Introducción al cine de Corea del Norte

Introducción al cine de Corea del Norte

Por | 8 de diciembre de 2022

La muchacha de las flores (Kkochpaneun cheonyeo,
Kim Il-sung y Choe Ik-gyu, 1972).

Apenas en 1948 Corea del Norte se proclamaba una nación soberana. Tocó la suerte de que Kim II-sung, su líder supremo y el encargado de distanciarse de los estragos del imperialismo japonés, fuera cinéfilo para que la industria fílmica del país comenzara a desarrollarse. Gracias a esta afición del líder, el mito nacional se construye con el apoyo de una cámara.

Esta selección de películas hace un recorrido por la historia del cine norcoreano. Va del sueño político en pos de un territorio en donde las historias y sus personajes son expresión de la cualidad moral del régimen hasta llegar a una Corea del Norte impenetrable e independiente ante el mundo y el progreso. «Hay algo que no encontré en ningún lugar. Mi país es el mejor, siempre lo será», reza una canción norcoreana. Probablemente algo parecido a la atmósfera que se desprende de esta letra sea lo que acompañe al lector durante su lectura.

Como ha sucedido en otros puntos de esta serie, casi todos los títulos son nuestros, porque apenas unas pocas de las películas que abordamos se han exhibido en México. Y como ya ocurrió en otras ocasiones, no siempre fue posible conseguir fotogramas de las películas mencionadas.

 

Mi aldea natal (Nae gohyang, Kang Hong-sik, 1949)

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En 1949 la nueva república de Kim Il-sung le encomienda al director Kang Hong-sik la dirección de Mi aldea natal con la intención de aprovechar el potencial propagandístico cinematográfico. La película inicia con un plano aéreo del cráter del monte Paektu, con la cual se inaugura una producción cinematográfica que continuará celebrando por décadas la liberación norcoreana del yugo imperial nipón.

La trama de la película gira en torno a un campesino, Gwan-pil, que al defenderse de los abusos de su despiadado patrón japonés, es encarcelado y despojado de sus tierras. En la prisión se familiariza con los guerrilleros del Ejército Revolucionario Popular de Corea y su causa. En conjunto huyen de la cárcel y emprenden la lucha a través de varias excelentes escenas de acción, de las cuales destaca la sensacional explosión de un puente ferroviario. La película termina con Gwan-pil liberando su aldea y recuperando lo suyo.

Lo curioso de esta película es la falta de mención de los elementos fundamentales en el proceso de liberación: la derrota japonesa durante la Segunda Guerra Mundial y la influencia soviética. Mi aldea natal, más que una película, es la inauguración de un discurso nacionalista que celebra el sacrificio del pueblo y totemiza a su Gran Líder, futuro presidente eterno de la república, Kim Il-sung. El contexto histórico de la narrativa se divorcia y devuelve el heroísmo al pueblo, consagrando así una dinastía análoga a la película, retirada de todo contexto y aislada del mundo.

 

El alto horno (Yong gwanglo, Min Chong-sik, 1950)

El alto horno, la segunda película dramática de cine norcoreano, fue estrenada cinco años después de la Liberación. En el filme, Ryong-su, trabajador de un horno, encuentra la forma de desarrollar ladrillos usando tecnología y recursos propios con el objetivo de ya no depender de las importaciones. Él y su ayudante se vuelcan con gran ímpetu hacia esta investigación, la cual se ve atajada por unos espías y por los celos de la esposa de Ryong-su hacia la relación que él tiene con su aprendiz. La película de Min Chong-sik es la favila de la llama que con los años se encendería, pues el cine norcoreano se abría paso a cuentagotas –con aproximadamente cinco películas producidas al año– y con una gran carga social sobre los hombros: la necesidad de pregonar el anhelo de construir una nación alejada del imperialismo japonés y su censura.

