Noé

Noé

Por | 1 de julio de 2014

Sección: Crítica

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1. Es sorprendente la fidelidad de Noé (Noah, 2014) con la Biblia. Hasta la aparición de los gigantes, pasada de largo tan a menudo, está en el texto (Génesis 6:4). Lo malo es todo lo que Darren Aronofsky y Ari Handel agregaron de su cosecha o de fuentes apócrifas (que los gigantes son ángeles caídos, por ejemplo) para convertir unas seis páginas del Génesis (la historia de Noé, la Creación y la Expulsión del Paraíso hasta la muerte de Abel) en una epopeya de más de dos horas. Hay una contradicción entre la épica y el relato de conformación de un pueblo, en particular si, como el de Israel, tiene una historia mítica basada en la fidelidad a Dios, en rendir los brazos en aceptación de un poder indefectible e infinito. De cualquier forma, hay una continuidad muy clara entre la película y el cómic. Entonces, para poner Noé en su justa medida hay que entenderla como una interpretación desde la lógica del cómic. No será el mejor replanteamiento del Diluvio, pero eso explica que el agua explote en la película.

2. Sin embargo, en medio de todo el fárrago, hay un logro mayor. Sólo por eso vale la pena hacer una crítica de la película. Noé (Russell Crowe) cuenta una versión de la Creación muy similar a Génesis 1, mientras se muestra una summa de teorías científicas con amplio consenso que liga el Big Bang, vía la Evolución de las Especies, con la aparición de los homínidos. Al yuxtaponer las dos narrativas, al final homéricas, multiautorales, contraponiendo el sonido a la imagen, se hace patente algo muy pensado: que no se contradicen sino que coinciden. Dándole forma a una obviedad que conjuga, mostrándolo, el pensamiento metódico y, contándolo, el pensamiento religioso, es decir, dos visiones del origen, Aronofsky (Nueva York, 1969) y Handel (Zúrich, 1957) construyeron un minuto y medio intensamente poético, que podría mostrar cómo la tradición juedocristiana moldea incluso cómo se lee e interpreta datos cuidadosamente observados y medidos.

Además, aunque animado, es un time-lapse de unos 13,800 millones de años.

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 9, verano 2014, p. 53) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


Abel Muñoz Hénonin dirige Icónica e imparte clases en la Universidad Iberoamericana. Coordinó junto con Claudia Curiel los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014).