As bestas: Cuando las conversaciones no

As bestas: Cuando las conversaciones no son suficientes

Por | 9 de marzo de 2023

Sección: Crítica

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Cuando se piensa en el campo, solemos creer que es un lugar paradisiaco en donde el bullicio de la ciudad se minimiza y los problemas se desvanecen con el pasar del viento. As bestas (Rodrigo Sorogoyen, 2022) es una evidencia de lo contrario. Este thriller rural nos muestra el conflicto que se desarrolla entre la familia de Antoine Denis y la familia Anta, donde la xenofobia y la brutalidad no dan cabida a conversaciones mediadoras.

El espectador puede suponer que el conflicto radica en la decisión de Antoine de no firmar a favor de la venta de los terrenos para la expansión de los molinos eólicos que han llegado a la zona, pero el problema va más allá: es un problema de xenofobia. Estamos ante una familia de origen humilde que ve en la venta de su terreno una posibilidad de escapar del lugar en donde se encuentra, porque ya está cansada de la tierra y la pobreza en la que vive, pero está cegada a la realidad de que el dinero que le están ofreciendo no alcanza para el proyecto de vida que quiere. Antoine, por otro lado, encuentra en la aldea un lugar en donde disfrutar de su retiro y también darle la oportunidad a otras personas para que vivan la experiencia del campo y está claro que estos proyectos van en contra de lo que desean los hermanos Anta, llevándolos a preguntarse cómo es posible que un extranjero determine qué puede ser bueno o no en una aldea al cual no pertenece.

Por un lado, tenemos a Antoine y Olga Denis, una pareja de extranjeros franceses que han decidido alejarse de la ciudad y radicarse en una aldea de Galicia con el fin de vivir del huerto ecológico que han creado y promover la migración hacia esa aldea con la reparación de casas en estado de abandono. Por el otro lado, están Xan y Lorenzo Anta junto a su madre, campesinos oriundos de la aldea y que viven de la ganadería, quienes están en la búsqueda de una oportunidad para salir de ese estilo de vida.

Xan es un hombre bastante testarudo, que intimida a sus vecinos con la manera en como se expresa y reacciona, el ambiente en donde interviene se ve viciado por su odio e intención de incomodar por completo a aquel que no esté de acuerdo con sus ideas. Complemento a éste, se encuentra Lorenzo, el cual no está del todo bien de la cabeza por un accidente que tuvo de pequeño con un caballo y por ende las personas no lo toman en serio y lo excusan por su comportamiento. Pero esta dupla se convierte en peligrosa al decidir acechar y hacerle la vida imposible a la familia Denis, porque quieren que se vaya y deje de ser un impedimento para la venta de los terrenos, sumado a que sienten que no tiene derecho alguno para echar raíces en la tierra que han vivido.

Antoine busca soluciones, se dirige a las autoridades e incluso mediante grabaciones trata de evidenciar la violencia de la cual es víctima, pero todos sus intentos por solucionar el conflicto se verán subestimados y su propia vida terminará por ello. La brutalidad de la escena de su asesinato nos muestra ese lado salvaje de la humanidad, aquella que no acepta razones ni explicaciones para mediar, sino que mediante la fuerza se mide quién tiene el poder sobre el otro.

Es curioso observar que la película se divide en dos grandes segmentos, el primero es donde vemos la hostilidad varonil, ese choque entre la razón y la fuerza, donde Antoine busca los medios para poder terminar con la rivalidad que ha impuesto los hermanos Anta, pero las conversaciones terminan siendo hostiles y colman la paciencia del profesor, llegando a una batalla cuerpo a cuerpo en donde lo pierde todo. En el segundo segmento predomina la fuerza femenina, donde vemos la perseverancia y la fortaleza de una mujer, Olga, que está buscando el cuerpo de su esposo desaparecido al igual que continuar con su proyecto en el campo. Resulta admirable cómo ella toma las riendas de la huerta y no se deja embaucar ni amedrentar con los comportamientos de aquellos que quieren excluirla. 

La violencia rural nos traslada a lo primitivo y por ende el título no es ajeno a la trama.  La película puede generar una gran tensión en el público, porque las reacciones de Xan y su hermano no son nada civilizadas, la tosquedad y el odio son lo único que ofrecen frente a los intentos de reconciliación de Antoine. Ante la incomodidad que se vive en la primera parte creemos que nada se podrá arreglar, el pesimismo se apodera del espectador y hasta puede sentirse enfadado por la insistencia de Antoine de seguir en dicha aldea. Vemos que hay una dualidad entre el intelecto y el instinto de supervivencia. Porque los hermanos Anta se sienten amenazados y humillados por el comportamiento de su vecino, como si lo que están deseando tuviese que ser validado por él, toman el camino más fácil y mediante el hostigamiento y la desaparición creen resolver su problema.

En la segunda parte vemos la encrucijada de Olga por encontrar respuestas. Se puede sentir un poco de frustración al ver su empeño por continuar con aquello que tenía con su esposo, su hija incluso se enfrenta a ella y cuestiona su modo de vida, pero Olga seguirá buscando develar la verdad que le han negado. En la película aunque podemos tomar partido frente a la familia de franceses, no podemos negar la existencia del problema que viven los demás vecinos quienes desean salir de su pobreza, realmente es una obra que deja muchas sensaciones tanto de incomodidad, impotencia e incertidumbre.


María Fernanda González García estudia Literatura en la Universidad del Valle y forma parte de la redacción de Icónica. Ha colaborado en el espacio Cinéfagos de El Colombiano y la revista de cine colombiano Canaguaro.