La Mantis

La Mantis

Por | 7 de febrero de 2018

Solitaria, independiente, desapegada, con una sexualidad literalmente voraz: en busca de macho estrictamente con fines de apareamiento (machos que, en el mejor escenario, después de consumado el acto desechará y, en el peor, serán consumidos durante la cópula), la mantis religiosa quizá sea el insecto que mejor representa muchos de los miedos en torno a la sexualidad de las mujeres de las sociedades patriarcales.

A pesar de que es incesante la producción de series y películas (y la fascinación de las sociedades modernas) en torno a los asesinos en serie, en realidad se ha explorado muy poco lo que acontece con sus contrapartes femeninas. En el ámbito cinematográfico es difícil no pensar en la interpretación, por parte de Charlize Theron en Monster: Asesina en serie (Monster, Patty Jenkins, 2003), de Aileen Wuornos, la prostituta norteamericana que fuera ejecutada en 2002 por el asesinato de varios hombres. Una razón de que esto sea así es, probablemente, el hecho de que la inmensa mayoría de los asesinatos en serie son cometidos por hombres, cuyas víctimas son principalmente mujeres, adolescentes o niñas. Sin embargo, se puede argüir que otra de las causas es la dificultad de adentrarse en la exploración de las formas específicas y los motivos que tienen las mujeres para convertirse en asesinas.

La Mantis (La Mante, Nicolas Jean, Alice Chegaray-Breugnot, Grégoire Demaison y Laurent Vivier, 2017) es una serie que, abrevando del esquema planteado en El silencio de los inocentes (The Silence of the Lambs, Jonathan Demme, 1991), desarrolla el tema de una asesina que se dedicó a matar hombres siguiendo una clara agenda política, es decir, a hombres que ejercían alguna forma de violencia contra las mujeres (violadores, golpeadores, maridos infieles, etc.) –razón por la cual habría recibido, por parte de la prensa, el sobrenombre de La Mantis–, y a quien veinticinco años después la policía busca para ayudar en el esclarecimiento de una serie de asesinatos cometidos por lo que parece ser su copycat.

A diferencia de lo que acontece entre la detective Clarice Starling (Jodie Foster) y Hannibal Lecter (Anthony Hopkins) en El silencio…, esta asesina (interpretada por Carole Bouquet) pide tener como único interlocutor a su propio hijo, el detective Damien Carrot (Frédéric Testot), quien ha vivido ocultando su pasado para evitar ser estigmatizado como el hijo de una asesina en serie. De esta manera, al par del descubrimiento de quien podría ser su copycat, lo que la narrativa plantea es el descubrimiento gradual, por parte del hijo, y de nosotros los espectadores, de los verdaderos motivos y las causas que explicarían que una madre termine como una asesina en serie de hombres violentos.

Desde una perspectiva política, es posible ver en La Mantis una suerte de “vengadora de la violencia patriarcal”: asesina a hombres violentos, quienes también serían los culpables de que ella se haya convertido en ese monstruo.

Si bien no resulta inverosímil la existencia de una asesina en serie con una agenda política de este tipo –después de todo, en Cazadores de humanos (2005), el antropólogo Elliott Leyton sostiene que en todo asesino en serie hay un subtexto político–, lo que hace de La Mantis un personaje bastante endeble es que se queda atrapada entre la interpretación de una asesina fría y despiadada y… una madre amorosa, lo que la deja lejos, muy lejos, de ese mítico personaje del que querría ser émula: Hannibal Lecter.

Y el problema no es tanto que en la serie se proponga presentar una causa, una explicación del origen del “mal”, de esa mujer que abandona sus roles tradicionales para convertirse en una asesina, a saber, la violencia de género (la violación por parte del padre, el abuso por parte del marido); el principal problema para dotar de fuerza y credibilidad a este personaje está en el hecho de que la narrativa se niega a presentar a una mujer que, como en el caso de cualquier asesino en serie, se abandone libre e impunemente al placer de la violencia, a la gratuidad de la crueldad, del asesinato. Pero, quizá el aspecto más difícil de mostrar es que, como lo indica el propio apodo de la asesina, efectivamente puedan existir mujeres con las características que en el imaginario sociocultural se le atribuyen a ese insecto (ominoso para la mayoría): una sexualidad desbocada y mortal, un desapego afectivo. Así, en la serie, la figura de la mantis queda neutralizada, domesticada, por eso otro femenino por excelencia: la maternidad.

De esta manera, con este personaje lo que la que la serie acaso revela es un miedo ancestral, que probablemente trascienda a las propias sociedades patriarcales: podemos aceptar que haya mujeres que castiguen, mediante el asesinato, a hombres que han ejercido alguna forma de violencia de género, sin embargo, ¿hay algo que resulte más “monstruoso” que pensar en una mujer privada del “instinto” materno, una mujer, es decir, una madre, que no haría cualquier cosa por defender y salvar a sus hijos?


Andrés Téllez Parra es escritor y profesor de Sociología del Cine en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.