Al igual que Mi aldea natal, estrenada el año anterior, el filme de Min se caracteriza por ser una película de obreros. La trama intenta construir un mito nacional para Corea del Norte. Una forma de pensarse a sí misma como un país libre y con futuro. Además, en el entendido de lograr lo anterior, se buscó dar mayor legitimidad al Partido del Trabajo de Corea, liderado por Kim II-sung.

 

Dos Grandes Óperas Revolucionarias

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Mar de sangre (Pibada, Choe Ik-gyu, 1969).

La leyenda cuenta que en la década de los treinta Kim Il-sung, mientras forma parte de la guerrilla que resistía a los japoneses en Manchuria, escribe su primera ópera, Mar de sangre, y la presenta en un campamento. Más tarde, encarcelado por los japoneses, escribe el guion de La muchacha de las flores, a los que les seguirían tres más: Una verdadera hija del Partido, La canción del monte Kumgang y Habla con el bosque. En conjunto se les conoce como las Cinco Grandes Óperas Revolucionarias.

Cuando Kim Jong-il recibió el nombramiento ministro de la División de Cine y Artes del Departamento de Propaganda y Agitación de Corea del Norte, decidió producir versiones cinematográficas de todas. El objetivo era valerse del cine para fortalecer la ideología juche (materialismo histórico + individualismo + nacionalismo + soberanismo), que distingue a Corea del Norte de los otros países comunistas. Más tarde se montaron como óperas propiamente dichas, y por último también se publicaron en forma de novelas. Las dos primeras óperas son piezas clave en la filmografía norcoreana.

Mar de sangre (Pibada, Choe Ik-gyu, 1969). Situada en el periodo de la ocupación japonesa muestra las penurias por las que pasan una madre, Sun-nyo, y su familia. Los sufrimientos que viven a causa de los japoneses encauzan el deseo de la familia de unirse a la revolución comunista y convertir todo el país, precisamente, en un mar de sangre liberadora. Mar de sangre fue un éxito popular que además moldeó la industria cinematográfica norcoreana de los años posteriores.

La muchacha de las flores (Kkochpaneun cheonyeo, Choe Ik-gyu, 1972). «Compren flores, flores rojas, hermosas y fragantes», canta Kop-pun mientras camina por el monte. Rodeada de más tragedias que flora, intenta sobrevivir en una Corea azotada por la tiranía imperial nipona. El drama asciende, escalón a escalón, cuando la vendedora de flores atestigua la muerte de su madre; aumenta con las amenazas hacia su hermana invidente para finalmente exacerbarse con su propio encarcelamiento. El punto más álgido de la tensión se resuelve con un deus ex machina: la revolución llega, de pronto. En este caso la revolución está encarnada por el hermano de la protagonista quien regresa a su aldea a liberar a su hermana y emancipar al pueblo de la opresión japonesa.

Este conjunto verdaderamente multimediático de adaptaciones conforma el suceso cultural más importante de la historia de Corea del Norte. Su extravagancia capital radica en su autor, el mismísimo Kim Il-sung, a quien se le pueden criticar muchas cosas, pero no se le puede tildar de tener mala pluma para el alto melodrama.

 

El secuestro de Shin Sang-ok (director) y Choi Eun-hee (actriz)

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Pulgasari (Bulgasari, 1985).

Ésta es una de las historias más extrañas y oscuras del cine.

A principios de la década de 1970, Kim Jong-il, frustrado por la baja calidad y torpeza narrativa del cine de su país, decidió que para cambiar las cosas tenía que aprender de uno de sus directores más admirados, el sudcoreano Shin Sang-ok. El pequeño detalle es que, a sabiendas de que no iba a querer participar con un régimen que le era políticamente cuestionable, decidió secuestrarlo. Y para ello armó una maniobra tan compleja como absurda.

