Sobre Junun, el arte y la manía
Por Ana Laura Pérez Flores | 27 de octubre de 2015
Sección: Crítica
Directores: Paul Thomas Anderson
Temas: Cine documentalJonny GreenwoodJununMúsicaPaul Thomas Anderson
Junun o junoon (hindi, árabe, urdu) se traduce como locura, obsesión, manía, deseo. Investigo usos de la palabra en distintos contextos y encuentro ejemplos relacionados con una especie de pasión arrebatadora frente a un objeto. Sihr al-Junoon es el término islámico destinado para una fuerza incomprensible y mágica que genera demencia. Hay poemas en los cuales se hace referencia a una suerte de locura/junun en la mirada. Los créditos enlistan Junun (Madness of Love) como la primera canción del álbum homónimo sobre el que versa el documental. El concepto parece ser un intento por nombrar algo inasible, sobrenatural. ¿Sería concebible el arte sin un motor pasional de este tipo? Paul Thomas Anderson observa la creación musical a través de este móvil.
Llama la atención la estructura del relato. Queda claro que la película gira en torno a la música, al arte. Shye Ben Tzur, Jonny Greenwood y los miembros de The Rajasthan Express están ahí como vehículo e instrumento de esta gestación. La cámara se integra al ambiente en tal medida que logra retratar situaciones naturales: un músico durmiendo mientras regresa la luz, un pájaro intruso volando por el cuarto en el que se encuentran, miradas entre los artistas como un diálogo silencioso durante la grabación. Dejando de lado los trucos y despliegues de habilidad técnica tan presentes en la trayectoria del director, el documental es humano hasta la médula.
No es necesario atravesar la experiencia con palabras. Estamos acostumbrados a ver documentales en los que se analiza la obra, en los que el artista se explica a sí mismo o es explicado por otros: se habla acerca del arte. En Junun la apuesta es una mirada menos mediada. La ausencia de conceptualizaciones y declaraciones en torno al proceso de creación permite que la música se coloque como verdadera protagonista. No hace falta aterrizar las ideas ni otorgarles un idioma específico. Las pocas palabras enunciadas provienen de la interacción de los personajes y no pretenden explicar absolutamente nada. La dinámica de los músicos se convierte entonces en una conversación que trasciende estas barreras y desemboca en un sonido colectivo. Confluyen distintos instrumentos, distintas individualidades, distintas culturas.
Pienso en una frase de Robert Capa: “Si la fotografía que tomaste no es lo suficientemente buena es porque no estabas lo suficientemente cerca”. La mirada del director se suma a este diálogo entre los artistas. Deja de ser un espectador externo para convertirse en parte del grupo de gente retratada –durante los primeros minutos, la cámara es colocada en el centro del círculo formado por los músicos, desde ahí observa a su alrededor. La espontaneidad con la que los personajes se desenvuelven da la sensación de estar presenciando instantes plagados de franqueza. Si bien es cierto que la presencia de una cámara siempre causará un efecto en el comportamiento del sujeto retratado, Anderson logra, al casi borrarse, acentuar el carácter documental del proyecto.
Junun es el testimonio de un proceso de creación multicultural en el que se encuentran varias voces distintas. La película trasciende en función de la capacidad del realizador para amalgamar el diálogo en un testimonio y a la vez sumarse él mismo a éste. Mientras la obra resultante permanece, la creación artística es efímera en su carácter de proceso. A partir de este registro nos es entregada toda una nueva obra cuyo valor radica en su capacidad de mirar y compartir la mirada. El arte no sería posible sin obsesión.
Ana Laura Pérez Flores es licenciada en Comunicación Social por la UAM-X y coordinadora editorial de Icónica.
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