Swagger: Gente con estilo

Swagger: Gente con estilo

Por | 27 de julio de 2017

Se dice que todas las historias o al menos todas las películas tienen un paradigma: el planteamiento, donde se presentan a los personajes y la situación para crear un concepto; el segundo acto, donde se desarrolla una serie de conflictos que ponen a los personajes en dificultades para lograr sus objetivos; y el tercer acto, donde se lleva a cabo la resolución, en la cual los personajes pueden o no cumplir sus metas.

En la vida real esta pulcra estructura no existe, por lo que incluso historias basadas en eventos reales tienen que ser adaptadas para llegar a ser relatos. Al pensar en documentales uno creería instintivamente que la cosa es distinta, pero aunque el proceso es definitivamente diferente al de las películas de ficción, el documental también termina narrando.

Este repaso por las bases del documental, algunas muy obvias, son útiles para entrar la discusión de Swagger: Gente con estilo (Swagger, 2016), donde Olivier Babinet  nos presenta las vidas de 11 jóvenes migrantes o hijos de migrantes que viven en uno de los municipios más peligrosos y descuidados de Francia.

Sujetos como el extravagante Régis, que sueña con ser un estilista y siempre se viste a la moda, la pequeña Naïla, que es muy inteligente para su edad y tiene grandes planes para estudiar arquitectura, o las introvertidas Aïssatou y Mariyama, quienes se sienten fuera de lugar aun dentro de un grupo de marginados, nos invitan a descubrir la manera en la que se ven a sí mismos y en la que ven su situación. Pero en lugar de concentrarse en las duras condiciones en las que ellos viven, Babinet (Estrasburgo) y, Timo Salminen (Helsinki, 1952), su cinematógrafo, nos pintan a un Aulnay-sous-Bois lleno de color y oportunidad en el que los jóvenes son libres de soñar e imaginar sus futuros. Este efecto se logra, entre otras cosas, gracias al estilo poco convencional que se ha elegido para contar estas historias.

No es sorpresa que Babinet haya tenido sus comienzos en la dirección de videos musicales: uno de los mayores atractivos de Swagger está en su tratamiento visual. El manejo de la luz, la paleta de colores y la composición de las tomas otorgan una imagen digna de exhibirse en pantallas IMAX. Tampoco es difícil de creer que esta película también marque su primera vez como director de una película documental: al igual que estos jóvenes parecen no encajar con el resto del país que habitan, esta película se encuentra en una suerte de limbo entre la ficción y la no ficción. Los realizadores utilizan recursos como la entrevista y la observación para adentrarnos en las vidas de este extenso reparto, pero también utilizan técnicas y herramientas casi siempre reservadas a la ficción: acercamientos, puntos de vista en primera persona y tomas hechas con grúas son algunos de los recursos que funcionan para comprometernos más con los personajes, inclusive hay una secuencia totalmente de fantasía donde unos drones atacan la ciudad.

Al ver Swagger uno puede preguntarse por qué se siente diferente a lo que se ha visto antes y la respuesta está en que esto no es en sí un híbrido, sino una producción documental que utiliza todos los recursos a su disposición, muchas veces mediados por el videoclip, para contar una historia donde la autorrepresentación y las fantasías de los retratados juegan un papel crucial. Quizá esto no debería tomarse como el salto de Babinet de la ficción al documental. Justo como sus protagonistas, esta película no se define por categorías, sino que crea su identidad por sus propios méritos, aunque esto signifique romper las reglas de vez en cuando.


Andrea Briseño estudia Producción Cinematográfica Digital en la Universidad de Monterrey.