22 de enero de 1978. Primera etapa. Choi Eun-hee, una de las primeras estrellas de Corea del Sur, y ex esposa de Shin, es raptada en Hong Kong. El anzuelo para llegar a la (entonces) colonia británica fue la oferta de dirigir una película, y quizá también una academia de actuación. Una vez en Corea del Norte se le asigna una vivienda de lujo, un tutor para que la capacite sobre la grandeza y bonhomía del máximo prócer, Kim Il-sung. Por su parte Kim Jong-il la convierte en su asesora en materias fílmica, dramática y de relaciones públicas.

1978. Fecha exacta desconocida. Segunda etapa. Shin desaparece en Hong Kong, después de meses de buscar a Choi. La añagaza era justamente ella. Al llegar a Norcorea se le asigna también una mansión de lujo, pero tras dos intentos de escape, se le encarcela por desobediencia. Estuvo en prisión de 1980 a 1983.

7 de marzo de 1983. Operación concluida. Shin y Choi se “reencuentran” en una fiesta organizada por Kim Jong-il.

Poco después comienzan a hacer películas con la posibilidad de poner a Corea del Norte en el panorama fílmico global. Vamos a destacar dos de ellas:

Escapar (Talchulgi, 1984). Colonia de Corea, Imperio Japonés. Song-ryul recibe un pedazo de tierra de uno de sus primos y lo labra junto con su esposa (Choi). Sin embargo, justo en tiempo de siega, el primo vende la tierra y la cosecha a los nipones. Sin nada, el matrimonio y los padres de Song deciden mudarse a la nueva y prometedora colonia de Manchuria en donde les va peor todavía. En un ataque de furia, Song destruye una farmacia. Los japoneses los aprehenden, pero Kim Il-sung ataca el tren en el que los transportan y se une a sus fuerzas revolucionarias para destruir las vías del ferrocarril.

Pulgasari (Bulgasari, 1985) es una especie de Godzilla (Gōjira, Ishirō Honda, 1954) comunista. Los campesinos se rebelan contra la opresión del rey de la dinastía Goryeo (918-1392), pero las fuerzas son muy desiguales y terminan vencidos. Uno de ellos, Tak-sae, cae preso, es torturado y, antes de morir, hace un muñeco de arroz, una especie de lagartija, para su hija Ami. En algún momento, la sangre de Ami entra en contacto con la figurita, y cobra vida, comiendo todo el metal a su paso y creciendo hasta adquirir dimensiones de kaiju, y gracias a su vínculo con ella se convierte en el arma con la que los campesinos vencen a la nobleza. Pero después, sigue comiendo metal y creciendo, hasta volverse una nueva opresión para los campesinos y eso provoca que Ami se sacrifique metiéndose dentro de una campana y destruyendo al monstruo, que no puede comer carne.

La razón para remarcar este final es que muy probablemente Shin dejó a la vista un mensaje contra lo que nosotros ahora sabemos que es la dinastía Kim.

Al mismo tiempo que comenzaron a hacer películas, Choi y Shin cavilaban planes para escapar. Primero decidieron obtener evidencia de que habían sido secuestrados. El 19 de octubre de 1983, grabaron subrepticiamente a Kim Jong-il, confesando las razones del secuestro e indicándoles que declararan ante la prensa que su estancia en Corea del Norte era voluntaria. Esto último lo hicieron posteriormente, el 12 de abril de 1984, en Belgrado, Yugoslavia.

Después de Pulgasari, la pareja le propuso a Kim hacer una película sobre Gengis Kan. Como el proyecto era demasiado ambicioso para las arcas norcoreanas, convencieron al político de enviarlos a Austria a buscar financiamiento. El 12 de marzo de 1986 escaparon, en una cadena de eventos digna de una película de espías (con poco financiamiento). Primero se registraron en el hotel InterContinental para una entrevista con el periodista japonés Akira Enoki, para la entrevista convencieron a sus escoltas de salir de la habitación y, entonces, por medio de los empleados del hotel hicieron llegar una petición de asilo a la Embajada estadounidense. A las 12:30 tomaron un taxi, pero sus escoltas lo notaron pronto y los persiguieron, por suerte había tráfico y la pareja alcanzó a cruzar la puerta de la Embajada. Vivieron felices muchos años comiendo hamburguesas en Los Ángeles bajo pseudónimo. Más tarde volvieron a Corea del Sur.

