Fantasmas del pasado

Fantasmas del pasado

Por | 30 de marzo de 2017

Hay una casa vacía en medio del bosque. Las paredes que crujen, las puertas que rechinan y las ventanas que dejan entrar el aire son sólo el preludio para introducir a la fantasmagórica protagonista del más reciente largometraje del francés Olivier Assayas, Fantasmas del pasado (Personal Shopper, 2016). Encarnado por Kristen Stewart, este personaje sombrío, sin aparente expresión más que su mirada contenida, transitará por una vorágine en la cual uno de los temores psicológicos del ser humano se hace latente: el miedo a perder la realidad. Maureen, que pasa sus días como personal shopper para una actriz francesa, también es médium, y su objetivo es lograr comunicarse con su hermano fallecido. Una serie de presencias y mensajes desconcertantes irán traicionando su psique al grado de cruzar la línea divisoria entre lo real y lo falso, lo espiritual y lo tangible.

Ganador junto a Cristian Mungiu del Premio al Mejor Director ex æquo en el Festival de Cannes de 2016 por este trabajo, Assayas (París, 1955) vuelve a recurrir al extranjero para, en este caso, incursionar en el cine de suspenso y lo sobrenatural. No es nuevo en él: encontró en la actriz hongkonesa Maggie Chung su primera fuente de inspiración, además de haber rodado la miniserie Carlos (2010) en nueve países y de haber trabajado previamente con Stewart en Las nubes de María (Clouds of Sils Maria, 2014). Ahora, toma referencias del trabajo de la artista sueca Hilma af Klint, el espiritualismo y las mesas giratorias de Victor Hugo para construir un relato en torno a la idea del poltergeist, disimulado en Maureen y su locura interna, fantasmal por antonomasia frente a un mundo abstracto dictado por los cánones de la moda, la represión social y sexual en torno a un ambiente depresivo y paranoico.

El terror de esta película recoge la línea psicológica de cintas como El resplandor (The Shining, Stanley Kubrick, 1980) o El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, Roman Polański, 1968) y se adentra en el subconsciente de Maureen para mostrar lo que ocurre en su mente: los demonios internos que la acechan cada tanto, la constante represión muchas veces traducida en su ansiedad y el conformismo ante una clase que se rodea por un paroxismo de ambición al entrar en contacto directo con el mundo de la moda. En este aspecto, la interpretación de Stewart (Los Ángeles, 1990) es sobria, disimulada y plana, tal como se debe traducir porque su mente está en blanco, afectada por la muerte de su hermano. La monotonía de su psique se ve alterada por la violencia psicológica a la que es sometida por los mensajes amenazantes que va recibiendo en su iPhone. La tecnología aquí es el vehículo para lo espiritual.

Assayas juega con una historia cuyas atmósferas visuales creadas por el fotógrafo Yorick Le Saux (Neuilly-sur-Seine, 1968) dan la impresión de forjar un esoterismo moderno, con apartamentos grises de frente a la deshumanización y la sobriedad del humano aquí encarnada por Maureen. ¿Qué es lo real y qué es lo falso? Ese es el juego en el cual la protagonista se inserta; una especie de caza al ratón para descubrir quién le manda esos mensajes. ¿Su hermano muerto? La penumbra invade su psique, y la búsqueda por retratar esa experiencia es el leitmotiv de esta película. Como pasó con La bruja (The Witch, Robert Eggers, 2015), Fantasmas del pasado es otro trabajo que se orienta por el terror psicológico, que no exige de efectos visuales para insertar la inquietud. Se orienta más hacia la caracterización omnipresente de Maureen y cómo ella aprehende su mundo y se adapta simbólicamente, al grado de expulsar sus demonios internos y transformarse, a ratos, en un fantasma capaz de transgredir las reglas. Ser atraída por lo prohibido.

Así, la incursión de Assayas en el cine de suspenso resulta un ejercicio metafísico que se apropia las reglas del género explotado por Alfred Hitchcock, y como en los mejores trabajos de éste, los protagonistas son quienes llevan la cruz del miedo, de la psique y el inconsciente, que ha recogido una larga tradición ya declarada en la historia del cine: Dario Argento, David Cronenberg o John Carpenter. Assayas no se inscribe en esta lista, pero da un paso más en su multifacética trayectoria como director que refuta una nacionalidad en busca de nuevos estilos.


Edgar Aldape Morales es asistente editorial en la Cineteca Nacional.