Sobre Abbas Kiarostami (1/3)
Por José Luis Bobadilla | 18 de julio de 2016
La segunda y tercera partes de este texto pueden leerse aquí.
Un paréntesis
Apareció a finales del año pasado Abbas Kiarostami, libro de Johnatan Rosenbaum y Mehrnaz Saeed-Vafa sobre el cineasta iraní. El libro conformado por dos ensayos –uno de cada autor– y tres entrevistas realizadas expresamente para el volumen es el primer título de una colección anunciada por la editorial argentina (cordobesa) Los Ríos. Este hecho debe celebrarse pues existen pocos materiales generados desde Latinoamérica dedicados a la reflexión de cine. La colección estará a cargo de Roger Koza, destacado crítico y promotor del cine de nuestro tiempo.
Sin embargo, no es solamente acerca del libro antes mencionado que me gustaría hacer un comentario. Es sobre todo, una confesión de Rosenbaum, lo que quisiera destacar para desde ahí decir algo más. En un raro y loable despliegue de honestidad intelectual, el crítico norteamericano confiesa, por un lado, que tardó algunos años en poner atención al cine de Kiarostami, y por otro, comenta que su película iraní favorita es La casa es negra (Khaneh siah ast, 1963) de la poeta y directora Forugh Farrojzad. La película registra un leprosario de un modo poético entremezclando el documental y la ficción. Muchos críticos relacionan La casa es negra con Las Hurdes (1933), el indispensable documental de Luis Buñuel.
La vinculación entre Farrojzad y Kiarostami es innegable sobre todo por parte del director de A través de los olivos (Zire darakhatan zeyton, 1994). La primera imagen del filme de Farrojzad, es un fondo negro sobre el que una voz en off advierte que «el mundo está lleno de fealdad», pero que habría más, «si el hombre apartara la mirada». Luego de unos segundos y otras palabras, aparece el rostro cubierto de una mujer, salvo por los ojos, que se mira en el espejo.
En El viento nos llevará (Bad ma ra khahad bord, 1999) de Kiarostami, el ingeniero, personaje principal de la película, buscando conseguir un poco de leche fresca, llega a una casa donde el establo se encuentra en un espacio subterráneo. Cuando el hombre entra en este lugar, la pantalla durante varios segundos queda en un negro absoluto. Posteriormente se oye la voz en off del ingeniero que sobre ese negro, pregunta por la muchacha que sabe que esta ahí para pedirle la leche. La muchacha contesta y por fin se enciende una lámpara de gas que comienza a desplazarse hasta llegar a la vaca. Entonces ordeña al animal mientras el ingeniero le pregunta sobre trabajar en la oscuridad, a lo cual, ella responde parcamente que está acostumbrada. Es una muchacha de campo que estudió, como nos enteramos en el diálogo, hasta el quinto año.
La imagen en ese momento es extraña, es una mancha roja –el vestido– rodeada de oscuridad. Entonces el hombre decide esperar recitando el poema de una poeta –evidentemente Farrojzad, aunque esto no se consigna en el diálogo– que también estudió hasta «el cuarto o quinto año» y que de alguna manera cifra la historia que vive la muchacha del establo, pues tanto ella como lo que dice el poema, “experimentan” encuentros clandestinos de amantes. El ingeniero sabe que ella se ve con uno de sus compañeros detrás del pozo por las noches, entonces dice:
En la noche brevísima
el viento
tiene una cita con las hojas.
El poema sugiere que afuera el mundo amenaza, pero en el encuentro amoroso estamos resguardados. El poema termina con el verso que da título a la película. La muchacha termina de ordeñar y el hombre sale a la superficie. El espectador al igual que el personaje queda deslumbrado por la luz del día, emerge al día, al mundo, igual que en la película de Farrojzad, por la mujer frente al espejo. Dos modos de llegar a un mismo lugar: la fealdad y la belleza no pueden omitirse y el hombre debe hacerles frente, el resultado no es otro que el reconocimiento de sentirnos intensamente vivos.
Abbas Kiarostami
Abbas Kiarostami nació el 22 de enero de 1940 en Teherán, y murió, como sabemos, hace unos pocos días en París, el 4 de julio de 2016. A los dieciocho años sale de su casa para ganarse la vida. Estudia artes plásticas en la Facultad de Bellas Artes de Teherán y tarda trece años en obtener su título. Durante ese tiempo trabaja como empleado en la administración de tránsito, en la policía carretera y como agente de vigilancia en la construcción de caminos. Posteriormente se dedica a la publicidad y filma alrededor de 150 comerciales, a los que considera como pequeñas películas –entre 1960 y 1969. Desde 1969 se incorpora al Centro Nacional del Cine (Kānun-e melli-e film) como realizador. La primera de ellas fue El pan y la calle (Nan va koutcheh, 1970), que a su vez fue la primera película del instituto y con la cual se inició el impulso de otros directores iraníes. En El pan y la calle la anécdota se reduce al regreso nocturno de un niño a su casa.
Después de más de 20 años de hacer cine Kiarostami llama por primera vez la atención generalizada del mundo con sus realizaciones de los primeros años de la década de los 90: Primer plano (Nema-ye Nazdik, 1990) y A través de los olivos –con ésta última película concluye una trilogía iniciada en 1987 conformada por ¿Dónde está la casa de mi amigo? (Khane-ye doust kodjast) y La vida continúa (Zendegi va digar hich) de 1992, películas por las que Akira Kurosawa y Jean-Luc Godard expresaron gran entusiasmo.
La segunda y tercera partes de este texto pueden leerse aquí.
José Luis Bobadilla es el director editorial de la revista Mula Blanca y uno de los responsables de MaNgOs de HaChA, la única editorial mexicana con una colección dedicada al cine. Sus libros más recientes son Las máquinas simples (poemas y ensayos, 2009), Un mundo (poemas, 2014), Vieytia (novela, 2014) y La realidad (nouvelles, 2015).
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