Twin Peaks: El retorno de Lynch a las pa

Twin Peaks: El retorno de Lynch a las pantallas chicas

Por | 7 de junio de 2016

Revisando el catálogo para la exhibición de David Lynch The Air Is on Fire, organizada por la Fundación Cartier para el Arte Contemporáneo en París en 2007, la crítica de arte Kristine Mckenna le preguntó al director si extrañaba hacer televisión. Él contestó tajante: «¡No! Simplemente te consume». Es bien conocida la ambigua relación que desde sus inicios Lynch ha entablado con la industria cinematográfica, y lo complicada que fue su incursión en el mundo de la televisión a principios de los años 90 mediante la serie Picos Gemelos (Twin Peaks 1990-91) creada por Mark Frost (Nueva York, 1953) y el cineasta para la cadena de televisión ABC. Una de las principales quejas de Lynch (Missoula, 1946) era sobre las restricciones que el medio televisivo imponía tanto en términos formales como narrativos: para alguien tan preocupado por crear atmósferas audiovisuales tan peculiares, simplemente resultaba frustrante no tener control sobre la forma en que la serie se consumiría en los millones de televisores de los televidentes, o sea, no tener control sobre la calidad de las pantallas, la graduación de los colores, el brillo, el contraste, así como sobre la calidad del sonido; inclusive llegó a expresar quejas sobre el formato de filmación: 1:33, cuando, con la excepción de Twin Peaks: Fire Walk with Me (1992) y Cabeza borradora (Eraserhead, 1977) , filmadas en 1:85, toda su producción había sido hecha en CinemaScope.

En lo relativo a la narrativa, buena parte del desastre que fue la segunda temporada de la serie se debió a coerciones de la cadena ABC sobre el contenido: Frost y Lynch fueron obligados a revelar el misterio sobre quién había matado a Laura Palmer (Sheryl Lee) muy al inicio de la segunda temporada, acabando de un plumazo con el principal misterio –e interés– que guiaba los distintos hilos narrativos de la serie y dejándola expuesta a desvíos y experimentaciones malogradas, como la sugerencia de que podría haber fuerzas extraterrestres involucradas con los eventos del oscuro pueblo norteamericano. Y aunque a pesar de estas circunstancias la serie muy rápidamente se convirtió en una de culto en el mundo, y que, en opinión de varios críticos, habría sido la pionera en la exploración narrativa de fenómenos paranormales, como Los expedientes secretos X (The X-Files, Chris Carter, 1993-2002) o American Gothic (Corinne Brinkerhoff y James Frey, 2016), lo cierto es que Lynch perdió el control y, consecuentemente, el interés en aquélla, y sólo regresó a rescatarla al dirigir magistralmente el último capítulo de la serie, cuyo final, abierto y desconcertante, como es la firma del director de Missoula, ha rendido sus frutos pues, desde 2014, la cadena Showtime anunció el regreso de Mark Frost y David Lynch a las pantallas chicas con la continuación de Picos Gemelos, cuyos 18 capítulos comenzarán a emitirse a principios de 2017.

Este anuncio tira por la borda la aseveración hecha por el director de Mulholland Drive: Sueños, misterios y secretos (Mulholland Drive, 2001) a Chris Rodley de que con Fire Walk With Me por fin había matado completamente al proyecto. Y quizá no debería ser tan sorprendente la resurrección de la serie, y no sólo por el hecho de que desde hace ya más de una década las series se hayan convertido en el lugar para desarrollar narrativas de muy largo aliento y de personajes imposibles de concebir en el formato cinematográfico, como por ejemplo Tony Soprano (James Gandolfini), Walter White (Bryan Cranston), Don Draper (Jon Hamm) o más recientemente Frank Underwood (Kevin Spacey) o Saul Goodman (Bob Odenkirk); es posible afirmar que el regreso de Lynch al formato chico ya estaba prefigurado en lo que parece que será su última película, El imperio (Inland Empire, 2006): la puesta en abismo de la representación cinematográfica que se juega en las últimas secuencias del filme no puede entenderse más que por un espectador que la viera en una televisión, y esta interpretación podría radicalizarse si tomamos en cuenta la llegada final de Nikki (Laura Dern) a una sala de cine que se ha quedado vacía, sin espectadores. En esa película –filmada, por cierto, completamente en formato digital– Lynch llevó al límite la representación cinematográfica, y no es casual que desde entonces no haya dirigido una sola película.

El capítulo final de la serie Los Soprano (The Sopranos, David Chase, 1999-2007) no solamente dejó molestos y desconcertados a millones de espectadores; tematizó de manera explícita una característica que cada vez más directores y guionistas comienzan a explotar de las series: la inconclusión del final, la sensación o la idea de que podríamos continuar viendo la vida de los miembros de la familia Soprano (o ahora, parece, casi cualquier serie), incluso si de pronto en el restaurante donde tienen lugar las últimas secuencias, alguien, como en El Padrino (The Godfather, Francis Ford Coppola, 1972) hubiera escondido una pistola y acribillado a Tony después de comer; o también, como sugiere Abel Cervantes, la posibilidad de ir hacia atrás y encontrar en personajes alguna vez secundarios vetas narrativas que podrían desarrollarse.

En cualquier caso, las condiciones actuales para producir contenidos para la televisión ya no son las mismas que aquellas de principios de la década de los 90, de las que Lynch tanto renegó hasta hace poco. Quizá para alguien que parece haber agotado las narrativas pensadas para el formato cinematográfico, la resurrección de Picos Gemelos sea un buen lugar para continuar desarrollando ese universo audiovisual tan característico, así como las distintas vetas narrativas de los personajes de ese oscuro pueblo que aquel final provisional, aterrador y desconcertante, dejó en suspenso hace 25 años.


Andrés Téllez Parra es escritor y profesor de Sociología del Cine en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.