La Época de Oro de Corea del Sur y su decadencia: Décadas de 1950 a 70
Por Icónica | 29 de julio de 2021
Sección: Historia(s)
Temas: Cine coreanoCine de Corea del SurHistoria del cineHistoria del cine coreano
Moon Hee, una de las Troika (ver entrada correspondiente abajo), en Águila Negra (Heukmaek, Lee Man-hee, 1965).
Tras el armisticio de 1953, la producción de la nueva Corea del Sur comenzó a incrementarse de manera importante, tanto, que a este primer boom se le denomina como Época de Oro, independientemente de que palidezca en comparación con el presente.
Las películas de este periodo tenían la intención clara de volverse masivas y la estrategia tuvo un éxito indudable: el número de películas aumentó considerablemente, pues mientras que en 1962 se realizaron apenas 100, para 1965 ya se estaban produciendo 189, y 229 en 1969. Si bien se exploraron prácticamente todos los géneros cinematográficos, hubo un predominio indudable del melodrama.
Gracias a que la televisión aún no se masificaba, las nuevas películas llegaban a un gran número de espectadores a lo largo de todo el país, quienes no sólo estaban interesados en lo estimulantes o novedosas que podrían resultar las historias, sino que se centraban en la aparición de nuevos talentos, un star system que acaparaba una cantidad considerable de las producciones anuales.
A pesar de la supervisión excesiva de los gobiernos autoritarios de Lee Seung-man (1948-60) y Park Chung-hee (1961-79), existió la posibilidad de que creadores con voces propias y propuestas interesantes de estudio pudieran crear obras cinematográficas sortearan e incluso confrontaran las regulaciones establecidas y los acuerdos sobreentendidos. Sin embargo, al comenzar la segunda mitad de la década de los sesenta y al inicio de los setenta, disminuyeron los apoyos y se endureció la censura, lo que terminó por desarticular a la industria, en gran parte porque Park impulsó un cine propagandístico que no le gustaba a nadie. Aunque eso sí, dejó como vía de escape unas películas prostibularias que muy a menudo resultaban en grandes éxitos, algo muy parecido a lo que pasó en Brasil con las pornochanchadas.
Tal como en las dos primeras entregas de esta serie, los títulos son nuestros, ya que ninguna película se exhibió en México.
La canción de Chun-hyang (Chunhyangjeon, Lee Gyu-hwan, 1955)
En 1955, el estreno de la segunda adaptación a la pantalla grande de La canción de Chun-hyang logró que el 10% de la población de Seúl fuera a las salas de cine a ver la película, lo que marcó el inicio de la Época de Oro del cine de Corea del Sur. Esto se debió también a una política pública: la exención de impuestos que en 1955 decidieron aplicar a las películas coreanas que estuvieran en cartelera.
Aunque ahora la película está perdida, sabemos que su narrativa corresponde casi por completo a la historia tradicional que le da nombre. Habla sobre Chun-hyang, la hija de una gisaeng, que está comprometida con un hombre cuyo nombre es Lee. Lee abandona el pueblo para certificarse como funcionario público. Ante su ausencia el corregidor intenta seducir a Chun-hyang, pero cuando ella lo rechaza él comienza a acosarla. Una vez que Lee pasa los exámenes, se convierte en un investigador encubierto que descubre la corrupción del gobierno local, delatando al corregidor y rescatando a su amada.
Una flor en el Infierno (Jiokhwa, Shin Sang-ok, 1958)
Yeong-shik es un ladrón enamorado que dice tener sólo dos personas en el mundo: a su amante Sonya, una prostituta, y a Dong-shik, su hermano menor que se ha marchado a la guerra. La historia comienza cuando éste decide renunciar a sus obligaciones militares para buscar a su hermano en Seúl y reunirlo con su madre, sin embargo, recibe una brutal negativa a su petición. En un acto de desesperación, Dong-shik le pide ayuda a Sonya, quién por el contrario, planea separar a los hermanos para escapar de su situación social.
Una flor en el Infierno es conocida por ser la primera película coreana donde se puede ver un beso, además de que se desarrolla en un escenario bélico donde los campamentos militares son el telón de fondo. Pese a ello, en ningún momento refleja directamente un conflicto armado entre naciones, pues los enfrentamientos se limitan a la prostitución y el robo. Por su parte, la relación fraternal entre Yeong-shik y Dong-shik se sostiene como un vínculo desinteresado; mientras que Sonya encarna el egoísmo, la codicia, la lujuria y la traición, habitando un cuerpo frágil que es casi incapaz de defenderse. La película propone un tipo de redención para las prostitutas: que un hombre las rescate.
