Halley

Halley

Por | 1 de abril de 2013

Sección: Crítica

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Mucho se ha hablado (sobre todo en la crítica extranjera) de si con el retrato de la cotidianidad de Beto, hombre que seguramente ya rebasó los cincuenta años, quien se desempeña como guardia de un gimnasio, y la mórbida particularidad física que le acompaña por más que la intente ocultar quirúrgicamente –misma que provoca la descomposición paulatina de su cuerpo (aparatosas llagas, supuraciones, carne agusanada, piel que se desprende…)– se ha erigido un pequeño subgénero que podríamos denominar como zombie arthouse film. Tal vez. Sin embargo, si se le da una segunda lectura, despojando el elemento “extravagante” a la película, se podrá detectar que Halley (2012), opera prima de Sebastián Hofmann (ciudad de México, 1981), es en realidad una variante –eso sí, irreprochable en sus acabados estéticos y narrativos– del que quizás sea el mayor temor de los cineastas mexicanos de la última década: la soledad.

Así pues, desde ese punto de vista, nuestro personaje está lejos de ser una anomalía de corte fantástico incrustada en este mundo: es un sujeto que está dejándose morir pasivamente mientras vaga por una ciudad inabarcable que ignora a cualquiera que arrastre una depresión crónica, cruzándose irremediablemente con su jóven y atractiva jefa, la cual, detrás de su actitud extrovertida, esconde más de una herida por ese amor traicionero, como quedará expuesto en aquella borrachera cada vez más incómoda que ambos compartirán y que finalizará antieróticamente en el departamento de ella.

A las secuencias relacionadas con la degradación anatómica de Beto, mostradas en toda su repelente magnitud (incluido un accidente de funestos alcances en los minutos finales) se contrapone un drama sombrío que desemboca en un epílogo por demás críptico (que podrá ser tomado como un simple capricho mimado de director primerizo o por el contrario, como una invitación al cuestionamiento –que cada quien decida–) donde no, no veremos pasar un cometa haciendo alusión al título, pero sí apreciaremos fiordos representando a la Nada.

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 4, primavera 2013, p. 54), y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


Alberto Acuña Navarijo, además de tener una amplísima labor como crítico de cine, es guionista y realizador. Su último trabajo es el documental ¿Quién mató al videohome? (2011-12).