 

Hong Gil-dong (Kim Kil-in, 1986)

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Hong Gil-dong es uno de los personajes populares más importantes en toda Corea, desde finales del siglo XVI, cuando apareció en la primera novela del país; la novela lleva su nombre y se tribuye a Heo Gyun. Por este motivo era de esperarse que, con la llegada del aparato cinematográfico, se realizaran diversas adaptaciones a la pantalla grande. Surcorea tomó la delantera con el primer largometraje animado sobre este personaje en 1967. Sin embargo, Norcorea no se quedaría atrás, con un caso peculiar dentro de su cinematografía: un filme casi exento de propaganda política.

Todo comienza con el nacimiento de Hong Gil-dong, hijo bastardo de un ministro de Seúl, y el odio inmediato hacia él por parte de la esposa del gobernante, pues resulta que la madre del neonato es una criada. Aprovechando que el ministro debe viajar a la frontera, la mujer de Hong los manda asesinar, pero el intento es frustrado por un viejo maestro de artes marciales con el cual el pequeño se impresiona, por lo que le ruega que sea su tutor. Ya joven y con varios años de entrenamiento, casualmente se enfrenta a los mismos delincuentes que en el pasado intentaron matarlo. Vencidos, huyen y olvidan un gran tesoro que creían los alimentaría de por vida: la hija del primer ministro Rim. La muchacha es devuelta a su hogar, pero el héroe ha pasado el tiempo suficiente en la casa del funcionario, y se enamora de la joven. Madre e hijo regresan a Seúl con el cometido de proteger el país y dar fin a la miseria. En su camino se enteran de que el primer ministro quiere casar a su hija con Hong, sorpresa que dura poco pues, al enterarse de que es hijo ilegítimo, retira la propuesta. El joven decide tomar sus cosas y partir para, ahora sí, enfocarse en su deber: defender a los pueblos de saqueadores y gobernantes corruptos.

Filmada al más puro estilo de los metrajes de artes marciales hongkoneses, Hong Gil-dong es una película cuya narrativa embona casi perfectamente en el viaje del héroe hasta el desconcertante final –para estas estructuras–, el cual queda abierto con la partida de Hong y sus allegados hacia nuevas tierras arrasadas por la pobreza y la corrupción. Un desenlace irónico: se abandona la esperanza por el territorio por el que se luchó toda la película en pos de la existencia de un paraíso. Por más heroica, la resistencia queda dibujada como algo completamente inútil, y el escape como la única salida.

 

Nación y destino (Minjoggwa unmyeong, varios cineastas, 1992-2002)

A inicios de los noventa, Kim Jong-il, entonces ya líder supremo de Corea del Norte, dio luz verde al proyecto más ambicioso que ha conocido la cinematografía de dicho país: una serie de películas cuya apuesta inicial era la de ser la más grande del mundo. Cien episodios planeados para narrar la vida de personajes importantes de la historia nacional, así como la de los habitantes y trabajadores de los pueblos. De 1991 a 2002 se estrenaron sesenta y dos capítulos de entre una hora y hora y media de duración. Sin embargo, la producción se detuvo. En el proceso algunos episodios realizados fueron censurados por el mismo gobierno; motivo por el cual no se puede obtener más información de ellos.

La empresa no sólo fue arriesgada en cuestiones económicas o de magnitud, también lo fue la peculiar travesía que compartían los personajes de las historias elegidas: salían de su país y vivían en diferentes naciones para al final volver a su natal Corea del Norte. Lo anterior llevó a que diversas escenas fueran filmadas en los países in situ, lo que permitió a los espectadores impresionarse con imágenes claras de la vida fuera de la república, en territorios como Canadá o Francia.