Bala perdida (Obaltan, Yu Hyun-mok, 1961)
Influenciado por el neorrealismo italiano, Yu Hyun-mok cuenta la historia de Cheol-ho, un contador de Seúl que vive en condiciones de pobreza junto con su gran familia. Aunque todos procuran mejorar su situación económica, fracasan debido a los estragos psicológicos y económicos causados por la guerra: locura, trabajo infantil, prostitución e incidencias criminales forman parte del amplio repertorio de desgracias, donde un problema menor, como un dolor de muelas, puede escalar a situaciones verdaderamente alarmantes. Las pequeñas ráfagas de esperanza terminan en escenarios catastróficos, se acumulan y tienen un final atroz.
La película permite ver cómo mientras las historias trágicas se desarrollan en Corea del Sur, también hay algunas personas lucrando con el dolor de la guerra, entre ellos los que se dedican a la industria cinematográfica. La cinta fue elaborada durante el breve periodo democrático del país. Poco tiempo después, tras el levantamiento militar, fue censurada. En 1963 volvió a ser proyectada durante el VII Festival Internacional de Cine de San Francisco. Actualmente Yu Hyun-mok figura como uno de los pioneros del realismo coreano.
El cochero (Mabu, Kang Dae-jin 1961)
Chun-sam, un viudo con cuatro hijos, trabaja como cochero en las calles de Seúl, donde sus servicios son cada vez más prescindibles, ya que las personas comienzan a preferir los automóviles. Su hija mayor es sordomuda y está casada con un hombre abusivo; la menor busca conocer a un hombre de dinero para escapar de la pobreza; su otro hijo menor se encuentra en la rebeldía, mientras que el mayor quiere ayudar a aliviar los problemas económicos de la familia en cuanto logre titularse como abogado. A lo largo del camino, cada uno deberá aprender a manejarse en una sociedad que recién sale de la guerra.
Los cambios sociales que vivía Corea en los sesenta se ven reflejados en esta película que muestra la lucha por un futuro económico más prometedor, desde la posición de cada uno de los integrantes de la familia, quienes lidian con dificultades como el trabajo precario, la violencia doméstica y la búsqueda por sobresalir a través de los estudios. Sin embargo, la familia permanece siempre junta y logra formar una resistencia contra los problemas de aquella sociedad que apenas está tomando forma.
El cochero fue la primera película sudcoreana en ganar un reconocimiento internacional importante: el Premio Extraordinario del Jurado del Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín de 1961.
La aldea costera (Gaesma-eul, Kim Soo-yong, 1965)
En una aldea a la orilla del mar como cualquier otra, los hombres salen a pescar, pero no todos vuelven tras una tormenta. Entre los faltantes está el marido de Hae-soon, recién casada. Si bien la tradición establece que debe pasar un año de luto, antes de que este se cumpla se enamora de otro hombre, Sang-su. Su suegra, que enviudó del mismo modo, la convence de irse y comenzar una nueva vida. Su nueva vida juntos es pobre y feliz, aunque está llena de problemas derivados del machismo coreano proyectado en la belleza de Hae-soon, hasta que Sang-su muere trágicamente.
Hae-soon regresa a la aldea y a casa de su (ex) suegra, pero antes es recibida por sus compañeras de buceo para recolectar almejas. Casi todas son viudas como ella y su suegra, por lo que queda claro que el centro de una comunidad, cuyo sector masculino queda diezmado constantemente por el inconmensurable y veleidoso dios del mar, son las mujeres, a quienes hemos visto trabajar, descansar y contar historias durante toda la película. En este melodrama, el peso de las aguas deja en claro que nadie puede contra un universo implacable, y por eso es importante aprovechar el amor y la compañía, mientras duren.
Niebla (Angae, Kim Soo-yong, 1967)
En la imagen Yoon Jeong-hee, otra de las Troika (ver la siguiente entrada).
Precedida por otros trabajos basados en novelas, Niebla se posiciona como la obra maestra de Kim Soo-yong, caracterizada por una vanguardista puesta en escena y fuertes contrastes en la fotografía.
La película es una adaptación de un cuento de Kim Seung-ok llamado, Viaje a Mujin (1967), y trata sobre Gi-joon, quien es originario del pueblo costero mencionado en el título. Gi-joon no posee muchos recursos económicos pero su vida cambia cuando se casa con la hija del dueño de una compañía farmacéutica y gracias a esto se convierte en el director ejecutivo de la misma. Al acercarse la fecha de la reunión anual de accionistas, su esposa y su suegro le sugieren que vuelva a su pueblo de visita. Cuando regresa, conoce a una mujer de la cual se enamora, In-sook. De esta forma, el protagonista, de modo similar a los flujos de conciencia de la literatura occidental, contrasta constantemente su pasado fracturado con su presente lleno de lujos. Desde esta perspectiva mira a sus paisanos como gente vacía y banal, apegada a la nueva materialidad capitalista, pero a fin de cuentas, él está mucho más atrapado que ellos, y enreda a In-sook en un fantasía de escape.
