Les éclats: Mi boca, mi rebelión, mi nombre
Por Nelson Carro | 1 de enero de 2013
Sección: Crítica
Directores: Les éclats Sylvain George
Entre Calais y Dover hay poco más de 30 kilómetros; el cruce del Canal de la Mancha se puede hacer por barco, tren o automóvil. Es algo realmente muy sencillo… salvo para los emigrantes ilegales, que pasan meses esperando una oportunidad para atravesarlo, mientras sufren humillación, represión policiaca, encierro y deportación.
Originalmente, Sylvain George (Vaulx-en-Velin, 1968) tenía previsto realizar en Calais un corto de veinte minutos, en unos meses de trabajo. Sin embargo, su estancia se prolongó durante varios años y de las muchas horas registradas surgieron dos largometrajes documentales: Que descansen en rebelión: Figuras de guerra (Qu’ils reposent en révolte: Des figures de guerre, 2010) y Les éclats (Les éclats: Ma gueule, ma révolte, mon nom, 2011).
El subtítulo de esta última, Mi boca, mi rebelión, mi nombre, repite las últimas líneas del poema Prophétie, del francés (martiniqueño) Aimé Césaire. Y la elección no parece gratuita, en la medida en que da testimonio de la supervivencia de un sistema colonial, que ha sufrido transformaciones pero mantiene su esencia.
En Calais, los migrantes se convierten en supervivientes sin derechos, en condenados sin delito. Poco importa su procedencia: hay africanos que buscan escapar de la pobreza y luchan por una vida más plena; hay afganos que huyen de una guerra absurda, que han vivido desde su nacimiento; hay europeos del este… Pero algo los une a todos: los culpables de sus desgracias, quienes los han llevado al exilio forzado, a hacer largos viajes en condiciones infrahumanas, son quienes luego los reprimen, recurriendo a todas las argucias de un sistema que los ve como un peligro para la democracia.
Les éclats es un testimonio desgarrador de una realidad muy común en nuestros días. Y es aún más desgarrador porque George rehúye el sentimentalismo y las convenciones de un cine político que busca la complicidad del espectador. Fragmentos de vida, reproducidos en blanco y negro con técnicas que remiten al cine experimental y de vanguardia; un uso radical de la tecnología digital, que aunado a la ausencia de personajes, provoca distanciamiento y evita cualquier tipo de identificación. En cambio, favorece la reflexión.
Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 3, invierno 2012-13, p. 69), y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.
Nelson Carro es el subdirector de Programación de la Cineteca Nacional. Lleva casi tres décadas publicando una columna semanal en Tiempo Libre. Fue director de la revista Dicine.
Entradas relacionadas
La cocina de los sueños robados
Por Israel Ruiz ArreolaWachito
22 de enero de 2025Un golpe de suerte: La puesta en escena como artificio
Megalópolis: El desdén a la utopía y la posibilidad de los afectos
Cinco postales móviles de una ciudad (¡Ya México no existirá más!)
Joker: Folie à Deux: Tiempo de diagnósticos
Longlegs, el terror que no fue
Por Israel Ruiz ArreolaWachito
17 de septiembre de 2024