3 ideas para pensar Jurassic World
Por Icónica | 11 de junio de 2015
1. Clonación.
La serie Jurassic Park-Jurassic World (1993-2015) se basa en la posibilidad de reconstituir especies de dinosaurios con fines comerciales. Teóricamente esto sería posible siempre que se tuviera el ADN íntegro de un gran reptil prehistórico y el óvulo de un organismo parecido evolutivamente a él, como un cocodrilo del Nilo; aunque de la teoría a los hechos hay mucha distancia. Lo cierto es que el cine de ciencia ficción muy a menudo plantea una idea científica concebible, independientemente de que sea realizable, y la utiliza como principio alquímico para desarrollar una historia.
2. Naturaleza y catástrofe.
El rápido y voraz “avance” del hombre sobre la naturaleza ha sido implacable desde la Revolución Industrial y la consolidación del modo de producción capitalista. Las “fantasías” cinematográficas sobre la revancha de una naturaleza menoscabada por las actividades humanas aparecen en el siglo XX como indicadores de nuestra plena conciencia respecto a los abusos cometidos por nuestra especie. A diferencia de Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963) o Tiburón (Steven Spielberg, 1976), Jurassic Park, también ejemplo de la modalidad “naturaleza desquiciada vs hombre”, representa un caso especialmente interesante porque integra dos fascinaciones diferentes: por un lado, la obsesión occidental reciente por el fin del mundo; por el otro, los alcances de una fantasía científica descomunal expresada en el romanticismo de la paleontología y el futurismo de la genética. En cualquier caso la intromisión del hombre en la naturaleza se revierte contra él.
3. Mercado indómito.
Quizá lo más sorprendente de las películas jurásicas de Steven Spielberg y sus secuaces es que así como el hombre no puede controlar la naturaleza, tampoco puede controlar al mercado. En esta nueva entrega, el Indominus Rex, dinosaurio diseñado específicamente por los genetistas de InGen para atraer más gente al parque de atracciones, es el peligro más grande para los asistentes. Como una burbuja inmobiliaria o una gran devaluación, se sabe qué puede provocar el monstruo pero no cómo controlarlo.
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