La tribu

La tribu

Por | 10 de agosto de 2015

Sección: Crítica

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Un pasaje, mal atribuido tanto a Nietzsche como a Bergson, describe el pasmo de un grupo de sordos que observa a un puñado de bailarines: sin poder escuchar la música que los guía, los toman por locos y, al interior de su propio silencio, divagan sobre la rareza alienada de lo que ven. Una experiencia similar de empatía y desciframiento atraviesa La tribu (Plemia, 2014), el primer largometraje del ucraniano Myroslav Slaboshpytskyi, y una afortunada reformulación de su cortometraje Sordera (Hlukhota, 2010).

Mediante un cruce impreciso entre el documental antropológico y el cine clásico de pandillas, La tribu registra los primeros días de un adolescente sordomudo (Hryhoriy Fersenko) como alumno de un internado estatal adecuado a su condición, en un suburbio depauperado de la Ucrania contemporánea. Al interior del lugar, un grupo de estudiantes mantiene una red de actividades que van del cobro de cuotas por protección hasta la prostitución sistemática de dos alumnas que buscan emigrar a Italia. Cobijados por una impunidad que alcanza a los propios directivos escolares, imponen un sistema viciado de autoridad y complicidades.

Desnudo ante la ley de la selva y de las castas –un microcosmos que bien podría ser cualquier sociedad eslava de la Europa postcomunista–, el recién llegado busca un lugar en el clan, siempre que tal pertenencia implique sobrevivir y acercarse a una de las jóvenes prostitutas (Yana Novikova). Es una mezcla de ambos instintos, conservación y deseo, lo que precipita a La tribu hacia conclusiones agrias y vacías de cualquier redención. Al fondo, como rumor, intuimos los ecos de una economía quebrada y una juventud sacudida por la frustración y el pasado reciente.

Así, no es difícil aceptar la tentación de leer el filme como la alegoría velada de algún tópico: corrupción institucional, incomunicación, alienación adolescente, el fantasma de la crisis europea o los espectros totalitarios de la región. Pero aún cuando sus implicaciones formales y sus limitaciones autoasumidas –una pieza de cámara narrada en lenguaje de señas, sin subtitulaje ni traducción de ninguna índole– sean adecuadas a ciertas interpretaciones metatextuales, la literalidad gráfica de La tribu se impone como su lectura más amarga.

Aún cuando la eficaz originalidad de su presupuesto dificulte la búsqueda de antecedentes, la opera prima de Slaboshpytskyi bebe de tradiciones europeas como el cinéma vérité, el hiperrealismo o el cine etnográfico (el elenco, no profesional, está formado por sordomudos reales). Su puesta en escena, por otra parte, revela una lectura atenta de estructuras dramáticas usuales en Ulrich Seidl, Aleksándr Sokúrov, Michael Haneke o el Scorsese de las barriadas.

Pero es en el orden ético en donde opera su radicalidad más profunda y menos evidente: el acercamiento a la discapacidad auditiva propuesto al espectador está en las antípodas de la conmiseración marginal, minusválida, de  dramas como Ana de los milagros (The Miracle Worker, Arthur Penn, 1962), El corazón es un cazador solitario (The Heart Is a Lonely Hunter, Robert Ellis Miller, 1968) o Lee mis labios (Sur mes lèvres, Jacques Audiard, 2001): el mutismo de La tribu, lejos de ser el estigma de una minoría en desventaja, es el caldo de cultivo de una brutalidad que se expande al amparo de su propio silencio.

Mediante una inmersión sin fisuras en el microcosmos del internado, Slaboshpytskyi apela a una empatía enrarecida en donde la asfixia del silencio imperante apenas es rota por el rechinar de zapatos o madera, el abrir y cerrar de puertas o el golpeteo furibundo de manos y dedos que chocan entre sí. Así, la posición asumida por el espectador es la de un escucha solitario, un voyeur que se sabe ajeno a la realidad audible de lo que observa, pero que en medio de esa otredad infranqueable es obligado a reconocer en los alumnos un espejo deforme, pero inquietantemente fiel, de los instintos que alimentan las grietas de cualquier comunidad humana.


Sergio Huidobro, comunicólogo y escritor, es candidato a maestro en Letras Latinoamericanas por la UNAM. Forma parte del programa Berlinale Talents Press del Festival Internacional de Cine de Berlín. Recientemente fue incluido en la antología Dos amantes furtivos: Cine y teatro en México (2015).