Manchester frente al mar

Manchester frente al mar

Por | 16 de febrero de 2017

Manchester frente al mar (Manchester by the Sea, 2016), de Kenneth Lonergan, es un melodrama de la masculinidad. A diferencia de sus películas previas (Puedes contar conmigo, You Can Count on Me 2000; Margaret, 2011), en la que los personajes femeninos abundan, en su nuevo filme retrata, principalmente, el dolor de un hombre.

La sinopsis es sencilla: Lee Chandler (Casey Affleck), conserje de un bloque de edificios en Boston, regresa a su lugar de origen para hacerse cargo del hijo adolescente de su fallecido hermano. Durante el desarrollo del filme, que no es lineal, se revela la culpa del protagonista, su reticencia a volver a Manchester y lo que implica responsabilizarse de su sobrino.

El filme, cuyo guión fue escrito por Lonergan (Nueva York, 1962), es directo. El invierno apoya el silencio que se ha impuesto Lee, un hombre blanco de mediana edad. Al inicio se le ve desempeñando su trabajo, arreglando tuberías, destapando baños y apartando la nieve. El sótano en que vive, que se muestra en un flashback, no es un hogar sino un escondite para su culpa. Es un hombre solitario, desanimado, que aprovecha cualquier situación para descargar su energía a trompazos. Luego de beber unos tragos en un bar golpea a dos hombres que lo miran con interés. Más tarde, ya en Manchester, se le va encima a un tipo que tropieza con él.

A diferencia de su sobrino, Patrick (Lucas Hedges) –un adolescente en forma: juega hockey, tiene un grupo musical y dos novias–, su deseo sexual es nulo. No siempre fue así, en el pasado, como se muestra, fue un esposo y padre de familia vivaz. Lonergan retrata la derrota de un hombre que no quiere quitarse el grillete que lo sujeta, no cree merecer la redención de su culpa: sus hijos murieron en un incendio que provocó de forma accidental, al estar alcoholizado, y que, de paso, aniquiló su matrimonio. Su castigo es gradual y cotidiano.

A pesar de que la película ha sido aclamada por un sector de la crítica, algunas voces han cuestionado que Manchester frente al mar es un filme cuyo tratamiento de la culpa no suscita ninguna reflexión ya que el personaje de Affleck no confronta su dolor, no es un hombre con una actitud proactiva, está varado en su dolor. El director declaró que hay situaciones, como las que plantea en su película, ante las que no se puede hacer nada. En LA Review of Books, Alicia Christoff argumenta que en el contexto político actual de Estados Unidos la manera de tratar la compasión en la cinta, nominada a varios premios Oscar, no ayuda a enfrentar los problemas del presente sino que perpetúa la construcción del hombre blanco, heterosexual y de clase media, de condición privilegiada.

Lo que llama la atención es que en la película los hombres están lejos de las mujeres, a diferencia de los dos largometrajes previos del director. Los hermanos Chandler se separaron de sus esposas por diversos motivos. Kyle, que muere de un ataque cardiaco, dejó a su esposa, una alcohólica conflictiva, y se hizo cargo de su hijo. Por otro lado, Randi (Michelle Williams), la ex esposa de Lee, intenta acercarse a éste para expiar su culpa, aunque él no lo permite. La habilidad de Williams, con poco tiempo en pantalla, logra ofrecer un contrapunto verosímil entre su dolor, manifiesto, y el de Lee, silencioso.

Películas como Shame: Deseos culpables (Shame, 2011), de Steve McQueen, y Balada de un hombre común (Inside Llewyn Davis, 2013), de Ethan y Joel Coen, han escudriñado con solvencia en las masculinidades y la crisis identitaria del hombre contemporáneo. Manchester frente al mar es una película  que, sin alcanzar la fuerza y la profunda y necesaria incomodidad de las obras mencionadas, ofrece un punto de vista interesante del dolor, la culpa y el fracaso ante la adversidad.


Carlos Rodríguez es reportero cultural. Colabora en La Tempestad e Icónica. Actualmente trabaja en un proyecto que revisa la obra de Claude Chabrol, cuyo sitio web es https://claude-chabrol.com.