Bella y perdida

Bella y perdida

Por | 8 de febrero de 2018

Sección: Crítica

Vivimos en un mundo desmitificado. Un mundo en el cual el más mínimo ideal es el ejemplo concreto de un anhelo que se muestra imposible, irrealizable. Un lugar donde, como diría Sarchiapone en Bella y perdida, soñar con que a los seres humanos les salgan alas, se eleven y dejen a la tierra para que se regenere, lastimosamente significa “despertar suspirando” porque, al abrir los ojos, es doloroso percatarse que, como un sueño que fue, no es verdad. Tommaso (un cuidador voluntario en un palacio abandonado), Pulcinella (personaje inspirado en una figura tradicional italiana), Sarchiapone (un búfalo) y Gesuino (pastor y poeta) son los personajes que en el largometraje encarnan las consecuencias de un mundo como este. Una lectura lineal del film nos dice que Tomasso ha encontrado a Sarchiapone, posteriormente este es regalado a Pulcinella, este último lo lleva con Gesuino quien, a pesar de los reclamos de Pulcinella, lo abandona a que cumpla con su destino mientras narra su vida en off. Sin embargo, más allá de esta línea narrativa explícita, uno de los puntos medulares del film radica en abordar cómo las relaciones entre ellos abren un horizonte que permite comprender la forma contemporánea en que el ser humano se desenvuelve en su mundo, cómo dichas relaciones esconden un determinismo que autodestruye la vida para, teniendo en mente su arbitrariedad evidente, abrir intersticios donde la imaginación y la poesía intervienen para lograr su transformación.

Sin duda Bella y perdida (Bella e perduta, 2015) es un film que se muestra complejo a la mirada, y gran parte de esta dificultad radica en la síntesis que Pietro Marcello (Caserta, Italia, 1975) logra concretar entre el documental y la ficción. Dicha síntesis otorga a la película una estructura en la cual el ritmo interno tiene como finalidad romper con una narración mecánica y simplista. A partir de esta experimentación de los recursos cinematográficos, las secuencias documentales (Tomasso) y ficcionales (Pulcinella y el testimonio poético de Sarchiapone) comienzan a engarzarse de tal manera que en la atmosfera del film las fronteras entre realidad y ensueño son disueltas. Así, si las fronteras ya no existen, la estabilidad de la realidad puede ser cuestionada a partir de los sueños y de las otras realidades posibles que personajes como Sarchiapone o Pulcinella anhelan.

En tanto los personajes despliegan su vida teniendo como horizonte la tragedia, muchas de sus acciones enfrentan obstáculos imposibles o difíciles de sortear: Tomasso sufre de asaltos por parte de la Camorra, le roban sus animales y bandalizan su camioneta; Pulcinella, al liberarse en el “árbol de la muerte” y beber del agua “que lo hará un hombre nuevo”, pierde el don de hablar con los animales mientras que Sarchiapone pasa de dueño en dueño (unos peores que otros), sin tener la oportunidad de cambiar su destino. Cada una de estas tensiones es posible debido al ritmo interno del film, a la duración de los planos generales y a la banda sonora; todos y cada uno de ellos ayudan a exponer la esperanza e ideales ocultados, sujetados por la fuerza, y que, al ser ya incontenibles, se escapan por las fisuras como si fueran una tenue luz que penetra en la obscuridad.

Si fuera posible resumir la profundidad del film en una de sus secuencias, esta sería cuando Sarchiapone dice «No me arrepiento de ser un búfalo» mientras cuatro o cinco hombres lo custodian y le marcan el paso, «después de todo», continúa, «en esta vida ser un búfalo es un acto poético». Las lágrimas de Sarchiapone no son más que la metáfora de una sociedad que sufre el no poder poner fin al fatum que la desmitificación del mundo, el pragmatismo y la racionalización cuantitativa de la vida le confieren. Frente a esto, tal y como dice Sarchiapone, en el acto poético se encuentra la fuerza de todo intento de dar un poco de luz a esta obscuridad que nos carcome, que se muestra irremplazable, pero que al ser arbitraria, es posible transformar.


Eduardo Zepeda estudia la licenciatura en Filosofía en la UNAM. Fue ganador del VII Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes “Fósforo” 2017, categoría “Licenciatura”, en el marco del Festival Internacional de Cine UNAM.