El rostro de Isabelle Huppert
Por Carlos Rodríguez | 22 de febrero de 2017
Sección: Ensayo
La pianista (La pianiste, Michael Haneke, 2001)
I
En noviembre de 2015 Isabelle Huppert atendió el Festival Internacional de Cine de Morelia para presentar tres películas que estrenó ese mismo año: Asphalte, Más fuerte que las bombas (Louder Than Bombs, Joachim Trier, 2015) y Valley of Love: Un lugar para decir adiós (Valley of Love, Guillaume Nicloux, 2015). A sus 63 años es, sin duda, la actriz que mejores roles consigue en el cine actual, desafiando la idea de que las mujeres al envejecer no tienen buenos papeles. Huppert (París, 1953) prefiere actuar en vez de quejarse. Su trabajo es una afirmación política en el presente, en el que los discursos, bastante repetidos, sólo son palabrería. No actúa como víctima. ¿De dónde proviene su fuerza?
II
Esa ocasión la entrevisté en Morelia. Un grupo de reporteros esperaba que saliera de su habitación en un hotel colonial. Luego de un par de minutos bajó las escaleras. Vestía unos jeans y una chamarra roja, en combinación con su cabello, que llevaba recogido. La gente que organiza a la prensa llamó a la intérprete, con quien intercambié un par de palabras. Comentó que le habían advertido que Huppert es una mujer exigente. Luego fui llamado. Me senté frente a ella, en la mesa de un restaurante desierto, en un enorme patio. Iniciamos la entrevista. Huppert la interrumpió para decirle a la intérprete que se saliera, que se sentía más cómoda estando sola con el reportero. Después me preguntó que si alguien de la gente de prensa le estaba tomando fotos sin que ella supiera. Dije que no. Me pidió que le dijera a la chica que vigilaba el encuentro, a varios metros de distancia, que se saliera del patio. Lo hice. Regresé y, cuando verificó que no había nadie, comenzamos. En la entrevista, que se publicó en La Tempestad (nº 105, noviembre-diciembre 2015), me dijo que recién había terminado de filmar Elle: Abuso y seducción (Elle, 2016), y que tenía la sensación de que con Paul Verhoeven había logrado entablar una confianza similar a la que tuvo con Claude Chabrol, la misma que mantiene con Michael Haneke. Al final se disculpó porque la plática no durara más tiempo. No me atreví a pedirle una foto, pero sí a que firmara mi libreta, a lo que accedió con ánimo.
Elle: Abuso y seducción (Elle, Paul Verhoeven, 2016)
III
Isabelle Huppert ha construido una filmografía ejemplar. Su carrera, en la que hay diversas narrativas, es una obra en sí misma que permite afirmar que es una de las creadoras contemporáneas más trascendentes. Los personajes de Huppert, que pocas veces cambia su físico de un filme a otro, podrían ser, en una primera y superficial lectura, una continuidad. Las mujeres de Niña de día, mujer de noche (Violette Nozière, Claude Chabrol, 1977), Un asunto de mujeres (Une affaire de femmes, ídem, 1988), La pianista (La pianiste, Michael Haneke, 2001) y Elle, entre otras, tienen en común que desafían el orden patriarcal. Un sector de la crítica le ha reprochado repetirse, dejando fuera de su juicio su inusitada vulnerabilidad en Pasión (Passion, Jean-Luc Godard, 1983), sus cualidades como comediante en 8 mujeres (8 femmes, François Ozon, 2002) y En otro país (Dareun naraesuh, Hong Sang-soo, 2012) incluso su incursión fallida en Hollywood con La puerta del cielo (Heaven’s Gate, 1980), un wéstern de Michael Cimino en el que luce esplendorosa: desnuda, llena de pecas. Sin embargo, fue con Chabrol con quien hizo uno de sus trabajos más destacados a la fecha, quizás el más controvertido. En La ceremonia (La cérémonie, 1995) –la mejor película política de la década de los noventa en palabras del crítico argentino Roger Koza– interpreta a una empleada postal de un pueblo francés, vulgar y maleducada, entrometida y con razones para detestar a quienes la creen inferior. En esta obra maestra, en la que la acompaña Sandrine Bonnaire, ambas perpetran lo que el capitalismo ha incubado durante tanto tiempo: el odio, burlándose y vengándose de la opresión a la que han sido sometidas. Se trata de una gran actuación que se distingue, entre otras cosas, porque no da vida a la mujer francesa refinada, sino a una asesina de la clase trabajadora, ambigua y a la vez imperiosa.
IV
La francesa dijo hace unos años en una entrevista rápida que le fascina la idea de que el cine y el psicoanálisis sean contemporáneos, ya que la pantalla de cine sirve para proyectar los deseos humanos, como si se tratara del inconsciente. Pocos actores han asumido el misterio que esto supone. Quizá por eso los proyectos en los que participa no son meramente comunicativos o de entretenimiento, sino que ensayan la posibilidad de habitar los lugares más oscuros, aquellos a los que toda la gente penetra en sueños y pesadillas. Elle, su más reciente película, la que afirma con bastantes razones su condición de artista célebre, es una muestra nueva de su arte, quizá parecida a ella, que elige actuar y tomar el control en vez de ser la eterna víctima. Con más de 120 películas en su filmografía, Huppert tiene siete películas por estrenar en los siguientes meses.
Carlos Rodríguez es reportero cultural. Colabora en La Tempestad e Icónica. Actualmente trabaja en un proyecto que revisa la obra de Claude Chabrol, cuyo sitio web es https://claude-chabrol.com.
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