Hot Girls Wanted

Hot Girls Wanted

Por | 28 de octubre de 2015

La pornografía es uno de los sucesos cinematográficos menos atendidos por la crítica. Cahiers du cinéma reflexionó alrededor de ella en los años ochenta en un par de artículos que analizan la disposición de la cámara y sus implicaciones estéticas –y pueden encontrarse en Teoría y crítica del cine: Avatares de una cinefilia, de Paidós. Román Gubern posee una serie de ensayos irregulares, entre los cuales destaca La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas. Naief Yehya consigue enlazarla con fenómenos sociopolíticos desde una perspectiva semiótica en Pornografía: Obsesión sexual y tecnología. ¿Qué dice de nosotros que la crítica la niegue como un fenómeno que vale la pena analizar desde el mercado, la sociología e incluso la estética, sin recurrir a lugares comunes?

Desde el documental, el cine tampoco ha sabido abordar el tema con inteligencia. No obstante, en Netflix comenzó a circular recientemente Hot Girls Wanted de Jill Bauer y Ronna Gradus, estrenada en el Festival de Cine Sundance. La película muestra un hecho poco conocido: jóvenes pueblerinas mayores de edad que quieren independizarse o pagar la colegiatura recurren a este negocio para conseguir dinero. Los datos son sorprendentes. La mayoría de las mujeres que se dedican a la pornografía amateur apenas consiguen trabajar alrededor de tres meses, intentando triunfar en una industria millonaria de altas exigencias. Hot Girls Wanted documenta cuatro casos; destaca el de Tressa Silguero, quien se debate entre el deseo por conseguir éxito financiero, popularidad y fama o llevar una vida familiar apegada a los valores que sus papás le han inculcado.

Al final de la cinta se muestra uno de los subgéneros porno más polémicos. Las jóvenes fingen ser inocentes estudiantes “obligadas”, como parte de la actuación, a practicar sexo oral hasta el vómito. Una de ellas incluso debe engullirlo. En la industria, quien quiere sobrevivir debe participar de los rituales más solicitados, y escandalosos, de la web.

Como sucede con este tipo de trabajos, el principal mérito de los directores no está en sus habilidades técnicas ni en su riesgo formal, sino en congeniar con las protagonistas para producir una atmósfera íntima, a veces inquietante. Desafortunadamente, la cinta carece de la rigurosidad periodística para brindar datos confiables sobre la realidad que analiza. La pornografía no sólo es un muro blanco que el espectador debe atender o ignorar, sus infinitos matices revelan fenómenos a menudo perturbadores por la cercanía que tienen con nosotros mismos.


Abel Cervantes es comunicólogo y editor. Colaboró en los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014) con un ensayo sobre Carlos Reygadas y otro sobre Juan Carlos Rulfo, respectivamente. Es profesor en la UNAM.