Sueño de invierno

Sueño de invierno

Por | 1 de enero de 2015

¿Cómo ocuparse de una película turca de 2014 que quiso ser una novela rusa del siglo XIX? Puede aventurarse una respuesta volteando a ver a los pueblos de provincia. Esas comunidades caciquiles y con dinámicas precapitalistas que se pueden encontrar no sólo en Turquía y en Rusia sino aquí mismo, en México, donde además de un riquillo, destacan el religioso y el maestro. En Sueño de invierno (Kış Uykusu, 2014) todas estas figuras están presentes, aunque la historia tiene como eje a la familia adinerada –y, en consecuencia, ilustrada y vinculada con la metrópolis– local. Sus miembros son el señor Aydın (Haluk Bilginer), ex actor de vuelta en Capadocia, donde creció, para administrar sin ganas un hotel y propiedades heredadas y escribir una columna para un periódico de la zona; su mujer muchísimo más joven, Nihal (Melisa Sözen), desengañada tras darse cuenta de que estaba enamorada de su persona pública y no de él, y buscando sentido a su vida en un proyecto de beneficencia hecho con más buena voluntad que tino; y su hermana Necla (Demet Akbağ), refugiada a consecuencia de un divorcio del que se siente culpable y crítica indómita de los textos de su hermano.

El terceto no es un universo cerrado sino que está abierto hacia un chofer medio estafador, hacia quienes le escriben correos a Aydın porque leen su columna, hacia un médico, un maestro alopécico y la familia del imam mugroso, convenenciero y sin personalidad del pueblo. Y en esa apertura hay una gran incomunicación con claro sesgo de clase: los ricos cultivados son capaces de hablar con profundidad de miles de temas pero no de hacerse cargo de condonarle la renta a la familia del imam empobrecido o de siquiera darle un aventón al pueblo (Aydın) ni de entender que no todo se puede resolver con dinero (ajeno) de por medio (Nihal). La división tiene antecedentes, temáticos y estéticos, en una de las dos obras mayores de Nuri Bilge Ceylan, Distante (Uzak, 2002), donde un artista muestra su mezquindad al recibir en su departamento de Estambul a un primo de provincia y donde hay contrastes muy notorios entre el trabajo de cámara en interiores y exteriores. La particularidad de Sueño de invierno, además de sus pretensiones dostoievskianas –por más que según sus autores esté inspirada por varios cuentos de Antón Chéjov que se niegan a revelar para que nadie piense que se trata de una adaptación–, es justo un tema en el que el maestro de San Petersburgo estaba muy interesado: la culpa. Aydın se siente culpable de que Nihal ya no lo quiera; Nihal de que Aydın tenga dinero en medio de tanta pobreza e injusticia; Necla de ser ella misma. Herederos de la ilustración occidental promovida e implantada por Atatürk, sufren de males que los hermanan más con las clases medias europeas que con la propia tradición turca. A Aydın se le reclama que no quiera tomar el papel de autoridad de su padre, probable descendiente, con todas sus implicaciones, de algún Aydın bey o Aydın efendi otomano, pero se obsesiona brevemente con un poni anatolio, raza gracias a la cual su pueblo –en el que está menos interesado que en Shakespeare– hizo un imperio. Nihal en cambio, siente que dando dinero a alguien que lo necesita (pero no lo ha pedido) puede hacer algo por el mundo –viene a la mente Slavoj Žižek hablando del modo en que se usa el dinero responsablemente: «nos gusta sentirnos culpables, porque si somos culpables todo depende de nosotros»[1].

La indecisión para hacerse responsable del poder, el interés vago hacia el pasado y el uso culpable del dinero tienen ecos muy fuertes en las mentes ilustradas occidentales. ¿Será por eso que la película ganó la Palma de Oro? ¿O también porque el nombre de Ceylan resuena? Sueño de invierno es una película muy compleja que requeriría más de una vista para poder ser juzgada propiamente. Pero sobre todo requiere ser vista en sí misma, quitando los estorbos del premio que recibió y del apellido que la autentifica. ¿Qué tal que en realidad no es buena?

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 11, invierno 2014-15, p. 41) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


[1] Slavoj Žižek. “Free Fat Chocolate and Absolutely No Smoking: Why Our Guilt about Consumption Is All Consuming”. The Guardian, Londres, 21 de mayo de 2014. http://www.theguardian.com/artanddesign/2014/may/21/prix-pictet-photography-prize-consumption-slavoj-zizek


Abel Muñoz Hénonin dirige Icónica y la Gaceta Luna Córnea. Imparte clases en la Universidad Iberoamericana. Coordinó junto con Claudia Curiel los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014).