Carlos Rgó tiene estudios en Letras Hispánicas y Filosofía. Ha colaborado con revistas como F.I.L.M.E magazine. Actualmente participa en el FICUNAM 6 en el área editorial.
Está detrás de ti
Por Carlos Rgó | 3 de agosto de 2015
Sección: Crítica
Género: Terror
Directores: David Robert Mitchell
Temas: Cine de terrorDavid Robert MitchellEstá detrás de tiIt Follows
Está detrás de ti (It Follows, 2014) es la historia de una maldición que acosa a Jay (Maika Monroe). Después de tener relaciones sexuales en un auto, Hugh (Jake Weary) le confiesa a su novia que desde ese momento una fuerza la seguirá para matarla. Basta con tener sexo con otra persona para alejar la maldición, pero si esa persona muere, entonces la maldición regresará a ella, y así sucesivamente, hasta llegar al portador original.
En rigor, Está detrás de ti no tiene un asesino específico («Puede tomar la forma de cualquiera») y esta característica tiene un eco en la manera de mirar los exteriores. Me explico. La profundidad de campo y los encuadres son las herramientas que sustituyen el filo de un cuchillo o la sangre derramada en las paredes, un psicópata o un juguete diabólico. No es una película de terror común. Cada secuencia reorganiza los códigos del slasher, intercambia los elementos (más encuadres, menos sangre; o más labor de sonido, menos objetos punzocortantes) y los renueva. Está detrás de ti muestra cómo las referencias a otras películas del género slasher pueden ser explícitas, para llevarlas a un Detroit intemporal y cinematográfico.
Valga recordar que los adultos tienen un papel mínimo en el desarrollo de las acciones. Si acaso podemos ver los ojos de la mamá de Jay en algún momento, sólo es para dar cuenta del terror que siente ante el incidente que sufrió su hija. En esa medida, las figuras aportan algunos datos secundarios que ayudan a los personajes principales, y nada más. Estamos en un universo onírico, infernal y adolescente, que recoge el ímpetu del deseo sexual y la existencia del error como principio. Mientras el argumento se esconde, subyace la semántica de tres palabras: menos es más. Su economía, a su vez, representa la quietud nerviosa de la adolescencia: «Todo está bien. Nada va a pasar», que circunscribe un «Todo está pasando. Nada está bien», en el filme. La forma de ambas oraciones anula una búsqueda de la verdad y organiza la percepción hacia una genuina obra de ficción.
El segundo largometraje de David Robert Mitchell, representa la fuerza de una idea que puede habitar la mente de los espectadores. Amplifica la naturaleza y la violenta; amenaza nuestras certezas. Ominosa, crea tensión con el diseño repetitivo de la música, y la usa con el volumen justo de una conciencia que no puede descifrar lo que experimenta. La atmósfera cobra vida a través de nosotros. Una steadycam filma lo invisible. Un giro de 360° dentro de una escuela es utilizado para dar visibilidad a una fuerza asesina que puede salir de cualquier lugar y convertirse en cualquier persona. La experiencia de lo intraducible, de nuestro temor ante las posibilidades está presente. La paranoia también. Los diálogos son tan comunes como una plática que puede ocurrir en cualquier lugar. Un mundo cotidiano en el que existe lo inimaginable, en el que las historias pueden salir de un smartphone, de las páginas de un Quijote ruso, de un asesino enmascarado o de nuestra pareja. La promiscuidad como vehículo efectivo hacia la muerte. La angustia adolescente de la primera vez transmutada en un sarcasmo fino que eleva el acto sexual a condena y a redención.
Está detrás de ti forma parte de un largo camino de terror y asesinos (los icónicos: Michael Myers, Jason Voorhees y Freddy Krueger) en que lo visible y lo invisible han jugado con la percepción del espectador. ¿Qué vemos a través de estos personajes? El efecto de acostumbrar la vista a la oscuridad para elegir formas, resalta la posibilidad de la visión como un ingrediente que genera en sí mismo un espectáculo listo para ser devorado por nuestros miedos. En este caso, Está detrás de ti no se apoya sólo de la ausencia de luz ─como muchas de las películas slasher─, al contrario, sea de día o de noche, el temor late y acrecienta la curiosidad para buscar la imagen final de una historia que, paradójicamente, se antoja infinita.
El director llevó a cabo su mensaje a través de líneas argumentales poco claras, hizo una obra que implica descifrar lo que llevamos dentro: la indeterminación para conocer las verdaderas intenciones de una maldición que nadie desprecia: el acto sexual. Digamos que deja visible una salida para permanecer tranquilos ante la condena: el contagio. La maldición cae en la mirada del espectador. Hay un grado de control en la imagen que parece inevitable observar, y los límites del argumento provocan que la imaginación llene los huecos en conjunto con el examen de conciencia para calcular cuánto de una moral sexual y dañina actúa todavía en nosotros.
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