José Felipe Coria es autor de los libros El señor de Sombras (1995), Cae la luna: La invasión de Marte (2002), Iluminaciones del cine mexicano (2005), Taller de cinefilia (2006) y El vago de los cines (2007). Ha colaborado en medios como Reforma, Revista de la Universidad, El País y El Financiero.
Compadres o el cine “bi”
Por José Felipe Coria | 19 de abril de 2016
Sección: Crítica
Directores: Enrique Begné
Temas: Cine biCine estadounidenseCine mexicanoCompadresEnrique Begné
Entre las experimentaciones recientemente hechas por el cine mexicano, toca a un sólo director llevar ya dos. Enrique Begné (Ciudad de México, 1967) hace unas semanas presentó el film franquicia, Busco novio para mi mujer, con un relativo éxito de taquilla y público.
Ahora presenta el film bi. Se trata de Compadres (2016), donde de nuevo colabora con su guionista de cabecera Gabriel Ripstein (junto con Ted Perkins). Este concepto, el cine bi, es binacional, bigenérico y bífido. Quiere esto decir que en su inversión hay dólares y pesos (no importa que al final se coticen tres millones de dólares) y se filma por lo mismo tanto en México como en Estados Unidos (tampoco importa que haya una preponderancia de locaciones nacionales, en este caso las de Baja California).
Es bigenérico porque se trata lo mismo de un policial que de una comedia. En esencia tiene un lejano parecido con 48 horas (48 Hrs., Walter Hill, 1982), el film inaugural de este tipo de subgénero que muestra cómo dos personajes antitéticos se juntan para llevar a buen fin la trama donde por igual hay balas y risas.
En el caso de Compadres es la historia de un buen policía mexicano Garza, interpretado con solvencia por el productor del film Omar Chaparro, que debe resolver un crimen del que se le acusa, salvar a la chica de su vida María (Aislinn Derbez) y acabar con una mafia que al parecer le tiene tomada la medida tras la inopinada muerte de su compadre, también policía. Para conseguirlo, debe juntarse con otro compadre, en este caso el teenager Vic (Joey Morgan) que apenas sobrevivió en la cinta A la %&*$! con los zombis (Scouts vs. Zombies, Christopher Landon, 2015).
La pareja dispareja, por supuesto, debe tener otra pareja dedicada a su persecución para mantener el equilibrio de su dispar dualidad, duplicándola en realidad para obtener más risas. Así, aparecen un par de simpáticos matones amorales que buscan al adolescente, que representa el estereotipo completo del hacker, e intentan presionarlo para recuperar un dinero, que otro mafioso (Joaquín Cosío), le exige a un primer mafioso, Santos (Erick Elías), quien ha sido el autor de las desgracias de Garza. O sea, es la persecución dentro de una persecución (risas).
En realidad no es tan complejo como parece y el tema se desarrolla con toda la tranquilidad del mundo, dejándole espacio a la risa y también a las balaceras para que cuajen en los diversos momentos en los que la cinta avanza a tambor batiente hacia el predecible happy end, vueltas de tuerca incluidas.
Que sea bífida, implica que la cinta se desenvuelve tanto en inglés como en español, en un juego constante de palabras y giros coloquiales que representan la cumbre de un humorismo comprensible en ambos lados de la frontera ejecutando todo tipo de chistes (visuales, verbales, conceptuales) que incluyen hasta la rigurosa, oportunista y actualísima referencia a Donald Trump, para no ser menos en esta ola de stand-up comedy en su traspaso al cine. El manejo de un repertorio de situaciones de diverso calibre (momentos cómicos, momentos sentimentales, momentos de cine de acción) atenta un poco contra la lógica del argumento.
Compadres nada entre dos aguas siempre, en ambos lados de la frontera, con dos personajes disímbolos, involucrados en diversas situaciones que se presentan ligeramente exageradas o al servicio de una comicidad absurda (un personaje aparece con cara de payaso; diálogo: «¿Tú eres el payaso?» -risas-, ante el asentimiento de inmediato se le receta un soberano hostiazo -más risas-), y también para un romanticismo que de repente como que sobra en un argumento que sugiere más un tipo de sexualidad desatada («Me gustaría ser escort», dice Valeria -Alejandra Guilmant- la chica que se liga el regordete Vic, y tras la aparente e inminente despedida le dice: «Si lo haces, cobra muy caro» -risas-).
La comedia que produce este manejo de contrarios en situaciones la mayoría de las veces inverosímiles (como Guasa y Porky persiguiéndolos con lanzallamas a lo ancho y largo de la frontera gritando «¡En este país es ilegal quemar gente!» -risas-), junto con ese transcurso a medio camino entre lo cínicamente rocambolesco y el policial convencional, hacen de Compadres un film que busca desesperadamente un público al que desea complacer… en ambos lados de la frontera. Apunta hacia el éxito sin preocuparse mucho de su calidad o de la profundidad o de la originalidad de su propuesta.
La duda que queda es si este es el camino que debería emprender el cine mexicano para recuperar taquilla e internacionalizarse. A saber.
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