El sacrificio del ciervo sagrado
Por Ana Laura Pérez Flores | 8 de febrero de 2018
Sección: Crítica
Directores: Giorgos Lánthimos
Temas: El sacrificio del ciervo sagradoGiorgos LánthimosThe Killing of a Sacred Deer
¿Dónde está instalada el alma? ¿Y la consciencia? Uno puede perderse entre las búsquedas filosóficas, religiosas y científicas. Los doctores intentan preservar cuerpos que, sin entender bien cómo o dónde, albergan almas y consciencias. Es decir, las heridas del cuerpo siempre van más allá del cuerpo. ¿Cómo resarcir completamente entonces el error de un doctor que falla al salvar una vida?
En el primer plano de El sacrificio del ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, Giorgos Lánthimos, 2017), una operación a corazón abierto representa el vínculo simbólico entre el interior humano y el mundo. No es menor que Steven (Colin Farrell) sea un cirujano que se especializa en enfermedades del corazón. Hombre de ciencia, intenta explicarlo todo desde lo racional, hasta que su estructura se derrumba cuando, primero su hijo y luego su hija, se comienzan a enfermar de manera inexplicable –al menos desde la ciencia.
Todo se remonta a aquel error que mencionaba al principio: el padre de un niño murió a causa de una operación ejecutada por Steven y, al final, las consecuencias de su error lo alcanzan. La culpa cobra factura física en sus hijos, cuyos cuerpos poco a poco van deteriorándose. Resulta especialmente frustrante ver la incesante búsqueda de otros médicos, de la madre (Nicole Kidman) y del mismo Steven. En tiempos donde lo espiritual puede parecer insustancial, ¿cómo acercarnos a aquello que no puede explicarse a través de lo racional?
La relación entre el cuerpo humano y la consciencia que lo distingue de otras formas de vida no ha logrado ser abarcada totalmente por la ciencia, pero al final mundo interior y cuerpo físico son inescindibles[1] –pensemos en los padecimientos psicosomáticos, manifestaciones de problemas emocionales o de la mente como síntomas del cuerpo.
Cuando vemos a alguien a quien amamos morir lentamente, estamos viendo también cómo algo dentro de nosotros se deteriora. Por eso es tan patético ver a Steven intentar, sumergido en la desesperación, recuperar aquello que está perdiendo dañando a quien, desde su perspectiva, es culpable. Dice Judith Butler[2] que la destrucción de un cuerpo nunca será capaz de devolvernos otro: no hay acción efectiva para reparar un duelo. En este caso, el intento de salvación está dirigido hacia el lado incorrecto: la falta que hay que resarcir va mucho más allá de lo físico y para eso es necesario entender al hombre como algo más que un cuerpo. Aquello que sucede en el mundo interior del hombre siempre estará parcialmente fuera del alcance de la razón. El desarrollo descabellado de la historia de la familia en El sacrificio del ciervo sagrado es sólo una exteriorización del laberinto interno de pasiones al que nos enfrentamos cuando sufrimos un dolor que no podemos nombrar ni señalar. De ahí que tal vez la única salida termine siendo su resolución mística: permitir que una energía suprema desplace la razón en la búsqueda de justicia. Un dolor no tiene que hacernos sangrar para ser algo real.
[1] Cf. Roger Bartra, Antropología del cerebro: La conciencia y los sistemas simbólicos, Fondo de Cultura Económica, México, 2007.
[2] Cf. Judith Butler, Vida precaria, Paidós, Barcelona, 2004.
Ana Laura Pérez Flores es la coordinadora editorial de Icónica. @ay_ana_laura
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