Diario de Francia

Diario de Francia

Por | 1 de abril de 2013

Una memoria de dos filos se despliega a lo largo de un viaje en auto por la provincia francesa: un hombre solo, una cámara fotográfica de gran formato y las paradas continuas de una nostalgia expuesta a la luz uniforme de la campiña. Raymond Depardon y esa especie de fotosíntesis de la memoria que florece, apuntalada en el recorrido sin retorno de la experiencia física y total de la doble observación que conlleva el registro mecánico cuando se aprende a percibir a través de él. Al mismo tiempo, desde una sala de postproducción en París, Claudine Nougaret, el amor tardío (y fílmico) de Depardon, une las piezas del trayecto solitario con fragmentos físicos y luminosos de viejas cintas almacenadas durante años en el archivo personal de su casa: recuerdos de magnitud al mismo tiempo personal e histórica que unen la vida privada de la pareja con aquella otra que concentra algunas de las transformaciones socioculturales más significativas de la segunda mitad del siglo XX.

La vida personal de Depardon (Villefranche-sur-Saône, 1942), nacido de una familia campesina de clase media, es prácticamente indisociable de su trabajo como fotógrafo, primero, y, más tarde, como documentalista. De sus pasos tempranos por el fotoperiodismo a mediados de los cincuenta como asistente de fotógrafos de prensa, a la formación de la seminal agencia Gamma –primera agencia formal de fotoperiodismo en Europa– en 1967, su labor detrás de la cámara marca una de las carreras más constantes de la imagen periodística internacional. Diario de Francia (Journal de France, 2012), la película que él y Nougaret (Montpellier, 1958) decidieron elaborar en conmemoración a esos años de dolor, idealismo cinematográfico y odiseas constantes, no escatima en la inserción de materiales de archivo para mostrarnos apenas una pequeña parte de una obra única y penetrante.

De manera sorpresiva, el mayor mérito del documental de la pareja no consiste en la capacidad de subrayar la importancia de materiales imprescindibles en su sentido histórico (a todas luces evidente), sino en su anclaje con una historia íntima y personal de amor por la vida que encuentra en los distintos formatos y modalidades de la imagen su reactor principal.

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 4, primavera 2013, p. 52) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


Gustavo E. Ramírez Carrasco es el editor web de Icónica. También es redactor en el área de Publicaciones y Medios de la Cineteca Nacional.