Cine de todos para todos: El cine como h

Cine de todos para todos: El cine como herramienta educativa

Por | 22 de julio de 2016

    *Proyección de Entre la noche y el día (Bernardo Arellano, 2011), organizada por El Cine Club en Parque la Ceiba (Playa del Carmen).

Nos hemos elitizado tanto. Pareciera que la educación del cine como arte es privilegio de unos pocos, cuando por la cantidad de materiales audiovisuales en el cotidiano, deberíamos considerarla como parte fundamental del desarrollo integral de los individuos.

En Informe para una academia de Franz Kafka, un simio relata ante universitarios los pormenores de su captura y de cómo logró hablar y asemejarse al hombre civilizado. Francisco Toledo realizó una serie de grabados inspirados ese cuento. El artista oaxaqueño vio reflejada su experiencia vital en las peripecias del mono: se despojó del salvaje entorno zapoteca de Juchitán para hablar y “civilizarse” en las prácticas artísticas del París moderno. Esta experiencia es muestra ejemplar del modo en que para hacer arte, uno parece tener que dejarse su indumentaria de “atraso” popular y/o indígena y vestirse a la moda parisina o resignarse a adoptar el American way of life que también permite expresiones artísticas de otro calado.

Pasa lo mismo en el cine, algunos dicen tener la mirada iluminada del cineasta frente a nosotros, el común de la gente, que somos incapaces de entender y hacer “buen” cine por nuestro analfabetismo audiovisual y porque nos dejamos manipular e influenciar con el discurso de las películas hollywoodenses y de la televisión nacional.

Pero resulta que no es que seamos incultos, ignorantes o faltos de apreciación estética, sino que apreciamos los tipos de cine y de televisión a los que nos han acercado afectivamente toda la vida, a los que nos han enseñado a apreciar y a amar. Y resulta que es siempre el mismo tipo de formas y contenidos. A fuerza de repetición, las adoptamos. No hemos tenido un acercamiento afectivo a otros tipos de cine, sólo a ése. Y como el cine construye una manera de ver, entender, percibir y apreciar el mundo real, resulta que nosotros vemos, entendemos, percibimos y apreciamos el mundo de manera parecida al cine que nos gusta, al que nos han enseñado a que nos guste. El cine tiene una capacidad formativa de la que pocas veces nos percatamos.

Muchas veces tenemos miedo a no entender, a aburrirnos, a dormirnos con ese tipo de cine que nos han dicho es difícil, que no podemos entender ni apreciar porque necesitamos educarnos para verlo. Cuando en realidad no es que tengamos que leer a Aristóteles y a Pierre Bourdieu o saber de semiótica y hermenéutica, sino simplemente sentarnos en la butaca y asombrarnos con nuevas maneras de percibir el mundo en cada plano, en cada sonido, en cada cambio de imagen. Y después de todo parece ser que esa barrera ficticia que pareciera todos se esfuerzan por remarcar, para decir este es el cine de los cultos-educados y este otro el de los ignorantes-manipulados, no existe.

¿En este contexto cómo debería ser la educación cinematográfica? Primero que nada tendríamos que proporcionar a las escuelas un acervo de películas de todo tipo, de todo el mundo, lentas y rápidas, realistas y artificiosas, espectaculares e íntimas, de derecha a izquierda y de abajo a arriba. Estas películas tendrán que acompañarse de la introducción afectuosa de maestros asombrados y fascinados con las posibilidades expresivas del cine. ¿Que no se puede? ¿Que es muy caro? El 20% de los estudiantes de secundaria estudia en telesecundarias que cuentan con el equipo necesario para ver cine grabado o por transmisión televisiva —y esto sucede en las regiones más marginadas del país. En comunidades tan pobres como Tilapa, Guerrero, los habitantes tienen televisión por cable, algunos podrían prestar su equipo audiovisual a las escuelas.

¿Pero por qué resulta tan importante ver cine? Porque así podemos encontrar nuevas y diferentes maneras de expresión para nosotros mismos hacer cine. Una expresión que tiene algo de ambigua y no de un lenguaje ya decodificado y muerto. Célestin Freinet, pedagogo francés de la Escuela Activa, veía en el cine la forma más efectiva de comunicación porque alcanza territorios vetados para la racionalidad moderna.[1]

En una reciente investigación, el doctor Alejandro Reyes Juárez, vio como causa de la deserción escolar en algunas telesecundarias rurales los distintos proyectos y expectativas ante la escuela y ante la vida por parte de los alumnos, dependiendo de su contexto social extraescolar. Recomendó, para evitar la deserción, que los alumnos tuvieran más medios de expresión para comunicar a la escuela sus expectativas y proyectos. El cine se presta perfectamente para ello. Y no sólo eso, la cinematografía como arte es esencial para relacionarse de otra manera con el entorno, conocerlo, aprehenderlo, sintetizarlo; nos sirve para compartir y revalorizar culturas, fortalecer y afirmar nuestra voz y mirada, divertirnos, entretenernos, hacer más placentera la vida. Jean Renoir, el gran cineasta francés, dijo que para ver cine tendríamos que ser cineastas en potencia, asombrarnos con el descubrimiento de un plano, la yuxtaposición del sonido y la imagen, la edición del cine.

Es verdad que comer es más importante que hacer cine o que hay otras urgencias de infraestructura y pedagogía en las escuelas, pero la educación cinematográfica no impediría solucionar estos problemas, al contrario, nos ayudaría a comunicarnos mejor para solucionarlos. Los problemas de las desigualdades e injusticias sociales no son ni se agravan por destinar recursos a proyectos educativos cinematográficos. Se puede invertir en comida a la vez que en cámaras como de hecho se hace, sólo que poco democráticamente.

Pocas personas disfrutan los beneficios de expresarse y comunicarse mediante el cine, mientras los demás nos quedamos pasivamente viendo lo que hacen. El cine mexicano no representa a todos los mexicanos, sólo a un grupúsculo, generalmente citadino y clasemediero. Hay expresiones “populares” de música, literatura y artes visuales porque hay un pequeño acercamiento a esas artes en la escuela ¿Por qué para el cine no? Se supone que vivimos en una democracia donde todas las voces y miradas se ven y se escuchan, yo sigo sin percatarme de ellas: sólo son visibles las de las élites y sus celuloides de lujo.


[1] Cf. Célestin Freinet, La educación por el trabajo, Fondo de Cultura Económica, México, 2006.


Carlos Andrés Torres Cabrera estudia Literatura Dramática y Teatro en la UNAM.