegos de los tronos, las villanas sí logran desenvolverse plenamente. Cersei Lannister (Lena Headey), guapa, astuta e impulsiva, es una femme fatale total. A diferencia del modelo típico del cine hollywoodense y sus similares, no será domada por el héroe; al contrario, ha doblegado a varias de sus contrapartes masculinas, su marido, su hijo menor, y, por momentos, su propio padre, para convertirse en un eje de poder en Kingslanding –un eje de poder temporal, siempre disputado. Cersei, en realidad, es el vértice de un núcleo de personajes femeninos habituados a ejercer el poder político y familiar (otros personajes similares son Margaery Tyrell, Olenna Tyrell o Ellaria Sand), y aunque en su caso el amor materno es uno de sus principales motores, no deja de pertenecer a las largas filas de los antagonistas.

Otro aspecto importante por considerar es que, probablemente, Game of Thrones, haya sido el primer producto de gran impacto popular con mujeres que miden sus habilidades físicas como iguales a las de los hombres. Tomemos por ejemplo a Brienne of Tarth (Gwendoline Christie), quien, a pesar de ser tratada por muchos como un caballero, se rehúsa a serlo porque, a final de cuentas, no deja de ser mujer –con todo y su armadura, su espada y su talento para el combate cuerpo a cuerpo. Destaca en otro núcleo, muy amplio, de personajes femeninos como Arya Stark, Ygritte, Osha, Yara Greyjoy, Meera Reed, etc.

Finalmente, Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) podría no tener parangón en los medios audiovisuales. Es una joven destinada a ser reina en el continente de Westeros, pero que se convierte mágicamente –sobrevive intocada a una pira funeraria donde empolla tres dragones– en emperatriz en el continente de Essos y decide liberar a los oprimidos para terminar encontrándose con los límites y la soledad del poder.

El panorama apunta, desde estos casos mínimos, a una amplitud casi inaudita en el tema de la representación femenina que, mientras no deja de alimentarse de la tradición audiovisual anglosajona, también la discute. Sin embargo, no podemos ignorar el hecho de que todas estas protagonistas están encontradas con la infinidad de jovencitas que pasean sus senos y sus nalgas ante la cámara; están permanentemente sujetas a una mirada masculina que los creadores de la serie o HBO utilizan como gancho comercial. En el mejor, pero, de verdad, en el mejor, de los casos esto sólo es contradictorio. Aunque sin duda, Game of Thrones plantea un universo donde, en la anécdota, lo masculino y lo femenino están más o menos balanceados, a final de cuentas, es en el aparato mediático anglosajón donde están las trabas. ¿Algún día se podrán equilibrar satisfactoriamente las miradas masculinas y femeninas?


Amanda van Huët estudia el doctorado en el Instituto de Análisis Cultural de la Universidad de Ámsterdam.