Pez mortal

Pez mortal

Por | 1 de mayo de 2012

El cinismo es una de las armas más poderosas que cualquier cineasta puede utilizar para abatir al público, sin embargo, son pocos quienes lo hacen de manera inteligente, y el japonés Sion Sono es uno de ellos. Poeta y “guerrillero cultural” desde las últimas dos décadas, sabe que la provocación llana y estridente es la mejor manera de plasmar en celuloide sus motivaciones personales y discursos universales sí, es cliché pero ¿qué en el cine ya no lo es?a partir de la gramática de la carne macerada en brutales arranques de violencia, cuyo baño de sangre esconde más profundidad temática de lo que aparenta a simple vista.

Hablar ampliamente del cine de este autor nacido en Toyokawa es difícil si tomamos en cuenta que hasta antes de Pez mortal (Tsumetai nettaigyo, 2010) sólo se conocía oficialmente en nuestro país vía DVD El Club del Suicidio (Jisatsu Sākuru, 2002), filme producido en el 2001 que le abrió las puertas del mercado internacional, y con ello, también el reclamo universal ante la descarnada historia de una serie de suicidios grupales de jovencillas estudiantes aparentemente de alegre manera. Acusaciones de apología de la inmolación sin mayor sustento que una miopía fílmica que no permite enfocarse en lo que está más allá del velo carmín que se impregna en los fotogramas.

Misma suerte, pero en distinto sentido, de Pez mortal, cuyo paroxismo último delimita el mensaje de frustraciones encontradas (¿y enconadas?) al interior de una familia disfuncional donde la mediocridad es el pan de cada día: padre mercader de peces de agua dulce, hija rebelde sin causa y esposa/madrastra sexualmente insatisfecha forman un triángulo de tensión constante donde el pusilánime “hombre de la casa” es la personificación de la nulidad absoluta: él no existe porque nadie lo valida como individuo. Este no-hombre llamado Shamoto conocerá de manera fortuita y a causa de su hija a la mefistofélica persona de Murata, excéntrico millonario que le ofrece mejorar su vida a partir de llevarse a la chica a trabajar en, oh sorpresa, la más importante tienda de peces de la ciudad.

La relación de poder/sumisión entre ambos hombres se presenta de manera esperanzadora para la esposa e hija, incómoda para Shamoto y vulgar para el espectador. Así, paulatinamente Sion Sono crea una atmósfera de pesadez en el ambiente que se acentúa con las intempestivas explosiones de violencia que perfilan el verdadero carácter del otrora divertido y fanfarrón Murata, quien acoge al tímido no-hombre como su discípulo en el arte del engaño, el robo, asesinato y desaparición de cadáveres con la complicidad de su hermosa y ninfómana esposa, al ver reflejado en él al joven victimizado por su padre que alguna vez fue.

Perversión del mito de Fausto y Mefisto donde en lugar de la anhelada juventud romántica Murata ofrece, en cambio, la virilidad extraviada en el planetario de castas citas juveniles a golpe de sangre, violaciones y descuartizamientos que legitimarán a un renacido Shamoto que encuentra la libertad última en el Ello desatado. Y sin embargo, no es esa la única lectura del filme, pues en Pez mortal también se da cita algo inherente a la obra de Sono: el reclamo social, y este se encuentra presente en la figura de Mitsuko.

Interesante que en este contexto de locura y alienación por parte de un hombre sometido y arrastrado en una espiral que se tornará liberadora de sus atavismos, sea la figura de una adolescente la que, en vez de contraponerse merced a los clichés propios a un personaje por demás genérico belleza, juventud, candor, valores recuperados…– es llevado al extremo totalmente opuesto por un director que hace de la insolencia el as bajo la manga para que sea ésta la verdadera historia desesperante de Pez mortal: el de una realidad jodida per se para una nueva y apesadumbrada generación que ya ni siquiera puede calificarse de nihilista (lo que implicaría una postura moral y filosófica), sino por completo despreocupada, para la cual, los lazos afectivos hace rato que dejaron de tener significado.

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 0, primavera 2012, p. 52) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


José Luis Ortega Torres es fundador y editor de revistacinefagia.com, coeditor de Icónica y editor del Programa mensual de la Cineteca Nacional.