Es evidente que la forma en la que veíamos televisión y cine ha cambiado. La posibilidad de ver series de televisión completas en diversos dispositivos vía streaming, modificó de manera radical la tradicional rutina de esperar una semana para ver un episodio siempre a la misma hora. Este nuevo modelo de distribución también ha permitido que la producción de series y películas se incremente.

Por ello, no es de extrañar que Netflix haya pasado de ser un intermediario entre los creadores y el público receptor, para convertirse en productor de series y largometrajes. Dentro de estos últimos, el género documental es el que se ha beneficiado enormemente: ante la falta de espacios de exhibición para este tipo de cine, la transmisión vía streaming parece haberse convertido en una opción más rentable.

Uno de estos documentales es What Happened, Miss Simone? (2015), dirigido por Liz Garbus, cineasta que ha posado su mirada en personas encarceladas, tanto en prisiones verdaderas (The Farm: Angola, USA [1998], The Execution of Wanda Jean [2002] o Girlhood [2003]) como en prisiones mentales (Bobby Fischer Against the World [2011] o Love, Marilyn [2012]). Su más reciente trabajo pertenece a esta última categoría, y se centra en la cantante estadounidense Nina Simone.

Incluso si alguien no estuviera familiarizado con la obra de Simone, es imposible no quedar fascinado por su presencia al inicio de la película: Nina entra al escenario y su rostro no muestra ninguna emoción, pausadamente observa al público, en su mirada pareciera haber una especie de enojo o resentimiento, rodea su piano, se sienta frente a él y saluda. Tras unas breves palabras su rostro permanece impasible, pero de repente alguien en la audiencia le grita que ya están listos para escucharla, y entonces ella esboza una espontánea sonrisa: alguien ha logrado provocarle un sentimiento.

En What Happened, Miss Simone?, Liz Garbus intenta dar respuesta justamente a esa pregunta: ¿qué sucedió con Nina Simone? ¿Cómo es que pasó a ser una de las cantantes más populares de su época a prácticamente desaparecer de la escena en una especie de arranque incomprensible? Para intentar responder dicha incógnita, la cineasta realiza un recorrido cronológico de la vida de la artista empezando desde su infancia, cuando era conocida como Eunice Kathleen Waymon y a quien desde los cuatro años se le enseñó a tocar el piano.

La música clásica fue el primer amor de la niña Eunice y su meta en la vida era convertirse en la primera concertista afroamericana del país. Sin embargo, el rechazo de una prestigiosa escuela de música y la necesidad de ganar dinero para ayudar a su familia la llevaron a aceptar trabajos como cantante en cafés y bares de mala muerte. No obstante, ese giro la puso en contacto con la música popular, el jazz y el blues.

Liz Garbus recurre a material de archivo (entrevistas con la misma Simone, así como cartas escritas por ella) y a testimonios de gente cercana (su hija, su guitarrista principal, algunos amigos) para reconstruir la vida de una mujer que se forjó una carrera basada en su inmenso talento y que, desde luego, también estuvo llena de altibajos.

Si bien se trata de un relato lineal, la directora decidió hacer una especie de entramado entre la vida de Nina y la evolución de sus canciones. De este modo, vemos cómo utiliza una canción ad hoc para ilustrar su infancia, otra para su historia de amor con Andrew Stroud, su esposo-manager, una para su transición hacia la música de protesta una vez que tomó la lucha de los derechos civiles de los afroamericanos como causa propia, y otra para su inesperada huida a África y después a Europa.

Nina Simone se desenvuelve ante nuestros ojos como una artista que proyectaba su propia vida en sus canciones: enamorada de su marido, triste ante la violencia que éste ejercía sobre ella, cansada ante las exigencias de su trabajo, frustrada por las condiciones de su gente, enojada ante la pasividad de éstos. Y más que sólo verla, la sentimos: Garbus logra con la elección de temas y canciones acercarnos a un personaje entrañable y desconcertante a la vez.

Lo interesante de What Happened, Miss Simone? es que no se apega a lo que anteriormente llamábamos “el documental televisivo”, es decir, a ese tipo de programas que apenas alcanzaban a profundizar en sus objetivos, ya que la televisión es algo que no solía tomarse muy en serio. Esta vez, estamos ante un producto hecho para la televisión, pero que aporta más, no sólo en los contenidos, sino también en la forma. Estamos tal vez ante un nuevo documental televisivo, que ha comprendido que los productos de calidad no tienen que verse necesariamente en una sala de cine.