Las Troika: Moon Hee, Nam Jeong-im y Yoo Jeong-hee
Nam Jeong-im en Yongary, el monstruo de las profundidades (Taekoesu Yonggary, Kim Ki-duk, 1967).
El star system de la Época de Oro del cine de Corea del Sur tuvo un desarrollo particular: que tres actrices conformaron su pináculo. Se les denominó las Troika, recurriendo a la palabra rusa que originalmente denomina un tipo de carreta, pero que sobrepasó las fronteras de la URSS para indicar a quienes dirigen un grupo de poder. Las Troika eran Moon Hee, Nam Joeng-Im y Yoon Jeong-hee, y arrasaban la taquilla.
Estas tres actrices rompieron con los dos papeles estereotipados que las mujeres solían tener en el cine sudcoreano: ya fueran esposas abnegadas y tranquilas o femmes fatales, muy a menudo en el papel de prostitutas. Las Troika contribuyeron a la diversificación de los papeles para las mujeres, aunque paradójicamente dos de ellas se encasillaron en ciertos papeles, o perfiles, con los que el público las identificaba, algo análogo a lo que pasa con las grandes figuras de Hollywood. Moon Hee encarnaba a la mujer buena que encara un destino trágico; Nam Jung-Im parecía rebosar confianza y vitalidad; mientras que Yoon Jeong-hee era la más femenina y sexy, aunque a la larga no fue posible constreñirla a una categoría debido a su amplio rango histriónico.
Moon Hee fue la primera en hacer su debut con Águila Negra (Heukmaek, Lee Man-hee, 1965), un drama criminal donde una joven huérfana se enamora del líder de una pandilla, Las Águilas, a quien intenta convencer para dejar la vida criminal. En esta búsqueda, sus antiguos compañeros lo apuñalan, dejando a la joven pareja con un trágico final. Este papel la hizo merecedora del premio a mejor actriz revelación en los premios Gran Campana, otorgados por la academia surcoreana. A lo largo de su carrera obtuvo alrededor de nueve premios por películas hechas hasta 1973, ya que al contraer matrimonio puso una pausa definitiva a su carrera. Destacan también Lluvia temprana (Choyeon, Jeong Jin-woo, 1966) y la tetralogía Te odio otra vez (Miwodo dashi hanbeon, So-yeong Jeong, 1968-71), mejor conocida internacionalmente como Vuélveme a amar. Pese a tener una carrera de apenas siete años, realizó 215 películas, en general melodramas e historias románticas.
Por su parte, Nam Jeong-im tuvo su debut con Afecto (Yujeong, Kim Soo-yong, 1966) cinta con la empezó a interpretar papeles distintos a los de Moon Hee, ya que realizó desde comedias y musicales, hasta películas juveniles, lo que la llevó a ser la más exitosa de las tres. Del mismo modo, tuvo una gran aceptación con el resto de la población gracias a sus múltiples apariciones en películas de artes marciales. A lo largo de su carrera consiguió tres premios a actriz favorita del público en los premios Dragón Azul, que se encuentran entre los más importantes de Corea del Sur, demostrando la cercanía que tenía con los espectadores. Destacan Yongary, el monstruo de las profundidades (Taekoesu Yonggary, Kim Ki-duk, 1967), La concubina Jang Hee-bin (Yohwa Jang Hui-bin, Im Kwon-taek, 1968), y Grupo Internacional de Asesinos (Guje amsaldan, Kang Beom-gu, 1971).
Por último, Yoon Jeong-hee comenzó un poco después, pero tuvo la carrera más longeva y exitosa. A diferencia de sus otras sus “rivales”, no se encasilló un personaje o papel, ya que se creó la imagen de actriz intelectual cuyo amplio rango le permitía desenvolverse en cualquier tipo de película. Hizo su debut con Jóvenes tristes (Cheongchun geukjang, Kang Dae-jin, 1967), por la que ganó el premio a mejor actriz revelación en los premios Gran Campana, el primero de los veinticinco reconocimientos que obtuvo a lo largo de toda su carrera. Destacan Niebla (Angae, Kim Su-yong, 1967), El eunuco (Naesi, Shin Sang-ok, 1968), Nocturno (Yahaeng, Kim Su-yong, 1977) y Poesía (Si, Lee Chang-dong, 2010), siendo esta su última participación en cine.
