Terroristas y cine de terror

Terroristas y cine de terror

Por | 12 de enero de 2016

Sección: Ensayo

Género:

En febrero del año pasado DAESH* –el grupo terrorista fundamentalista de naturaleza islamista– colgó en internet un video de cinco minutos que muestra la ejecución de 21 cristianos coptos egipcios. La brutalidad con la que opera esta organización es conocida y este video, sin ser el primero ni el último, es particularmente descollante debido a la manufactura cinematográfica.

En el video titulado “Un mensaje de sangre para el pueblo de la Cruz”, se observa cómo un grupo de rehenes es conducido sobre la orilla de una playa –aparentemente en Trípoli– a un plano en el que, después de un mensaje de uno de los ejecutores, son decapitados. El montaje de los primeros segundos recuerda la yuxtaposición brusca de planos que revela el avance de los personajes en El aro (The Ring, 2002); la textura y colores sólidos, se asemeja a la consistencia cromática de Matrix (The Matrix, 1999), con alto contraste y saturación tonal; las tomas panorámicas a los planos abiertos de Tiburón (Jaws, 1975); la sangre en el mar a algunas escenas de Rescatando al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998); mientras que la ejecución, el momento más atroz, recuerda la edición y diseño sonoro de Actividad paranormal (Paranormal Activity, 2007). La asociación es tan inmediata como perturbadora.

A diferencia de lo que Maksim Gorki calificó de siniestro cuando, en 1896, asistió a una función de las “fotografías animadas” de los Lumière, este video es espeluznante por lo que muestra –y no sólo lo muestra, sino que lo estiliza. La intercalación de las imágenes y su ritmo obedecen a un estilo audiovisual reconocible, el de Hollywood, que utiliza gastadas fórmulas de edición (cortes bruscos, vertiginosos y transiciones borrosas). De la misma forma, el sonido, que funciona como un contrapunto catalizador del suspenso, maximiza el horror a través de cambios súbitos de tonalidad. El color contrastado y sombrío, por su parte, acentúa el carácter violento del grupo terrorista y simbólico de la vestimenta remarcando la diferencia entre quien desliza el cuchillo y quien espera morir. La técnica no tiene aquí una función simplemente instrumental ni únicamente estética; es decir, es con ella y por ella que el impacto de lo que vemos desborda la pantalla. No hay arbitrariedad en la elección de los encuadres ni sinrazón en los sonidos que escuchamos  –mucho menos en la sucesión de imágenes. La técnica juega un papel fundamental, es un elemento que narra y expresa el terror y la bestialidad.

En El espectador emancipado, Jacques Rancière menciona cómo es que el sistema –el capitalismo, la sociedad de consumo, el imperio del espectáculo– se apodera de todo lo que pretende contestarle. Hace de toda protesta un espectáculo y de todo espectáculo una mercancía. Con este video, el grupo terrorista trastoca lo expuesto por Rancière y parece decir: «les ofrecemos una masacre, disfruten de la función». En él se han apropiado de diversos recursos estilísticos del cine industrial, aquél que se crea para generar ganancias y que ayuda a mantener estable la balanza del consumo.

Lo que entregan no está lejos de parecer el fragmento de una cinta de corte hollywoodense de terror. Esta organización terrorista parece burlarse del sistema y no se contenta con ofrecer un espectáculo brutal de una humanidad exangüe, sino que la confecciona a manera de un producto consumible. Se apodera del lenguaje cinematográfico para infundir miedo no a través de la ficción, sino de la realidad.

El cine gore y de terror mantiene a salvo al espectador en su acercamiento con la muerte, existe una distancia en el hecho de saber que lo que se ve es ficticio. En este caso, lo exhibido a través de la dimensión del entretenimiento es veraz. La naturaleza de su producción se concibió como se concibe un filme a fin de presentar/expresar algo, salvo que aquí se expone la muerte real e inclemente.

La imagen cinematográfica y sus particularidades fueron puestas a merced de la brutalidad; si a Gorki lo perturbó ver el usufructo de la realidad para ser condenada a un mundo de pesadilla, a nosotros, como espectadores contemporáneos, nos debería perturbar el usufructo del cine para mostrarnos la muerte y no una efigie. La conexión manifiesta de este video con el cine de terror deviene acaso de la democratización de los medios digitales que, si bien ha permitido ofrecer nuevos panoramas del cine mundial, parece también expandir la forma y producción cinemática para propósitos perversos.

Habría que pensar en el impacto del video, per se infame, y explorar posibles teorías sobre ello. Refiero dos: la primera, y casi obvia, es el pensar que su fin último –generar terror– se agudiza debido a las cualidades formales y estéticas ya comentadas; y la segunda, que debido a ella comencemos a ver estos materiales no como una muestra de intolerancia y bajeza humana, sino como productos efímeros de consumo con efectos anodinos. Ambos casos son francamente lamentables.


*Nota editorial: A pesar del uso generalizado del término ISIS (acrónimo de Islamic State of Iraq and Syria) decidimos usar el término DAESH (acrónimo de al-Dawla al-Islāmīya fī al-ʕIrāq wa-al-Šām, Estado Islámico de Iraq y el Levante), ya que el primero puede dar la impresión de que son, en efecto, un Estado; mientras el segundo, aun incluyendo el término, tiene la ventaja de la distancia del idioma y ciertas similitudes fonéticas repudiadas por la organización que Javier Marías elabora aquí. Por otra parte, hemos decidido no reproducir ninguna imagen que remita a los videos.


Daniel Ángeles es comunicólogo por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha colaborado en Código y ha sido profesor adjunto de la UNAM. Fue parte del Jurado Joven de MICGénero 2015.