Podría decirse que casi la mitad de Nación y destino está conformada por seis películas biográficas, de entre dos y seis capítulos cada una, que narran las vidas de generales, políticos, compositores, miembros del partido comunista y prisioneros políticos. Casi todas comienzan con el personaje en cuestión, ya viejo, rememorando sus aventuras y desventuras pasadas, y una final reflexión o puesta en acción a partir de ello. Entre ellas destaca en extrañeza la primera, que se centra en Choe Deok-sin, quien gran parte de su vida estuvo en ejércitos y movimientos anticomunistas, perteneció a la academia militar de Estados Unidos y hasta estuvo involucrado en dos masacres por parte del ejército sudcoreano. De buenas a primeras saca de lugar el que este hombre sea protagonista de los primeros episodios; sin embargo, su vida es tratada como un melodrama en la que es víctima de innumerables engaños que lo posicionan en el “bando incorrecto” por años. Esto también da a entender que Corea del Norte está abierta a perdonar hasta las más viles acciones, pues todos somos susceptibles a las bípedas lenguas de los vecinos del sur. Este tratamiento melodramático/heroico se extiende al resto de las historias biográficas.

Tomando en cuenta lo impenetrable que se muestra Corea del Norte hacia el mundo, podría ser contradictorio que –una narración cuya búsqueda es reforzar el nacionalismo del público y enraizar las leyendas de figuras recientes– use eventos sucedidos en otros países y se preocupe por meter referencias externas como La divina comedia, pinturas de Rembrandt o Nietzsche. Mas esto cobra sentido al tomar en cuenta que el punto de partida para toda la serie, y casi leitmotiv en diversos momentos, es la canción Mi país es el mejor, cuya idea general es que, por más cosas bellas que se vean y se prueben en otros lugares, nada se equipara a las de Norcorea. De esta manera parecería que las puertas están abiertas para que los habitantes vayan y vengan, exploren y se sorprendan pues no encontrarán una belleza como la de casa. Sin embargo, las políticas herméticas de la República Popular Democrática de Corea no juegan hacia el mismo lado. Es en este discurso maquillado donde radica lo atractivo de los diferentes metrajes y que lo aleja un poco del extremo panfletario, siendo disfrutable o al menos sorprendente para un público externo. Razón por la que se le considera la referencia más importante en toda la cinematografía norcoreana.

 

Sobre el pasto verde (Pureun judan-u-eseo, Rim Chang-bom, 2001)

El Día del Trabajo se acerca y Mun-gyu debe preparar el espectáculo masivo de gimnasia infantil para dicha celebración. Cuando Hyon-hui, otrora su compañera de esta disciplina, llega como sublíder de la institución, busca hacer cambios en la propuesta del entrenador, quien se niega rotundamente. A pesar de la negación sobre sus órdenes, Hyon nota el gran esfuerzo que hace su expareja para el espectáculo, motivo por el que lo asciende a director del siguiente. Sin embargo, para él es doloroso el pensar en dejar a sus niños por lo que permanece en su misma posición. Su compromiso es inconmensurable, casi beatífico, se preocupa porque los infantes comprendan que su actuación representa a las estrellas bailando alrededor de su sol: el comandante padre Kim Jong-il.

La hermana está casada, los amigos están casados, la otra hermana está casada, pero Mun-gyu y Hyon-hui se han entregado tanto a su trabajo que dejaron de lado el buscar la vida marital. Sin embargo, desde su reencuentro hay una chispa que se opaca tanto porque ella piensa que el hombre está enamorado de otra acróbata como por la diferencia de rango. Las disputas entre si cambiar o no los pasos complicados aumentan hasta que ella entiende que él realmente ha dejado todo; al grado de que el día en que su madre fallece, Mun-gyu opta por ir a la puesta de gimnasia ignorando la petición de sus familiares por quedarse en casa. Así, ella lo ve aún con ojos más deseosos y le permite cumplir sus sueños, los niños lo hacen bien y todos son felices. El gran líder, padre y supremo general se manifiesta orgulloso de las generaciones por venir.

