Aquí no ha pasado nada

Aquí no ha pasado nada

Por | 2 de febrero de 2017

Chile. 18 de septiembre de 2013. Martín Larraín, hijo del exsenador chileno Carlos Larraín y perteneciente a una de las familias más influyentes del país andino, atropelló y mató a Hernán Canales en la localidad de Curanipe. Luego de un proceso judicial con tetras amañadas, quedó en libertad tras un fallo a su favor. El párrafo anterior podría ser la síntesis de una nota o un artículo que propicie el debate. Hablar de corrupción, impunidad. De un sistema político fallido. De crisis social no sólo en Chile, sino en buena parte de Latinoamérica si atendemos al espíritu de unidad que nos identifica como homólogos. Y de hecho, fue así. El caso alcanzó una buena cobertura mediática que llegó al cine de la mano del director Alejandro Fernández Almendras. Con las distancias debidas en tanto al cambio de nombres, fechas y lugares para eludir los conflictos legales, Aquí no ha pasado nada (2016) recrea este hecho, con la peculiaridad de seguir examinando a la sociedad chilena en sus vicisitudes ideológicas, siguiendo la línea de sus trabajos previos como Huacho (2009) y Matar a un hombre (2014). Si en esta última, Fernández Almendras (Chillán, 1971) puso en juego el tema de la justicia a mano propia ante la impunidad criminal y la corrupción legal de los aparatos judiciales de su país, en Aquí no ha pasado nada sitúa la crítica desde la figura del chivo expiatorio, depositado en su protagonista, un joven llamado Vicente (Agustín Silva), el cual vive centrado en las drogas, el chat, el sexo y el alcohol. Sin preocupaciones. Lo que importa es divertirse. Boys just wanna have fun.

Con esta premisa, las primera parte del relato parece indicar el tópico habitual: una juventud perdida, sin límites y rumbos –eso sí, con un buen estatus social– que puede dominar su mundo, a través de viajes en carretera, fechorías y fiestas que parecen no tener fin. “Gente bien”, se dirá. Con caras afinadas y cabellos relucientes. Sin embargo, la acidez se presenta cuando Vicente, alcoholizado y un poco torpe, es acusado de atropellar a un hombre. No recuerda nada. Sus “amigos” lo acusarán. Todo está puesto para ser el chivo expiatorio. Y es aquí cuando la historia gira para explorar el juego moral del desconcierto juvenil a través de Vicente y su encierro en una burbuja de cristal provista por la familia, convertida aquí en un ente protector capaz de evadir a la justicia.

Fernández Almendras es sutil, y aunque no incite a la provocación, da pauta para pensar en las diferencias de clases y en los aparatos gubernamentales capaces de liberar al “asesino” si éste proviene de una familia acomodada. Sin embargo, más allá de la reconstrucción del hecho (el cual da saltos temporales no del todo concisos), lo que parece importarle al director es el silencio en torno al suceso. Lo que no se dice tan fácil en pantalla: las voces acalladas de la familia del atropellado, la incredulidad de los cómplices del acto, la corrupción enmarcada en la figura de los abogados y la policía, y la aparente ingenuidad de Vicente frente a su realidad.

«La verdad no es la verdad, es lo que podéis comprobar», se escucha en cierto momento. Y en Aquí no ha pasado nada lo que importa es el cómo estructurar esas certezas. ¿Qué más da el atropellado? ¿Qué más dan las protestas por redes sociales y las campañas en Twitter? Lo central es la evasión. Aquí no pasa nada. Al menos Vicente lo sabe, ya que puede seguir alcoholizándose y teniendo sexo con una de sus mejores amigas. El realizador chileno combina el retrato juvenil con la denuncia social, y forja un largometraje conformado por planos fijos y formales que rompen con la propia estética de las cintas cuyo tema son los jóvenes y su desapego a los valores sociales, sin radicalizar su propuesta si lo comparamos con los trabajos de Andrea Arnold, Gus Van Sant o Andreas Dresen. Crea un retrato sobrio y frío, visto desde una clase socioeconómica alta (al contrario de Matar a un hombre, donde el protagonista vivía en los suburbios medios) y provista de valores contrarios a lo que supone la democracia. Aquí no ha pasado nada es un trabajo reflexivo que hace de Fernández Almendras uno de los directores más propositivos del cine chileno contemporáneo.


Edgar Aldape Morales es asistente editorial en la Cineteca Nacional.