Mi semana con Marilyn

Mi semana con Marilyn

Por | 1 de septiembre de 2012

La biografía fÍlmica –biopic– es un subgénero hipócrita donde un sector artístico/industrial con ínfulas divinas reescribe la historia de un personaje, denostado o venerado, sintetizándola en dos horas maniqueas: se le condena o deifica. Mi semana con Marilyn (My Week with Marilyn, 2011) es perfecto ejemplo de lo anterior.

Simon Curtis (Londres, 1960), productor y director televisivo, crea en su opera prima cinematográfica una historia de remembranza a partir del argumento de Adrian Hodges –basado, a su vez, en un par de libros– que narra las andanzas de Colin Clark, asistente de Sir Laurence Olivier, estrella masculina y realizador del filme El príncipe y la corista (The Prince and the Showgirl, 1957), coprotagonizado por Marilyn, quien fortuitamente toma al naïf Clark como paño de lágrimas y “amor de verano”, o algo así.

La relación entre ambos personajes se lee de manera simple: el enfrentamiento de dos visiones sobre el mundo de la veleidad y fascinación por excelencia. Él de verdad cree que ahí las fantasías son fáciles de realizar, en tanto que ella lo recorre a traspiés, como una pesadilla donde es mejor mantenerse inerte. Marilyn Monroe pasó a la historia como la esencia de la sensualidad fílmica, una diosa rubia capaz de enloquecer al mundo con la falda al viento, sin embargo, Norma Jean Mortenson será, por siempre, la mujer tremendamente insegura de sí misma, adicta a los tranquilizantes y a las compañías dominantes que le evitaron encontrar su lugar en el mundo.

No es casual que la figura de Marilyn retome fuerza: ese mismo mundo que la ahogó en vida ahora busca reivindicarla, a medio siglo de su muerte, reconociéndole los méritos negados en su momento, y con pago de intereses: por un lado, la meca del cine artie europeo la toma como estandarte en la reciente edición del festival de Cannes; por su parte, Hollywood le concede una nominación “transcorporal” al Óscar en la persona de Michelle Williams; y hasta Steven Spielberg –en su faceta de productor televisivo–, le hace reverencia con Smash (2012), miniserie que ubica a ese dorado objeto del deseo como un doliente modelo aspiracional.

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 2, otoño 2012, p. 56) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


José Luis Ortega Torres es fundador y editor de revistacinefagia.com y editor de Icónica y el Programa mensual de la Cineteca Nacional@JLOCinefago