Fuera de la proeza de la gimnasia en masa grabada durante la celebración real, la película bien podría ser un episodio de telenovela con luces planas, encuadres ilustrativos, diálogos sobreexplicativos y momentos musicales que derrochan miel. Su único objetivo es transmitir la importancia del sacrificio personal por la organización común pasando por encima de la familia o la salud misma, todo en aras de tener orgulloso al dirigente en turno. Panfleto de inicio a fin, en el 2004 fue la primera película norcoreana en ser invitada al Festival Internacional de Cine de Berlín en el que, como si no fuera suficiente la calidad del filme, fue proyectada con doblaje al alemán y sin subtítulos. Fue homologada por la crítica al cine de propaganda Nazi pero carente de la brillantez técnica de Leni Riefenstahl.

 

La emperariz Chung (Wanghu simcheong, Nelson Shin, 2005)

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Una joven princesa ha de curar a su padre de la ceguera, pero para ello debe mostrar su valentía y entregarse a un monstruo del mar. Esta es la historia de un famoso cuento popular coreano que Nelson Shin animó durante siete años de trabajo. Sin embargo, el registro del filme se perdió.

Pese a haberse proyectado en algunos puntos de Europa, no hubo estreno internacional en festivales ni en cines. Las únicas huellas que quedan de su paso son el tráiler y la animación de prueba de sonido que pueden ser consultadas en línea por los interesados o curiosos que intentan descifrar los rastros de su desaparición.

Casi convertido en un cuento popular y compitiendo por derrocar en popularidad al que dio pie a la historia, está el rumor de la circulación y venta de la película en formato DVD en Corea del Norte. Cabe resaltar que fue la primera de este tipo en ser producida en cualquier Corea, además de tratarse de una inaudita coproducción de los dos países.

 

La historia de nuestro hogar (Uli jib iyagi, Ri Yun-ho y Ha Yong-ki, 2016)

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A lo largo de la década de los noventa, a raíz de la caída de la URSS, una terrible hambruna acaba con la vida de miles de norcoreanos dejando a generaciones de infantes en estado de orfandad. Jang Jong-hwa, de 18 años, huérfana también, decide adoptar a un grupo de niños para reconstruir desde las ruinas un nuevo hogar. Querida y aclamada por el régimen, la historia de su sacrificio es llevada a la gran pantalla en 2016 en una suerte de merecido homenaje con una inconmensurable plusvalía propagandística.

En 2018 el festival surcoreano de Bucheon programa una serie de películas y otras piezas de propaganda de sus vecinos del norte, suceso insólito, entre las cuales destaca, La historia de nuestro hogar. Esto no es causalidad dado que la película presume muestras de avances técnicos y narrativos demostrados con movimientos de cámara extravagantes, cámaras lentas, y un conjunto de artificios que más que engrandecer a la película, ostentan una bonanza en los modelos de producción. Aunado a esto, son muchos los planos donde los personajes presumen tener televisores de plasma y celulares modernos que terminan por construir una Corea del Norte donde, formal y materialmente, gozan de las mieles del progreso. ¿Gracias a quién? Al Estado. Inclusive la narrativa huye de una construcción de personaje cuyo cúmulo de características propias puedan construir un sacrificio verosímil. Al contrario, la causa es externa, es decir, es desde el régimen que nuestra heroína recoge la fuerza para su inagotable generosidad.

 

Redacción: Ofelia Ladrón de Guevara, quien hizo las revisiones, Abel Muñoz Hénonin, Patricio Solís Macías y Christopher Valender. Hiram Islas dirigió la investigación.