Las niñas bien

Las niñas bien

Por | 12 de noviembre de 2018

Las señoras de Las Lomas también sufren. Sufren en el club, sufren con mascarillas faciales, sufren cuando su tarjeta no pasa, sufren mientras no le pagan el sueldo de la semana a la señora de la limpieza. Pero, por frívolas que parezcan sus condiciones, esto no vuelve menos real el sufrimiento. Cada quien vive de maneras distintas, desde sus trincheras respectivas, los efectos de un país en crisis.

Lo que hace Alejandra Márquez Abella con el libro de Guadalupe Loaeza es acercarse lo suficiente a una de estas niñas bien para retratar de manera sutil el desmoronamiento de un mundo. Más allá de detenerse en lo ridículas que pueden parecer la opulencia y algunas preocupaciones de las personas de las clases altas de México, Márquez (San Luis Potosí, 1982) explora el duelo de Sofía respetuosamente. Ella, al final, es una mujer que se esfuerza por mantenerse entera mientras ve su seguridad desmoronarse: está presenciando cómo todo aquello que conoce poco a poco se vuelve más endeble. Es una mujer que se preocupa por el futuro de sus hijos, por la estabilidad de su marido, por su propia posición dentro del mundo al que pertenece.

La mujer como pilar emocional del hogar sigue siendo una noción vigente en el México de hoy, tal vez por eso cala tan hondo ver a Sofía (Ilse Salas) luchar por mantenerse en pie mientras su marido bebe, sus hijos preguntan qué sucede y los empleados de la casa le recuerdan que no les han pagado. Una escena en particular desgarradora y, desgraciadamente, actual, dibuja el infierno íntimo donde habita Sofía: una noche en que su marido vuelve borracho, la despierta para tener relaciones sexuales con ella; ella está, evidentemente, cansada; él insiste, pero el alcohol no le permite terminar. Le pide perdón –por no haberse desempeñado bien, no por haber interrumpido su sueño ni haberla forzado–, ella dice que no pasa nada, que todo está bien. No hará de eso un problema más grande, hay otras cosas más importantes que están sucediendo. La entereza ante todo.

Que la propuesta visual de Las niñas bien (2018) sea impecable no es gratuito. La artificialidad de este mundo construido con base en apariencias permite que el colapso de Sofía contraste de manera contundente. En medio de la perfección, Sofía comienza a tener tics nerviosos y manifestar cada vez más la desesperación en su rostro, mientras en sus adentros se siente acorralada, todo alrededor continúa impávido, ordenado. Aunque muy probablemente cada una de las personas con quienes convive está enfrentando la crisis en distintas medidas, las fiestas seguirán siendo iguales, seguirán yendo a restaurantes costosos, seguirán platicando sobre los chismes del momento en el club. Como esa clase alta del México de hoy que sigue brindando con champán y volteando hacia otro lado mientras todo se derrumba. Hasta que la precariedad no les alcance, no hay por qué hacer mayor escándalo al respecto.


Ana Laura Pérez Flores edita Icónica y es asistente editorial en Cal y Arena. @ay_ana_laura