Titanes del Pacífico
Por Abel Cervantes | 1 de octubre de 2013
De los tres directores mexicanos que han incursionado en Hollywood con éxito Guillermo del Toro es el que ha expuesto un discurso con mayor coherencia. Sus películas conforman una obra compacta que eventualmente sorprende al espectador por su capacidad de proyectar mundos fascinantes. A pesar de su talento imaginativo el autor también ofrece historias que se pueden abordar desde perspectivas sociales o políticas. Probablemente el ejemplo más destacado al respecto es El laberinto del Fauno (2006), una fábula sobre la Guerra Civil Española contada a través de seres imaginarios.
Su cinta más reciente apunta en ese sentido. En un futuro próximo la Tierra es invadida por los kaijus, monstruos enormes que intentan apoderarse de la tierra. Para combatirlos los humanos crean a los jaegers, robots igualmente colosales. Lejos de ser un filme de acción donde buenos y malos luchan hasta decretar a un vencedor, Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013) expone otros propósitos. Asimismo, el director mexicano logra esquivar los lugares comunes de este género, por ejemplo, los reencuentros familiares son poco relevantes en esta obra.
Los jaegers son accionados por dos personas, que fusionan sus recuerdos hasta configurar un mismo cerebro. Una de las escenas más destacadas exhibe el primer ensayo que Raleigh Becket (Charlie Hunnam) y Mako (Rinko Kikuchi) hacen para activar a uno de los robots. Al momento de unir sus mentes la mujer recuerda un instante doloroso, cuando pierde a sus padres durante la guerra. Este suceso produce una escena donde se amalgaman las imágenes de su pasado con las de su presente. ¿Acaso no se puede abordar como una idea sobre el amor, donde dos seres intentan integrarse para conformar un mismo cuerpo? La paradoja espacio temporal también puede interpretarse como una metáfora del proceso en que las sociedades crean sus representaciones: las imágenes son acciones simbólicas que un grupo de personas anima y dota de sentido. No obstante, tiene otra lectura. Al momento de encender la máquina la protagonista pone en peligro la vida de la gente que está a su alrededor. Sin embargo, ella no se da cuenta. Las lacerantes figuraciones son registros inconscientes que alteran el futuro sin que la persona que las posee se percate de ello.
Visualmente la película expone secuencias formidables. Las batallas pueden describirse a través de todo tipo de adjetivos halagadores: esplendorosas, épicas, vehementes… Además, su textura se ve favorecida con el 3D. Los cuerpos de los monstruos y los robots lucen extraordinariamente bien a través de la última tecnología. La tercera dimensión ha ganado terreno en el cine. Y se incorpora sin necesidad de ofrecer una reflexión sobre el lenguaje de la disciplina, como sí ocurre en La caverna de los sueños olvidados (Cave of Forgotten Dreams, 2010) de Werner Herzog, La invención de Hugo Cabret (Hugo, 2011) de Martin Scorsese o Pina (2011) de Wim Wenders. Es probable que en poco tiempo todas las películas hollywoodenses utilicen esta plataforma de manera obligatoria.
Titanes del Pacífico contiene múltiples referencias a las películas de catástrofe donde se proyectan batallas entre animales gigantescos. La lista está integrada en su mayoría por los godzillas orientales y estadounidenses. Por su parte, en el plano político apuesta por defender el vínculo entre ciencia y tecnología a manos del orden militar para proteger a una sociedad de los ataques externos, nada nuevo bajo el discurso clásico de la industria estadounidense.
Con excepción de un largo prólogo donde se expone la devastación que han sufrido las ciudades alrededor del Pacífico por los ataques de los kaijus, el filme sigue la estructura narrativa clásica de las películas de ciencia ficción. Guillermo del Toro (Guadalajara, 1964) es un director inteligente que, sin embargo, duda en romper con los cánones impuestos por la gran industria cinematográfica. Eso no impide que Titanes del Pacífico sea una cinta entretenida con escenas verdaderamente destacadas.
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Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 6, otoño 2013, p. 56) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.
Abel Cervantes edita de Código. Colaboró en el libro Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) con un ensayo sobre Carlos Reygadas. Es profesor en la UNAM.
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