Hace algunas horas murió Jacques Rivette (Ruan, 1928 – 2016). El francés ejerció un importante papel como crítico y editor (1963-1965) de Cahiers du cinéma, lo que dio pie a que incursionara en el quehacer cinematográfico y se convirtiera en uno de los principales cineastas de la Nouvelle vague. Sus historias, menos accesibles para el espectador que las de otros realizadores de esta corriente, atravesaron distintas etapas importantes en una extensa exploración de la complejidad humana y su relación con la creación artística. Seleccionamos cinco momentos fundamentales de su obra realizada a lo largo de sesenta años.

París nos pertenece (Paris nous appartient, 1960)

El primer largometraje de Jacques Rivette en cuyo guión colaboró con Jean Gruault, es la historia de un grupo de intelectuales y sus  teorías conspiracionales en perpetuo contraste con su realidad y problemas inmediatos. Durante este filme, el francés reflexiona alrededor de la paranoia y los límites entre la realidad y la creación artística, este último tema se volvería recurrente en sus próximos trabajos.

El amor loco (L’amour fou, 1968)

Al haber tenido un primer acercamiento al cine desde un punto de vista intelectual, Jacques Rivette continuó retomando este enfoque durante su trayectoria. En este filme, el cineasta reflexiona en torno al carácter político de las decisiones artísticas a través de la historia de un director de teatro, Sébastien Gracq (Jean-Pierre Kalfon), sus vivencias y sus relaciones durante los ensayos de una obra. L’amour fou fue realizado experimentando más libertad términos de guión y dirección de los actores, lo cual se convirtió en un aspecto importante en varios filmes de la Nouvelle vague.

La banda de las cuatro (La bande des quatre, 1988)

Ésta es la historia de la relación entre Anna (Fejria Deliba), Claude (Laurence Côte), Joyce (Bernadette Giraud) y Lucia (Ines d’Almeida), cuatro jóvenes que estudian actuación y viven en la misma casa. El conflicto se detona cuando un hombre misterioso (Benoît Régent) les da la noticia de que Cécile (Nathalie Richard), otra chica que vivía con ellas, está en problemas legales. En una serie de encuentros, este relato está plagado de incógnitas que no es necesario resolver. Este filme, desmarcado del contexto de la Nouvelle vague, mantiene la frescura y espontaneidad como herencias innegables de esta corriente.

La bella latosa (La belle noiseuse, 1991)

Esta historia es una adaptación libre de un relato de Balzac. Nuevamente sobre el tema de la creación artística, este filme narra el proceso de un pintor (Michel Piccoli) y su anhelo por crear una nueva maestra a partir de una modelo joven y arrogante (Emmanuelle Béart). Esta obra retrata, de manera casi autobiográfica, la búsqueda del artista por una culminación de su inspiración. A través de este filme, Rivette expresó la desesperación y frustración que el quehacer artístico conlleva. Existen dos versiones de esta obra, una de cuatro horas y una reedición que dura solamente dos (La Belle noiseuse: divertimento).

Quién sabe… (Va savoir, 2001)