La boda de la prima Valientita
Por José Felipe Coria | 27 de febrero de 2018
Sección: Opinión
Temas: Cine mexicanoComedia mexicanaLa boda de ValentinaLa primaMarco Polo ConstandseVíctor Ugalde
La boda de Valentina (Marco Polo Constandse, 2018)
Cuando la constante en una cinematografía es un género que sólo representa el interés comercial más burdo, en el caso mexicano la “comedia”, ¿qué puede haber en el trasfondo de los productos que este género produce y que son reiteraciones de añejos lugares comunes?
¿Qué hay más allá de los ridículamente malos argumentos ultraconvencionales que se filman siguiendo una rutina predecible? Dos ejemplos muestran inquietantes elementos en su vacuo trasfondo.
Aunque es imposible tomarlas en serio, estas películas ilustran a la perfección las carencias que su obviedad dramática revela: cómo esos elementos, obtusos, son lo único significativo en su discurso.
Se trata de A la prima se le arrima y La boda de Valientita, La primera se promocionó como “el último guión de Vicente Leñero”, una reducción al absurdo de la novela El primo Basilio (1878) del portugués José Maria Eça de Queirós. (Alguien debió haber tenido la piedad de ocultar tal bodrio traspasado al Guanajuato siglo XXI). ¿Cuáles son los puntos de contacto entre el siglo XIX portugués y el México actual? Aparentemente la represión sexual y su obsesión onanista. También que una historia sutil puede convertirse en burda sexycomedia de cornudos y ociosas estilo 1980. Pero sin sexo. Faltaba más: no hay que violentar la corrección política (ni las ganas de cobrarle boleto a menores de 15 años, que para eso la prima Natasha Esca sale en paños menores).
De haber mostrado desnudos o la sexualidad sugerida en la novela, esta cinta seguro pasaría por una sexycomedia nostálgica de las que previamente hizo su director, Víctor Ugalde: La lechería (1986), Para que dure no se apure (1988) y Mi mujer tiene un amante (1989).
La nueva (per)versión de El primo Basilio (1878) es una frustrante crónica de aceda seducción. Pero incestuosa. Con nula calidad estética asume que, en efecto, lo único divertido es el sexismo de que a la prima irremediablemente se le arrima.
A su vez, la “comedia” romántica La boda de Valientita manosea ideas de dos cintas de Julia Roberts, La boda de mi mejor amigo (My Besy Friend’s Wedding, P. J. Hogan, 1997) y Novia fugitiva (Runaway Bride, Gary Marshall, 1997), que mezcla con un contexto “nacional”. Valientita (más bien Marimar Vega: en estas cintas no hay personajes sino presencias que no actúan: se representan a sí mismas), está por casarse con un estadounidense de apellido Carnes, pero no puede por un absurdo: su transa familia la casó en ausencia con Omar Chaparro. Transa porque su padre Christian Tappan desea ser jefe de gobierno, fundó un partido para lograrlo y debe ocultar su mal habida fortuna con Valientita. Completan la familia su medio hermano juniorazo inútil Jesús Zavala; su sexy madrastra manipuladora Sabine Moussier y su elbista abuela encarcelada María Rojo.
La familia simpáticamente convence a Valientita de servirles de tapadera. Aunque declara ser más feliz en Estados Unidos sin su apellido Hidalgo, o sinónimo de familia corrupta («¡Nunca me dijiste que eran los Kennedy del crimen!», estalla el novio Carnes), regresar a México y quedarse para reactivar su relación con Chaparro, es más que significativo en esta historia donde abundan los lugares comunes de las relaciones mexicano-estadounidenses, desde la borrachera con tequila hasta el duelo físico-verbal entre machos alfa. Pero sobre todo, la pasiva aceptación de que la corrupción no es nada.
El trasfondo de cuán simpático es el aspirante a jefe de gobierno (que nomás sirve como ¡policía de tránsito!), con fortuna sin explicación, partido que es tan rata como cualquiera de los actuales y comparsas estereotipados, tan planos tanto protagónicos como incidentales que también se interpretan a sí mismos acartonadamente según el caricaturesco lugar común televisivo genérico estilo El privilegio de mandar (Carla Estrada, 2004-05), revela no una denuncia sino la exaltación de que lo corrupto, si es gracioso, bien vale aplauso. Y risa. Mucha risa (aunque nadie se ría en el cine).
La película incluye bailes en reemplazo de la seducción erótica entre Valientita y su galán, e insiste en que el idealismo mexicano se reduce a vivir a la sombra de un partido, que corrompe lo que sea, incluso al futuro yerno made in USA, cuya fundación altruista es cachada en delito flagrante. Al final el ridículo: un personaje meramente accidental gana las elecciones. El rival Tony Dalton, opositor con adláteres que actúan como dibujo animado manufacturado por Acme, también pierde. La política es un asco digno de celebrarse… si existe una familia, sin importar cuán perversa, mafiosa o disfuncional sea. La boda de Valientita defiende la ausencia de ética. Al final la mentada boda todo lo resuelve. Menos la pena ajena que inspira.
José Felipe Coria colabora en El Universal y es maestro del INBA. Es autor de los libros El señor de Sombras (1995), Cae la luna: La invasión de Marte (2002), Iluminaciones del cine mexicano (2005), Taller de cinefilia (2006) y El vago de los cines (2007). Ha colaborado en medios como Reforma, Revista de la Universidad, El País y El Financiero.
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