Las tres actrices llegaron a compartir créditos sólo en dos ocasiones. La primera de ellas fue en Ríos y montañas (Mangogangsan, Choi In-hyeon, 1969) que pasó sin mucho éxito; mientras que la segunda que fue Clases para casarse (Gyeorhon gyosil, Jung In-yeop, 1970), la cual se considera como la película más cara de la época, doblando el presupuesto de las cintas más costosas de su momento y buscando que la combinación de las actrices atrajera al público.
Se dice que las actrices tenían una relación complicada entre sí, competían constantemente y no tenían mucha consideración una con la otra. Para que pudiera funcionar, la producción realizó tres guiones distintos con sólo las partes que le correspondían a cada una para que no se dieran cuenta de la presencia de las otras, al final tuvieron que trabajar juntas en la película, volviéndola una de la más exitosas de su contexto. Aunque ellas no eran las únicas estrellas del cine de Corea del Sur, conforme se fueron retirando, poco a poco la gente también dejó de acudir al cine, lo que coincidió con la disminución de apoyos para este sector, a partir de 1973. Es como si su momento de brillo hubiera sido el reflejo del esplendor de la Época de Oro sudcoreana.
Yeong-ja en la flor de la juventud (Yeong-jaui jeonseongsidae, Kim Ho-sun, 1975)
Este es el melodrama perfecto. Chang-su se enamora de Yeong-ja justo antes de irse a la Guerra de Vietnam (Corea del Sur enviaba 48,000 soldados al año). Mientras él está destacado, el hijo de los dueños de la casa donde trabaja viola a Yeong-ja, por lo que termina sin empleo. Poco después pierde un brazo en un accidente de transporte público y finalmente, al estar totalmente desesperada, termina en la prostitución. Después de haberle perdido la pista, Chang-su la encuentra en los separos de una estación de policía, la rescata y decide sacarla de su mala vida. Su devoción lo lleva a perder todo su dinero, a adquirir una enfermedad venérea y a terminar con el corazón roto. Sin embargo la película tiene un final feliz y agridulce, cuando se encuentran años después y cada quién ya hizo su vida.
Ahora, ¿por qué es el melodrama perfecto, más allá de lo obvio en la trama? Pues porque si bien pasamos por la tragedia más absoluta, la película también está llena de momentos de ternura y solidaridad, además de que algunas situaciones son cómicas, lo que se debe tanto a la simpatía vulgar de Yeong-ja, como la ridiculez del héroe retraído al que el mundo le resulta muy cuesta arriba. Ahora, desde la distancia cultural latinoamericana hay elementos donde resulta muy problemático penetrar en el código. Por ejemplo, ¿por qué cuándo Yeong-ja pierde el brazo, el brazo vuela por los aires como si fuera un globo? ¿En Corea del Sur eso es cómico, hace llorar…?
Yeong-ja en la flor de la juventud fue un éxito de taquilla enorme en su momento con 360 mil asistentes, un éxito tal que sobrepasó a toda su competencia, entonces mayormente internacional. Sólo que desde otro continente parece muy difícil descifrar la razón de su éxito.
Mujer de invierno (Gyeoul-yeoja, Kim Ho-sun, 1977)
Basada en la novela del mismo nombre de Cho Hae-il, Mujer de invierno es una película que trata sobre el despertar sexual femenino, los tabúes que hay en torno a él. Lee-hwa, es hija de un pastor protestante, quien la educa para ser moral y sexualmente conservadora. Sin embargo, las experiencias que tiene con sus novios a lo largo de la adolescencia y principios de la adultez, así como la presión que recibe de ellos para tener sexo, la llevan ofrecer su cuerpo voluntariamente a lo hombres, sin pedir nada a cambio, especialmente después del fallecimiento de su novio, Suk-gi, quien la acusa de preferir su castidad por encima de las personas a quienes dice amar.
Similar a la novela en la que se basa, esta cinta plantea una crítica oculta a un régimen conservador que promovía la prostitución para obtener turismo y divisas extranjeras, por medio de una muchacha de clase que acomodada que ofrece su cuerpo como un acto de caridad. Aunque en su momento fue la cinta más vendida de la década de 1970 y convirtió en una estrella a la actriz Chang Mi-hee, no se salvó de las críticas que provocó entre los conservadores, que dominaban el régimen del dictador Park Chung-hee, quienes no dejaron de notar la crítica implícita en poner en la ficción a una muchacha de la clase dominante en un papel que reflejaba al de muchas jóvenes de las clases populares en la vida real. Pese a todo no pudieron actuar contra la película por su gran aceptación popular. Las dictaduras conocen muy bien sus límites frente a las masas.
Redacción: Juliana Avendaño García, Hiram Islas, quien también dirigió la investigación, Grecia Juárez, quien hizo las revisiones, Abel Muñoz Hénonin y Vanessa Villegas.
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