Dredd
Por José Luis Ortega Torres | 1 de enero de 2013
Una de las premisas básicas para la creación de mundos alternos en el marco del cyberpunk (literario y fílmico) es proponer una realidad humana discordante, donde la decadencia moral, económica y social va en sentido inversamente proporcional al desarrollo tecnológico/científico de ese nuevo mundo, desarrollo que no significa un bienestar común.
En Dredd (Dredd 3D, 2012), filme del realizador mancuniano Pete Travis, el futuro dista mucho de ser la utopía soñada, por el contrario, se trata de una sociedad decadente y colapsada donde grandes bloques de concreto se convierten en infiernos verticales en los cuales prevalece la ley del bárbaro, y la moneda de cambio es una droga sintética que funde el cerebro ralentizando el tiempo en un éxtasis místico donde las balas desgarran piel y músculos en eternos minutos de agonía.
Travis, quien ya mostró su manejo de la violencia naturalista y desdramatizada en Masacre en Omagh (Omagh, 2004, sobre el atentado en ese pueblo norirlandés por un grupo disidente del IRA), establece una puesta en escena sólida y del todo creíble, aun en un contexto cercano al cine fantástico y sus necesarios retruécanos visuales. En ese universo descarnado, la cruel exprostituta hoy zarina del narcotráfico Ma-Ma, revienta vidas por una nihilista filosofía egocéntrica, motivación equiparable al pathos de sangre ejercido por Dredd, juez y brazo ejecutor de una legalidad de sentencias hechas ipso facto y mortíferas contra quienes quebrantan una ley igualmente impía que los razonamientos de Ma-Ma.
Dos fuerzas que se encuentran de manera frontal en un mundo donde la ingenuidad se pierde desde el nacimiento, donde los niños anhelan matar a su primera víctima para poder “ser grandes”, donde los oficiales novatos y futuros jueces aprenden que la única ética válida es la del revólver, que la corrupción judicial y ejecutiva es cosa de todos los días, y que unos minutos de paz y tranquilidad en un mundo caótico le hacen bien a cualquiera, aunque sea psicotropizadamente. ¡Pero esperen! Ese mundo degenerado descrito por Travis a partir de la historieta de Wagner y Ezquerra, ya es hoy.
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Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 3, invierno 2012-13, p. 67) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.
José Luis Ortega Torres es fundador y editor de revistacinefagia.com y editor de Icónica y el Programa mensual de la Cineteca Nacional. @JLOCinefago
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