Tríptico diverso

Tríptico diverso

Por | 15 de agosto de 2017

Viva (Paddy Breathnach, 2015)

Nunca se acaba la persecución. Quien ha recibido insultos, burlas y puñetazos en la cara, por hablar de ciertos tipos de agresión, sabe que la homosexualidad todavía es objeto de acoso y pretexto de odio. Hay una negación grande para reconocerse en el otro. ¿Quién es el otro? ¿Nos referimos a la otredad como un concepto filosófico, lejano en términos geográficos, sociales y políticos? Tal vez el otro es, simplemente, el que está al lado de uno. El cine no ha cesado de dar cuenta, a veces de forma tramposa, de la mentira progresista llamada gay friendly, un eslogan comercial cuyo interés principal es vender un estilo de vida a las variantes de la diversidad sexual. También hay ejemplos fílmicos relevantes, recientes y en la mayoría de sus casos violentos. Vale la pena comentarlos.

La cinematografía chilena es vital, de menos desde la mirada exterior: Patricio Guzmán, Pablo Larraín y Sebastián Lelio se han encargado de revisar a través del documental y la ficción el estado de la sociedad chilena actual. Nunca vas a estar solo (2016), de Álex Anwandter, se suma a los creadores mencionados. Retoma el caso de Daniel Zamudio, un joven homosexual que murió en 2012 a consecuencia de una golpiza. Zamudio, que falleció a los 24 años, fue atacado por cuatro personas vinculadas con una agrupación neonazi. El caso movilizó a la sociedad chilena y dio pie a la promulgación de una ley que condena la discriminación. El acierto de la película de Anwandter (Santiago, 1983), que también es músico, es que ficcionó la historia centrándose en la figura del padre. Pablo, nombre de Daniel en el filme, mantiene una relación cordial con su padre: un saludo sin ánimo al llegar a casa, antes de encerrarse en su cuarto para cantar frente al espejo y pintarse los labios es suficiente para asumir que su relación es superficial. La película tiene un cariz de redención: el padre, que no deja de imaginar a su hijo como quien toma el rol femenino en una relación sexual, busca por todos los medios salvar la vida de Pablo luego de la tortura a la que fue sometido. También hay aspectos desconcertantes en la película: los 27 años transcurridos desde el fin de la dictadura en Chile son evidentes en los intereses tanto del padre (empleado de una fábrica de maniquíes) como del hijo (con aspiraciones artísticas); y la frase que da nombre a la película, que pronuncia una amiga de Pablo y pone en entredicho si realmente alguien protege a los grupos vulnerables. «Nunca vas a estar solo», le dice ella, aunque la chica lo abandona cuando se encuentra con la gente que le quita la vida.

Por otro lado, Viva (2015), de Paddy Breathnach (Dublín, 1964), se estrenó el mes pasado en Netflix. Es un filme rodado en Cuba sobre un muchacho llamado Jesús que trabaja como peinador de las pelucas de varias drag queens. Ese es su máximo sueño: adueñarse del escenario e interpretar como una gran estrella las canciones más célebres de la isla. La película se centra, también, en el alejamiento entre el padre y el hijo, un conflicto que suele ser una constante entre los varones homosexuales. El problema del filme lo detona una anécdota un tanto tremendista: durante el primer show de Jesús, que convence a los asistentes del club con su desenvolvimiento, fija su mirada en un hombre al que muchos creían desaparecido. Esta persona es su padre. No ha regresado a buscarlo sino a instalarse en la casa familiar. No hay ninguna madre o pariente que sirva de intermediario entre ellos: el enfrentamiento es cara a cada, día a día. Viva explora la disyuntiva con la que se valora a las personas: ¿se les juzga por lo que son o por lo que hacen? Este juicio problemático es el que le da matices a la relación de Jesús y su padre.

El conflicto de la diversidad no se acota al contexto latinoamericano. Più buio di mezzanotte (2014), de Sebastiano Riso (Catania, 1983), es otra película de interés. Nos muestra la historia de Davide, un adolescente pelirrojo con aspecto femenino que habita en Catania. La violencia de su padre, que intenta moldearlo en vano a su manera, lo obliga a irse de casa y convivir con una pandilla de jóvenes que se prostituyen. La película, filmada con recursos mínimos, no sólo retrata el conflicto con el padre, también el de los cómplices de los abusivos, los débiles, que inmovilizados ante la violencia sufren en silencio. Es el caso de la madre de Davide, incapaz de defenderlo.

El cine que retrata los contextos en los que se desarrollan las historias de la diversidad es problemático porque en la mayoría de las ocasiones las películas se usan para legitimar causas engañosas. Fue lo que ocurrió con No sin ella (Freeheld, 2015), de Peter Sollett (Nueva York, 1976). En este filme Julianne Moore es una enferma de cáncer que desea dejarle una pensión a su pareja, a la que da vida Ellen Page. El filme, que no tuvo el éxito esperado, utilizó el lema “Love Wins”, que Barack Obama escribió en un tuit para dar a conocer la legalización del matrimonio gay en todo Estados Unidos. Asociar una lucha social con un gobierno, en cuyos intereses predomina lo económico, no tiene nada de inofensivo: usa a la gente como capital político.

Los filmes revisados en este texto nos dan un panorama de la violencia contra la diversidad. Sin embargo, sus argumentos apuntan a la familia como el agente represor. Hace falta pensar en un nivel de interpretación más amplio, el político, que dará pistas sobre la violencia que engendra y genera el sistema contra los homosexuales, por mencionar a un grupo de la diversidad.  


Carlos Rodríguez es el jefe de redacción del sitio web de La Tempestad. Contribuyó a la investigación del FICUNAM 2017. Actualmente trabaja en un proyecto que revisa la obra de Claude Chabrol, cuyo sitio web es https://claude-chabrol.com.