El gran maestro
Por José Luis Ortega Torres | 1 de enero de 2014
El mero periplo en la vida de Yip Kai-man (Foshán, 1893) ya merecía por sí solo una biopic: proveniente de una familia acomodada, este hombre perdió todas sus riquezas con la invasión japonesa a China en la década de 1930; después de ser policía sobrevivió como minero y debió enfrentarse a mano limpia al abuso de los militares nipones para mantener intacto no sólo su honor, sino su propia vida y la de su familia, saliendo avante en cada ocasión. Ahora, si a estos hechos les agregamos que es considerado el más grande maestro artemarcialista de todos los tiempos, la historia está completa.
Pero el complicado peregrinar del Gran Patriarca Yip Man también se da en términos cinematográficos cuando el filme Grandmaster Ip Man, realizado en el 2008 por Wilson Yip y protagonizado por Donnie Yen interfería, hasta en el título, con el proyecto que ya preparaba Wong Kar-wai sobre esta leyenda china que para los occidentales sólo es importante por ser el maestro de Bruce Lee.
El filme de Yip –que finalmente se estrenó sin la palabra que ahora lleva el de Wong (Shanghái, 1958) como título– se convirtió en un suceso espectacular que a la fecha cuenta con tres secuelas, en tanto que el filme de Wong tardó varios años en ser concretado y que para nada debe de ser comparado con las cintas anteriores. Si bien es cierto que la figura histórica y el contexto son los mismos –tomando diferentes anécdotas sin que eso sea mayor problema– la dimensión de la persona es distinta.
Más que heroico, este personaje se convierte en trascendental, y de esta manera la acción (coreografiada por el imprescindible Yuen Woo-ping) pasa a un segundo plano para demostrar más sus conflictos personales y afectivos que su destreza marcial, anteponiendo el retrato del hombre a la efigie del icono con la sutileza narrativa y la elegancia visual que en Wong Kar-wai ya es obligatoria.
Con todo, la cinta no es perfecta y se debe señalar que a diferencia del personaje central, otros que lo rodean son tratados con notable descuido, resultando algunos meramente circunstanciales aún cuando se noten importantes –vgr. su propia esposa–, lo que deriva en que los más severos fanáticos del wuxia pian se encuentren con una cinta que bien podrían calificar de anticlimática, negándole de antemano una segunda visión para apreciar su pausada delicadeza.
Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 7, invierno 2013-14, p. 55) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.
José Luis Ortega Torres es fundador y editor de revistacinefagia.com. También es editor de Icónica y Subdirector de Publicaciones en la Cineteca Nacional. @JLOCinefago
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